EL DEBER
“El fuego vino como un huracán. Llegó desde el otro lado del río. Mi esposo estaba solo, nosotros nos habíamos ido, porque mi hijito estaba enfermo. Cuando comenzó a arder el techo de motacú, le echó un balde con agua y fue como echarle gasolina”, cuenta Margarita Tacuchabá, casera de la hacienda Charleston, que al mediodía del domingo fue arrasada por el fuego.
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