Desde hace muchas décadas está comprobado que cualquier medida o política que adopte el gobierno para superar toda crisis económica tiene que cumplir, previamente, con el principio de gastar menos y producir más.
La solución es simple y todo depende de que tome conciencia de que debe actuar con mucha firmeza y energía –así fuese sacrificando su popularidad– consigo mismo y sus colaboradores que no podrán darse “licencias operativas a caprichos y creencias de saber más”, cuando, generalmente, se sabe poco o nada. Entre esas licencias está el caso de las empresas públicas que no deben trabajar al azar, a creer que están bien manejadas cuando les falta mucho por hacer para alcanzar metas, produciendo y haciendo vislumbrar posibilidades de triunfo. Muchos estudios fueron hechos para reestructurarlas y dirigirlas con criterios profesionales técnicos, eficientes, de excelente administración, pero que han quedado archivados.

Cada gobierno dijo que, bajo su administración, cada una se convertirá en entidad productiva y rentable; pero la realidad fue contraria a promesas y hasta juramentos. Lo cierto es que fueron creadas para trabajar por el país, pagar las inversiones hechas en ellas, cancelar oportunamente sus deudas, producir utilidades, diversificar su economía, cooperar al desarrollo y progreso de la empresa y contribuir seriamente a la solución de los problemas del país. Hasta ahora ¿qué se ha hecho? Ser deficitaria y depender de ayudas del gobierno, cooperar con el partido y ser una rémora para el Estado por convertirse en carga muy pesada e insoportable para el gobierno.

Fuente El Diario

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