El hidrógeno bajo en carbono (H2BC) se perfila como una solución estratégica para la seguridad energética y la descarbonización de los sectores con altas emisiones. En el contexto global, Brasil se ha posicionado como uno de los países con mayor potencial. Los avances en directrices, marco legal, tecnología e incentivos demuestran el progreso de este nuevo segmento.
Sin embargo, los desafíos regulatorios, la competencia con otras soluciones (que no utilizan H2BC) y la baja demanda dificultan su consolidación en el país. Brasil ha avanzado en la definición de una agenda regulatoria para el H2BC, y un hito importante es la aprobación de la Ley N.° 14.948/2024.
El instrumento establece, entre otras cosas, la Política Nacional de Hidrógeno Bajo en Carbono, instituye el Régimen Especial de Incentivos (Rehidro) y el Sistema Brasileño de Certificación (SBCH2), y asigna a la ANP (Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles) la regulación y supervisión del sector. A pesar de los avances institucionales, la falta de regulación de Rehidro y SBCH2, aunada a las dificultades de acceso a la red eléctrica y a la indefinición de los criterios de certificación, mantiene al sector en un entorno de incertidumbre.
Esta fragilidad tiende a ralentizar la consolidación del hidrógeno de bajas emisiones en Brasil y, por consiguiente, compromete la dinámica misma de la transición energética nacional. El H2BC, según la Ley N° 14.948/2024, se define como aquel cuya producción, a lo largo de su ciclo de vida, genera hasta 7 kilogramos de dióxido de carbono equivalente por kilogramo de hidrógeno producido (7 kgCO2eq/kgH2).
Este parámetro es más permisivo que las definiciones internacionales, como las de la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos. La medida puede favorecer la implementación de proyectos más diversificados y alineados con las necesidades del mercado interno; sin embargo, tiende a limitar la opción de invertir en certificaciones adicionales para satisfacer las demandas de los mercados externos.
Brasil posee un potencial significativo para la producción de biogás, con recursos energéticos y rutas tecnológicas diversificadas. Las alternativas termoquímicas, como el reformado de biogás, el biometano y los residuos orgánicos, permiten el aprovechamiento de residuos agroindustriales y urbanos.
La ruta electroquímica, basada en la electrólisis del agua, puede integrarse con fuentes renovables como la energía solar fotovoltaica, eólica e hidroeléctrica, lo que permite una producción descentralizada y de bajas emisiones de biogás. Los procesos biológicos, que implican la conversión de biomasa mediante fermentación o acción microbiana, son alternativas emergentes.
Las estimaciones del programa H2Brasil, vinculado al Ministerio de Minas y Energía, indican un potencial técnico anual de entre 2.500 y 4.600 millones de toneladas de H₂, con un costo nivelado del oxígeno (LCOH) que oscila entre US$ 2,09 y US$ 11,81/kg; valores cercanos a los de referencia de la AIE, CELA y la convocatoria pública para centros de H₂BC del MME/ONUDI (promedio de US$ 6,70/kg).
Si bien aún no es muy competitivo en comparación con las fuentes convencionales, el H2BC ya demuestra una aplicación competitiva en sectores industriales con alta demanda de descarbonización, como la producción de fertilizantes nitrogenados, estratégicos para mitigar la dependencia externa. Además de sus aplicaciones en la siderurgia, la refinación de petróleo y la biorrefinación, incluye rutas para la síntesis de combustibles sostenibles como el SAF, el diésel verde y el metanol.
En el país se han estructurado varios proyectos de H2BC, junto con una potencial cadena de producción. Según datos del programa H2Brasil, en 2022 Brasil contaba con aproximadamente 800 empresas e instituciones dedicadas exclusivamente a la cadena de suministro de hidrógeno verde, con presencia en más de un estado y en diversos sectores.
De este grupo, 88 se ubican en el Norte, 223 en el Nordeste, 108 en el Centro-Oeste, 619 en el Sudeste y 185 en el Sur. Estas empresas abarcan diferentes segmentos, desde el suministro de insumos —como energía y agua— hasta las etapas de producción, acondicionamiento, transporte y uso del hidrógeno.
En junio de 2025, información de la Asociación Brasileña del Hidrógeno (ABH2) indicaba la existencia de 74 proyectos de producción de hidrógeno en el país, con inversiones anunciadas superiores a US$68 mil millones, lo que representa un crecimiento de más del 100% en comparación con los valores reportados por el gobierno en agosto de 2023.
Recientemente, Clean Energy Latin America (CELA) publicó cifras aún mayores, identificando 111 proyectos en Brasil con una inversión total de R$454 mil millones. Estas cifras resaltan los avances en la economía del hidrógeno, a pesar de los desafíos regulatorios y la baja demanda en el mercado nacional actual.
En este contexto de progreso e incertidumbre, Brasil demuestra un gran potencial y coherencia con sus directrices.
La diversidad de rutas y fuentes disponibles —incluidas las soluciones híbridas con gas natural, biomasa y biogás— puede expandir el potencial energético nacional en el mercado de producción de hidrógeno. Sin embargo, para transformar este potencial en un verdadero liderazgo, el país necesita ir más allá de la exportación.El verdadero factor diferenciador será el desarrollo de tecnologías propias, la integración de cadenas industriales y la producción de bienes descarbonizados con alto valor agregado.
Brasil no debe limitarse al suministro de energía cruda, sino posicionarse como proveedor de soluciones energéticas integrales —como fertilizantes verdes, combustibles sintéticos y acero limpio— que aprovechen el hidrógeno como vector de innovación y reindustrialización sostenible, incluyendo la producción de amoníaco verde, esencial para reducir las importaciones de fertilizantes. Asimismo, es crucial que el hidrógeno se incorpore a una estrategia integral de descarbonización, sin eclipsar otras alternativas ya consolidadas en el país —como los biocombustibles, la electrificación directa y la eficiencia energética— que pueden ser más accesibles, eficaces y complementarias.
Ceres Cavalcanti es investigadora en el área de Transición Energética del Instituto de Estudios Estratégicos del Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (Ineep). Ingeniera con doctorado en Economía, es especialista en economía y energía bajas en carbono.
Fuente: Ceres Cavalcanti
