Por las bajas temperaturas, el Gobierno tuvo que importar cargamentos de gasoil para suplantar el gas direccionado a los hogares. Y en la industria se incrementaron los cortes, lo que agrava el parate económico. El sistema eléctrico también sigue en jaque por la demanda de los equipos de calefacción. ¿La amenaza latente? Los cortes programados.
TNS LATAM
  
"Winter is coming". La frase que popularizó la serie Game of Thrones sirve para representar la preocupación, y también la ansiedad, que provoca la llegada del invierno entre los técnicos del área energética del Gobierno. En las últimas semanas, la proliferación de señales de alarma avizora un período en el que el suministro de gas y electricidad estará comprometido. El martes 16 de mayo la temperatura en la ciudad de Buenos Aires registró una mínima de siete grados y disparó una alarma en Cammesa, la empresa que administra el mercado eléctrico mayorista (MEM).
 
Por las bajas temperaturas, la demanda de gas de los hogares se disparó y redujo a la mitad la oferta del fluido disponible para las usinas termoeléctricas. La situación se repitió el miércoles y jueves, con el termómetro marcando térmicas inferiores a los 10 grados. La inclemencia precoz del clima -que no fue prevista por la mayoría de los meteorólogos- obligó al Gobierno a importar de urgencia cargamentos de gasoil para suplantar el gas que se redireccionaba a los hogares. Las industrias, en tanto, sufrieron una acentuación de los cortes del suministro de gas, lo que combinado con la recesión de la actividad no hace más que incrementar el parate de la economía.
 
La caída de la producción local de gas -superior al 25% desde 2005 a la fecha- es el corazón de la crisis energética heredada a partir de las políticas aplicadas por el kirchnerismo. Su máximo exponente, el ex ministro de Planificación Julio De Vido, quedó esta semana muy comprometido, tras el surrealista episodio del ex subsecretario de Obras Públicas, José López, su ex número dos en el Ministerio, y sus valijas con u$s 9 millones escondidos en un convento de General Rodríguez.
 
Sin embargo, si la falta de gas es el origen, el deterioro del sistema eléctrico es la variable que más afecta sobre el humor social. El viernes de la semana pasada, con una mínima de 3° en la Ciudad, el uso masivo de equipos de aire acondicionado -un 60% de los edificios construidos desde 2010 está obligado a calefaccionarse con energía porque no cuenta con gas natural- sobrecargó las redes de distribución de Edenor y Edesur y dejó sin servicio a más de 40.000 hogares porteños. Si mayo de este año fue el tercero más frío en la serie de los últimos 80 años, junio tampoco da tregua.
 
El diagnóstico en el Ministerio de Energía y Minería es unívoco: el que empieza el próximo martes no será un invierno sencillo de sobrellevar. Los más alarmistas lo comparan con el de 2007, recordado por la primera nevada en Buenos Aires en 50 años. No parece, a priori, ser el caso de un invierno tan crudo. Sin embargo, los funcionarios de la cartera que dirige Juan José Aranguren ya trazaron un esquema de contingencia: saben que deberán convivir -como los últimos 10 años- con la aplicación de restricciones al consumo de gas a industrias y también al GNC cuando el frío se extienda en los centros urbanos. También que la red eléctrica tropezará cuando los cables y las subestaciones no logren resistir el incremento de la demanda de los equipos de calefacción. El límite que no quiere perforar el Gobierno es la implementación de cortes programados de electricidad por falta de generación disponible, tal como sucedió en el verano, pocos días después del debut de Aranguren como ministro.
 
Rescate regional A esa tarea están abocadas las autoridades del área eléctrica. "Si se produce alguna salida de planta no prevista de una central de gran porte y el suministro desde Brasil se complica, no se puede descartar que se deba recurrir a cortes programados por la falta de generación eléctrica disponible", explicó el presidente de una de las mayores empresas eléctricas del país.
 
Hace 15 días, funcionarios argentinos firmaron un memorando de entendimiento con sus pares de Brasil para importar de urgencia energía desde centrales termoeléctricas ubicadas al sur de ese país. Es la primera vez que se firma un contrato de este tipo. Cammesa prevé importar hasta 1.300 megawatt (Mw) llevando al máximo la capacidad de transporte de alta tensión regional.
 
El convenio, que está demorado debido al delicado escenario político de Brasil, que motivó cambios constantes en el gabinete del presidente Michel Temer, permitirá a la Argentina pagar u$s 80 por cada MWh importado. Es un buen precio si se lo compara con el importe de la energía termoeléctrica que llega desde Uruguay, que supera los u$s 245. Cuando las reservas hídricas de la represa Salto Grande -que cubre un 60% de la demanda de ese país- son altas, la Argentina también puede importar energía de parques eólicos instalados en el departamento esteño de Rocha. El aprovechamiento del viento es una de las grandes apuestas del gobierno de Mauricio Macri, que apronta para agosto una licitación para favorecer la construcción de granjas de aerogeneradores por 600 Mw.
 
