Todo ello en un contexto marcado por los bajos precios de las materias primas, que afecta especialmente al sector del gas y petróleo; y a la adaptación a las nuevas tecnologías para aprovechar nuevos modelos de negocio, que conlleva el incremento de inversiones en un periodo de incertidumbre.
TNS LATAM
 
Después de haber capeado los años más duros de la crisis, el sector energético español continúa enfrentándose a retos. La pertenencia de España a la Unión Europea marca unas exhaustivas directrices que han de cumplir todas las empresas del país, y que en el caso concreto de las energéticas pasa en el futuro inmediato por alcanzar los Objetivos de Clima para el año 2030. En concreto, las metas comprenden la reducción considerable de las emisiones de gases invernadero, la obtención de una parte significativa de la energía a partir de renovables y la mejora de la eficiencia energética. Una vez cumplidos, los países tendrán que volver a incrementar estos objetivos hacia el año 2050, por lo que se vislumbra un panorama en constante transformación.
 
Además de conseguir cumplir estas directrices, que en muchos casos conllevan un cambio de modelo de negocio, las compañías españolas han de adaptarse a la política energética de un país que en la actualidad se caracteriza por la inestabilidad política. Tras la profunda reforma energética emprendida por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, marcada por el claro objetivo de reducir el déficit de tarifa y conseguir un sistema más sostenible, las compañías desconocen si el Ejecutivo resultante de las próximas elecciones generales decidirá mantener esta normativa u optará por una modificación radical.
 
Todo ello en un contexto marcado por los bajos precios de las materias primas, que afecta especialmente al sector del gas y petróleo; y a la adaptación a las nuevas tecnologías para aprovechar nuevos modelos de negocio, que conlleva el incremento de inversiones en un periodo de incertidumbre.
 
Esta amalgama de dificultades y transformaciones en el panorama energético español supone la adopción de decisiones, que en muchos casos puede marcar el devenir de las compañías a corto y largo plazo. “Sin duda, estos cambios han supuesto inversiones significativas”, afirma Luis Buzzi, socio responsable de Performance Improvement en el área de Advisory de EY (anteriormente Ernst & Young), quien hace referencia a los cambios de estrategia “para adaptarse al nuevo entorno” y a las modificaciones en el modelo operativo para mantener el nivel de rentabilidad.
 
Para valorar todas las opciones disponibles -y optimizar los costes- es fundamental disponer de un profundo conocimiento de un sector complejo, y es en este punto donde entra en juego el papel del asesoramiento por parte de expertos. “En general, las empresas tienen un sólido conocimiento de su propio sector. Cuando precisan de asesoramiento externo, suele ser para temas sumamente complejos y para los que buscan un valor añadido, un plus”, explica Silvestre Arana, socio responsable del área de Energía en el bufete de abogados Garrigues. Los consultores aportan “una visión ampliada del negocio”, además de “capacidad de promover su transformación” mediante nuevas prácticas y tecnologías “sobre las que las compañías no tienen tanta experiencia”, afirma por su parte Buzzi.
 
Pese a que es habitual que las compañías energéticas acudan a terceros, lo que más caracteriza a este tipo de procesos es la discreción. Los contratos suelen incluir cláusulas de confidencialidad y las empresas que prestan estos servicios son reticentes a hablar de casos concretos.
 
La irrupción de las Big Four
 
Sin embargo, las principales firmas de auditoría y consultoría a nivel internacional, conocidas como las Big Four, se han convertido en indispensables para estas compañías. KPMG, Deloitte, PwC y EY han estado presentes en los principales movimientos de las grandes empresas de España y auditan las cuentas de las presentes en el Ibex 35. Además, se caracterizan por emplear sus recursos y conocimientos en la producción de una gran cantidad de informes sobre los sectores en los que están presentes, y el sector energético es especialmente fructífero. KPMG cuenta con publicaciones especializadas como el European Power&Utilities Report; PwC realiza informes como Fusiones y adquisiciones en el sector de la energía 2015, en la línea de The future of the global power sector de Deloitte; y EY destaca el EY Power Transaction & Trends.
 
Pero no solo estas firmas han sabido hacerse un hueco en la toma de decisiones estratégicas de las compañías energéticas españolas. La complejidad del sector energético supone un filón de negocio, y como consecuencia los grandes despachos de abogados han ampliado el foco y ya no se centran en la asesoría legal. Muchos de ellos, como Uría Menéndez, Garrigues o Cuatrecasas, Gonçalez Pereira cuentan con abogados especializados en el sector y defienden su papel en el asesoramiento de importantes operaciones del sector. “Nuestro apoyo y valor añadido se pone aún más de manifiesto en operaciones o inversiones en el extranjero”, afirma Arana.
 
La postura de los consultores cuando una compañía energética llama a sus puertas pasa por adoptar un “papel activo, sin ser decisores ni decisivos”, explica Buzzi, de EY. “Como es lógico, la última palabra la tiene el propio equipo directivo”, asegura, aunque incide en que el alto grado de implicación hace que estén “totalmente comprometidos con el éxito o fracaso de cualquier decisión que tome la compañía”. En este sentido, Buzzi destaca la importancia de la confianza entre consultor y cliente, indispensable para “influir en la decisión final”. “Ser parte de la solución suena muy bien, pero para ello hay que tener un profundo conocimiento y saber aplicarlo”, subraya Arana.
 
Pero, ¿cómo se adaptan los asesores a un sector tan cambiante? “El seguimiento y cumplimiento de la normativa en sectores regulados resulta especialmente complejo”, afirma Arana, quien reconoce que estar continuamente al día es fundamental aunque resulta “extraordinariamente complejo y agotador”. Otra de las claves es contar con equipos de expertos a nivel internacional y multidisciplinar, para intentar adelantarse a los movimientos. “Nos permite prepararnos de forma anticipada para diseñar las posibles soluciones a los cambios que vendrán”, asegura Buzzi.
 
A pesar de que el grueso de la consultoría se concentra en las Big Four, otras firmas de menor tamaño han conseguido visibilidad en el sector español. Es el caso de BDO, Auren y Mazars, que también dedican parte de su negocio a la energía y medioambiente. De hecho, tienen presencia en numerosas ciudades españolas y ‘presumen’ de contar con las grandes empresas energéticas entre sus clientes y de disponer de expertos en determinados servicios, como la asesoría legal por parte de Mazars y los procesos de internacionalización e infraestructuras por parte de Axis Corporate.
 
De cara al futuro, la relación entre ambos mundos se prevé duradera. “Hay que saber anticiparse y buscar soluciones a los problemas a los que posiblemente tendrán que enfrentarse las empresas energéticas”, concluye Arana.