RÍO — La agenda financiera de Brasil en la COP30 se centra en la movilización de inversiones en agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU), con la vista puesta en el mercado de la bioenergía. La estrategia es que el país reduzca las emisiones y capture carbono mediante la protección forestal, la restauración de áreas degradadas o el uso de tierras para la producción de biocombustibles.
Esta será una de las agendas de Brasil en la COP30, programada para noviembre de 2025 en Belém, Pará. La embajadora Tatiana Rosito, Secretaria de Asuntos Internacionales del Ministerio de Hacienda y responsable del área financiera de la presidencia brasileña de la conferencia, afirmó que la transformación ecológica y la transición energética del país dependen directamente del éxito de las inversiones en AFOLU.
"El papel fundamental de los sectores agrícola, forestal y de uso del suelo en toda la trayectoria de la transición energética de Brasil es fundamental y novedoso", declaró el diplomático el viernes 3 de octubre en un evento organizado por Cebri en Río de Janeiro.
Rosito enfatizó que Brasil está a la vanguardia de las discusiones sobre la alineación de las finanzas internacionales con los compromisos climáticos de Brasil en el marco del Acuerdo de París. "Lo que está sucediendo aquí, en términos de alinear las estrategias nacionales con los recursos financieros internacionales, es crucial para nosotros, que también estamos en la primera línea internacional".
El gobierno está estructurando un conjunto de mecanismos financieros para canalizar inversiones hacia la conservación y restauración ambiental. Entre ellos se encuentra la taxonomía sostenible brasileña —que define los criterios para clasificar las actividades económicas verdes— y una taxonomía rural centrada en la agricultura, la ganadería, la pesca y la silvicultura.
Esta taxonomía, explicó Rosito, debería incorporar temas como la bioeconomía, la biodiversidad y la economía circular en futuras fases. Otra área relevante es el programa de restauración de pastizales, PNCPD, que busca restaurar 40 millones de hectáreas en diez años, y las subastas Eco Invest, destinadas a financiar proyectos de restauración de tierras degradadas.
"La segunda subasta Eco Invest se dedicó íntegramente a la restauración de áreas degradadas y recaudó aproximadamente R$ 15 mil millones para este fin", afirma Rosito. Según ella, este es un recurso catalizador, con el potencial de liberar más de R$ 31 mil millones en inversión total, combinando recursos públicos y privados, para la restauración de tierras.
Estas iniciativas son estratégicas porque, al tiempo que reducen las emisiones asociadas con la deforestación y el uso indebido de la tierra, también crean bases productivas para la producción de biocombustibles, que desempeñan un papel fundamental en la descarbonización del sector del transporte y la sustitución de los combustibles fósiles.
Financiamiento para Soluciones Basadas en la Naturaleza
Al integrar las agendas de uso del suelo, energía y finanzas, el gobierno brasileño busca consolidar una narrativa en la que la transición energética y la transición ecológica vayan de la mano, al menos en la senda brasileña de descarbonización, que se promoverá en Belém. En el centro de esta estrategia se encuentra la Plataforma Brasileña de Inversiones Climáticas y Transformaciones Ecológicas (BIP), que reúne a cuatro ministerios y busca conectar políticas públicas, instrumentos financieros y objetivos climáticos.
Entre los sectores prioritarios de la BIP se encuentran las soluciones basadas en la naturaleza, que incluyen la producción de combustibles sostenibles, la restauración de la vegetación nativa y la agricultura regenerativa.
"Juntos, aportaremos soluciones al mundo", afirma la embajadora.
"Las expectativas sobre el papel de Brasil son muy altas, ya que todos nuestros recursos y potencial residen en soluciones basadas en la naturaleza y en los bosques. Este camino dependerá en gran medida de lo que ocurra aquí", argumenta. La diplomática coordina el trabajo técnico del Círculo de Ministros de Finanzas para la COP30, que reúne a más de 35 ministros y organizaciones internacionales para debatir cómo el sistema financiero global puede apoyar esta transición.
El grupo, según ella, busca "considerar el papel de los ministros y los bancos centrales en la movilización de la financiación climática". La embajadora explicó que el grupo trabaja en cinco prioridades que se publicarán en un informe el 15 de octubre, en la próxima reunión ministerial en Washington, Estados Unidos.
Las prioridades son ampliar el capital concesional y el uso de fondos climáticos; reformar los fondos multilaterales para apoyar estructuras financieras que atraigan más capital privado; y fortalecer la capacidad nacional y los mercados financieros nacionales.
Además, el grupo trabaja para movilizar capital privado, con especial atención a las garantías y la titulización de riesgos; y mejorar la regulación, incluyendo la interoperabilidad de las taxonomías y los mercados de carbono, y una mayor incorporación de los riesgos climáticos. Reglas financieras, los llamados "costos de la inacción".
"Brasil ha liderado esfuerzos para lograrlo, y las recomendaciones del informe también van en esa dirección", asegura.
"Brasil también, para la COP, lidera una coalición abierta para que podamos acelerar la integración de este mercado de carbono mediante mecanismos que, si bien no están totalmente armonizados, al menos alinean los mecanismos de reporte y verificación", afirma Rosito. El Fondo Forestal Tropical y el rol global de Brasil Entre las iniciativas que pretende llevar a la COP30 se encuentra una importante movilización gubernamental en torno al Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF), presentado por Brasil en la COP28 en Dubái.
El mecanismo, desarrollado en colaboración con el Banco Mundial, busca recaudar US$25 mil millones en capital junior —de los cuales más de US$1 mil millones fueron aportados por el propio Brasil— para financiar la conservación de los bosques tropicales en más de 30 países. "Es una idea innovadora porque no requiere donaciones, sino inversiones a largo plazo", afirmó Rosito.
Los recursos tendrían la capacidad de apalancar US$100.000 millones adicionales, según Rosito, lo que generaría ingresos estimados en alrededor de US$4.000 millones anuales, que se canalizarían a programas de conservación, sujetos a resultados comprobados y al monitoreo de la deforestación.
Fuente: Axis