La obsesión de las autoridades es asegurar una potencia disponible de 25.000 Mw de electricidad para el invierno. El récord vigente para un día de invierno es de 23.063 registrado en junio de 2015. Pero la industria espera que este año se bata esa marca. La antigüedad y el deterioro del parque termoeléctrico no ayuda: casi un 25% de las máquinas instaladas -cerca de 6.000 Mw, en su mayoría equipos turbovapor con varias décadas en uso- permanecen indisponibles por problemas técnicos.
 
Importación creciente Complicado el abastecimiento de gas, Cammesa ordenó en las últimas tres semanas la importación de más de 20 cargamentos de gasoil para asegurar la provisión de usinas. En total, la empresa que administra el sector eléctrico está comprando nueve cargamentos de gasoil cada dos semanas, el equivalente a 35.000 metros cúbicos diarios del combustible. Son volúmenes que están por encima de la media de los últimos cuatro años. A raíz de eso, este año se importarán cerca de 3,45 millones de m3 de gasoil, un 20% más que en 2015. "Estamos resolviendo la logística marítima y terrestre para cubrir el suministro de líquidos en julio y agosto, los meses más fríos del año", aseguraron allegados al Ministerio de Energía.
 
El incremento de la importación de gasoil hasta niveles imprevistos hasta hace dos meses es el resultante de otro traspié climático: la temporada de lluvias en la región del Comahue, la mayor reserva hidroeléctrica del país, se reparte entre mayo y agosto. El mes pasado no llovió y en lo que va de junio tampoco. 2016 será un año seco, asumen en el sector. Los magros caudales de El Chocón y Piedra del Águila, las principales represas de punta, que cumplen un rol estratégico porque cubren los picos de consumo eléctrico, obligan a importar más gasoil para superar esa faltante.
 
El bajo precio internacional del petróleo le juega a favor al Tesoro. El valor del gasoil importado ronda los u$s 11 por millón de BTU (unidad de medida), la mitad que en 2014. Sin embargo, el aumento de la cantidad de barcos de gasoil que llegan desde el exterior puso en riesgo una de las principales banderas del macrismo para justificar la suba de tarifas: la reducción de los millonarios subsidios que requiere el sector eléctrico, una de las injustificables herencias fiscales que dejó el kirchnerismo, que se rehusó durante 15 años a actualizar las tarifas en Buenos Aires, la región más rica del país.
 
Agujero fiscal Es que pese al incremento de las tarifas que cobran Edenor y Edesur -superior, en algunos casos, al 400%-, que permiten transferir sobre la demanda (hogares, industrias y comercios) parte de los costos reales del sistema, los subsidios eléctricos seguirán en niveles desproporcionados. Según números del Ministerio de Energía y Minería a los que accedió El Cronista, el año pasado Cammesa recibió subvenciones por $ 59.000 millones. A un tipo de cambio medio de $ 9, fueron unos u$s 6.500 millones. Para 2016 se prevén subsidios por más de $ 88.000 millones. Con el dólar en torno a los 15 pesos, serán cerca de u$s 5.700 millones. Es decir, a pesar del reacomodamiento de las tarifas de Buenos Aires para sincerar los costos de la energía, los subsidios sólo caerán un 12 por ciento.
 
"El precio mayorista que pagan los hogares es, en el peor de los casos, de $ 320 por MWh consumido, cuando el costos real es de $ 980, por lo que el Estado sigue cubriendo las dos terceras partes de esa cifra. A eso se le suma el valor adicional de las importaciones de gasoil y de energía desde Brasil y Uruguay que impactará en la cuenta final de subvenciones", explicaron desde una generadora.
 
El segmento más afectado es el industrial. No sólo porque durante el invierno sufre recurrentes cortes al abastecimiento de gas que afectan la operación de sus plantas. Compañías de todos los rubros y tamaños como las del polo petroquímico de Bahía Blanca (Profértil y Dow); las siderúrgicas Siderar, Siderca y Acindar, las automotrices (Ford, Volkswagen y General Motors) y también otras de menor consumo, como Mastellone y Danone, Cargill y la cementeras Loma Negra ya naturalizaron esa situación. Sino también porque la crudeza del invierno provocará un salto importante del precio de la electricidad que deben afrontar.
 
A diferencia de los hogares, los grandes usuarios deben pagar también los Sobrecostos Transitorios de Despacho del sistema. Esa cuenta condensa la evolución del costo de la energía a lo largo de todo el año. Como entre mayo y agosto se dispara la necesidad de utilizar combustible importado caro -el gasoil cuesta un 60% más que el gas (LNG) que llega por barco a Bahía Blanca-, las industrias llegan a pagar hasta u$s 85 por la electricidad que consumen.
 
"Hasta hace seis meses, el precio promedio de la energía para la industria rondaba los u$s 55. Por las correcciones de precios que implementó el Gobierno en febrero, durante el invierno ese importe aumentará un 70%", explicó el gerente comercial de una gran industria del Gran Rosario. Con ese mar de fondo, la única alternativa tanto para funcionarios como para privados parece ser encomendarse al clima y pedir que las temperaturas no sean tan rigurosas como las esperadas