Se trata de un segmento en el que la descarbonización está resultando compleja, ya que el 40% de sus emisiones se consideran difíciles de electrificar, y donde los combustibles sostenibles son la principal opción viable a corto y medio plazo.
Sin embargo, según la consultora Bain & Company, para 2030 habrá un déficit de aproximadamente el 20% en el suministro mundial de biocombustibles para el transporte aéreo, marítimo y pesado por carretera. Esta brecha podría aumentar hasta el 45% para 2040 si no se producen avances significativos en nuevas materias primas y tecnologías.
Este escenario ya está ejerciendo presión sobre mercados estructuralmente dependientes de las importaciones, como la Unión Europea, e indica un riesgo creciente para la viabilidad de la transición energética. Es en este contexto que Brasil se destaca como un proveedor estratégico, con un potencial real para liderar la respuesta global a la descarbonización del transporte. Como líder mundial en la producción de biomasa, en particular soja y caña de azúcar, el país proyecta un crecimiento de la producción de soja del 4% anual hasta 2030.
Actualmente, el 33% de la soja brasileña ya se procesa en el país, y el 55% del aceite de soja se destinará a la producción de biodiésel en 2024, lo que representa un aumento del 72% con respecto a 2017. La capacidad instalada de producción de aceite vegetal de Brasil ha crecido un 20% en los últimos dos años y tiene una capacidad ociosa de entre el 10% y el 15%, lo que permite un aumento de la producción con inversiones incrementales, según Bain.
El país también cuenta con un parque industrial maduro y consolidado, fruto de décadas de experiencia con el etanol y el biodiésel. La infraestructura actual de trituración y refinación es suficiente para satisfacer la demanda proyectada de biodiésel hasta 2029, con nuevos proyectos ya anunciados que deberían ampliar esta capacidad hasta 2030. Además, la logística nacional ya está integrada con el comercio internacional de productos agrícolas y energéticos.
Otra característica distintiva es la capacidad de crecimiento sostenible sin comprometer la seguridad alimentaria. Más del 60% de la soja brasileña se exporta aún en su estado natural, lo que permite un mayor procesamiento nacional. El crecimiento de la producción de biodiésel, proyectado en un 8% anual, es superior al de la soja, pero puede sostenerse con aumentos de productividad y la expansión a zonas ya desbrozadas o degradadas, sin necesidad de deforestar.
Felipe Cammarata, socio de Bain, señala que el país también está comenzando a avanzar en el desarrollo de nuevas materias primas. La macauba, por ejemplo, es una palmera nativa con un alto rendimiento oleaginoso que puede cultivarse en zonas degradadas. Otros cultivos de rotación, como la camelina y la carinata, también tienen un gran potencial y pueden utilizarse para diversificar el suministro de materias primas con un menor impacto ambiental, reducir la dependencia de los productos tradicionales y optimizar el uso de las tierras agrícolas durante la temporada baja. Cammarata enfatiza, sin embargo, que para permitir la escala de producción de estas alternativas, aún se requieren inversiones estructurales, como semillas adaptadas, certificación internacional, capacitación técnica para productores y adaptaciones logísticas e industriales.
Dado el avance de las regulaciones en los principales mercados de consumo, como la Ley Fit for 55 en Europa y la Ley de Reducción de la Inflación en EE. UU., se prevé un rápido crecimiento de la demanda de combustibles sostenibles. Con su abundante suministro de biomasa, su experiencia técnica y su escala industrial, Brasil puede convertirse en un proveedor clave de biocombustibles como el combustible para aviones (SAF), el aceite vegetal hidrotratado (HVO) y el biodiésel para el mundo. Bain describe cuatro pasos para liderar el sector de los biocombustibles:
Programas para promover la innovación agrícola, incluyendo capacitación de agricultores, incentivos y apoyo financiero para el desarrollo tecnológico que permita la adopción de cultivos rotativos;
Políticas públicas que garanticen la previsibilidad regulatoria y fomenten la exportación de biocombustibles y el uso de materias primas sostenibles; Inversiones en nuevas plantas de trituración y biorrefinación, e infraestructura de transporte adecuada para cultivos alternativos;
Consolidación de acuerdos comerciales con mercados estratégicos.
"Brasil tiene la oportunidad de liderar la producción sostenible de biocombustibles. Ser el granero de bioenergía del planeta es más que una función económica: es una estrategia para la seguridad energética y una contribución real a la descarbonización global", añade el socio consultor.
Fuente: Uagro - Universo Agro