En su tiempo, el proceso de apertura petrolera fue atacado por muchos voceros. Visto a la distancia, sin embargo, su saldo es más positivo que negativo. Primero, se logró la inclusión del sector privado —y no cualquier sector privado, sino el transnacional y local de más alto nivel— en el negocio de los hidrocarburos. Segundo, el país incrementó de forma sostenida la producción petrolera durante cada uno de los años del gobierno de Caldera, desde 1994 hasta 1998, inclusive. Esto, a pesar de los bajos precios del crudo en el mercado internacional durante su período y la crisis financiera asiática de finales de la década de 1990. Tercero, se reorganizó internamente el esquema organizacional de Pdvsa, adaptando la compañía a los estándares más competitivos que requería una corporación de esta índole en el mundo globalizado de finales del siglo XX y comienzos del XXI.
El proceso de apertura trajo consigo, además, una cifra que hoy parece imposible de alcanzar. Durante el segundo mandato de Caldera, solo por concepto del proceso de apertura petrolera, Venezuela recibió, conservadoramente, 30.000 millones de dólares por concepto de inversión privada. Para la Venezuela de 1998, cuyo PIB rondaba los 90.000 millones de dólares en aquella época, esta cifra representaba un impacto significativo. En la Venezuela actual, es complejo descifrarlo. Algunos analistas hablan de un PIB de 100.000 millones de dólares. En lo personal, prefiero pensar que la cifra podría ubicarse dentro del rango de los 50.000 millones a los 100.000 millones. Demasiada opacidad como para hacer un cálculo certero, amén de la falta de estadísticas oficiales sobre el particular.
Sea como fuere, una pregunta se hace evidente: ¿tiene la Venezuela de hoy la capacidad de atraer inversiones por 30.000 millones de dólares? ¿Puede incrementar la producción petrolera de forma significativa (no marginalmente)? ¿Está en capacidad de reorganizar el negocio petrolero, concretamente Pdvsa, para ajustar sus estándares a la tercera década del siglo XXI y a todos los cambios que se han percibido en el mercado energético?
Con tristeza, creemos que ello hoy no es viable, incluso con los mejores deseos y buenas intenciones. Pero es que las palabras y las buenas intenciones, por sí solas, no generan milagros. Venezuela hoy es un país aislado y estructuralmente inseguro para recibir inversiones de cuantía. Incluso países aliados o simpatizantes de la causa de las autoridades actuales, como es el caso de China y Rusia, no han invertido cifras significativas en los últimos años, aunque en el pasado sí lo hicieron. Desde afuera se percibe que sí, que hay una simpatía ideológica, pero, a nivel de implementación de proyectos conjuntos en materia económica, son muchas las dudas y el temor frente a la corrupción, la mala praxis, los proyectos inacabados, las promesas incumplidas y las deudas acumuladas.
En todo caso, no se puede llorar ahora por la leche derramada. Creo que la Agenda Venezuela arroja una nota positiva, puesto que nos recuerda que sí es posible desarrollar un modelo de políticas públicas que permita fortalecer el rol del sector privado en la economía, poner a Venezuela en el primer nivel de inversión mundial como mercado emergente y orientar el rol del Estado hacia tareas que realmente le competen. ¿Qué hubiera pasado si hubiésemos seguido el camino trazado por el proceso de apertura petrolera? Muy probablemente estaríamos en otro estadio de desarrollo, sin una industria petrolera por reconstruir y con desafíos más cercanos a la modernidad. Pero no importa, retomemos el camino para encontrar ese destino.
Fuente: El Nacional