Fuente: EL DÌA
Lo que estamos viviendo es un proceso lento, pero difícil y doloroso", así describe la coyuntura macroeconómica actual de los países latinoamericanos y en particular de Sudamérica, el economista jefe del Banco Mundial para América Latina y Caribe, Augusto de la Torre.
El experto se contactó con El Día y nos describió cómo la caída de los precios de las materias primas o los commodities, nos ha puesto en el dilema de "flexibilizar o hacer ajustes al gasto".
La bonanza de diez años, luego de la abrupta caída de precios y asentada en la "economía real" resultó siendo todo un "espejismo", "cuya exposición a los commodities de parte de Sudamérica es única en el mundo", apunta.
P.¿Cómo cataloga este momento de caída de los precios?
A.T.: La situación es difícil y no debemos de engañarnos. Lo que estamos experimentando especialmente en Sudamérica es una reducción del ingreso, porque los precios de nuestros principales productos de exportación han caído. Esa es la realidad, aunque políticamente es difícil reconocerlo, dado que cayó el ingreso y hay que adaptarse ajustando el gasto. Y lo que está pasando, es que la región se está adaptando de manera gradual a estas nuevas condiciones. Es un proceso más prolongado de lo que esperábamos.
P. ¿Nos tomó de sorpresa?
A.T.: Latinoamérica está en el quinto año de desaceleración.
El proceso de desaceleración empezó en el 2012 y estamos entrando en el 2016 al quinto año de ese proceso. Y la desaceleración a partir del 2015 se convirtió en recesión. El año pasado Latinoamérica toda experimentó una contracción de su economía.
Lamentablemente las proyecciones para el 2016 sugieren una nueva contracción, lo que significa un segundo año de recesión en el orden de medio a un punto porcentual.
P. ¿ Y en el caso de la región?
A.T.: Algunos países han sentido a partir el 2012; en cambio Bolivia al igual que Ecuador, están sintiendo más recientemente.
En Bolivia no se revirtieron los “términos de intercambio”(precios de las exportaciones divididos por los precios de las importación), sino hasta más tarde. Al igual que Ecuador pudieron mantener un término de gasto a un ritmo más prolongado. Pero ya se nota en este 2016 la situación se ha vuelto más tensa, por lo tanto la economía doméstica debe tramitar esta adaptación, este ajuste.
P. ¿En qué se diferencia este momento con la crisis del pasado?
A.T.: Este momento difícil por el que atraviesa la región es distinto de las crisis financieras y macroeconómicas que solíamos tener en los años 90, cuyo epicentro era una reversión en los flujos de capital que le forzaban a la región hacer unos ajustes violentos y enormes.
En este caso, lo que estamos viviendo es un proceso lento, pero difícil y doloroso, en donde el epicentro no es una reversión de los flujos de capitales sino golpe que viene por la cuenta corriente de la balanza de pagos, asociada a la caída de los precios de los commodities.
P. ¿Se desaprovecharon ese superciclo de las commodities?
A.T.: Nada es perfecto. Nunca se puede esperar que cuando los países viven un superciclo de los buenos precios, no se puede esperar que todo sea perfecto. En nuestro balance es que hubo cosas muy positivas, pero también hay lecciones duras que aprender.
En el lado positivo, es indudable que el boom de los commodities tuvo efectos progresivos, sobre todo en los sectores sociales de la región. Promovió la reducción de la pobreza y gestó el aumento de las clases por encima de la media. Esas son realidades, se cambió la estructura social de América Latina, descendió las desigualdades del ingreso y de manera concreta como sucedió en Bolivia.
P. ¿Y cómo ve a Bolivia, que se quedó en atraer inversión?
A.T.: Bolivia es una excepción. Porque la mayor parte de los países de Sudamérica que experimentaron esta bonanza de buenos precios, pero también experimentaron un boom de inversión extranjera directa. Esto se ve en Brasil, Perú, Chile, Colombia, Uruguay.
En cambio en Bolivia y Ecuador fueron dos países donde el boom de los commodities no estuvo acompañado en la misma dimensión de inversión extranjera directa.
P. ¿Eso quiere decir que nos gastamos esos buenos ingresos?
A.T.: En los dos países, Ecuador y Bolivia, los recursos de la bonanza se canalizaron principalmente por vía del sector público. La diferencia entre ambos países es que Bolivia ahorró mucho más de esa ganancia y no se excedió en gasto público, tiene un nivel importante de ahorros que puede ayudarle a amortiguar la transición.
En cambio Ecuador, hizo lo contrario, los gastó todo en mejora de infraestructura, a decir verdad, pero se quedó sin ahorros líquidos para la transición actual.
P. ¿Qué se viene en perspectiva en ese contexto?
R.G.: Nosotros decimos tres cosas al respecto: hay que aprender del pasado, lo que significa evitar caer en espejismos. A veces los precios de los commodities suben pero si no se quedan en ese nivel alto y de pronto bajan, como está sucediendo, entonces el aumento del poder adquisitivo termina siendo un espejismo. Perú, en ese sentido, hizo bastante bien el aumento del poder adquisitivo, ahorró mucho y no dejó que su tasa de ahorro caiga y manejó la situación con más prudencia.
P. Las corrupción ha sido común en estos años, ¿eso lastima la situación macroeconómica?
A.T.: El problema de la corrupción es algo endémico de las sociedades en desarrollo. Nadie se lleva el premio por ese lado, todos los países tienen algún grado de este problema. Cuando hay periodos de abundancia, a veces hay incentivos para que haya más corrupción, por el simple hecho que las rentas de esta bonanza son atractivas y puede generar cierto tipo de comportamientos perversos.
Pero el efecto más importante no va por ese camino, sino va por la manera cómo se tramita el gasto agregado de la economía este tipo de ganancias extraordinarias.
P. ¿Cuál es el consejo para afrontar esta situación?
A.T.: La lección más importante a todo esas consideración es mantener un óptimo nivel de ahorro, evitar el gasto público, hacer mayor apertura comercial. Además, hay que hacer posible la presencia de un sector privado más flexible que pueda responder de manera más rápida con aumentos de producción, para evitar todo este tipo de bonanzas seguidas de crisis. Creo que la región tiene mucho que aprender de este ciclo.
Lo que estamos viviendo es un proceso lento, pero difícil y doloroso", así describe la coyuntura macroeconómica actual de los países latinoamericanos y en particular de Sudamérica, el economista jefe del Banco Mundial para América Latina y Caribe, Augusto de la Torre.
El experto se contactó con El Día y nos describió cómo la caída de los precios de las materias primas o los commodities, nos ha puesto en el dilema de "flexibilizar o hacer ajustes al gasto".
La bonanza de diez años, luego de la abrupta caída de precios y asentada en la "economía real" resultó siendo todo un "espejismo", "cuya exposición a los commodities de parte de Sudamérica es única en el mundo", apunta.
P.¿Cómo cataloga este momento de caída de los precios?
A.T.: La situación es difícil y no debemos de engañarnos. Lo que estamos experimentando especialmente en Sudamérica es una reducción del ingreso, porque los precios de nuestros principales productos de exportación han caído. Esa es la realidad, aunque políticamente es difícil reconocerlo, dado que cayó el ingreso y hay que adaptarse ajustando el gasto. Y lo que está pasando, es que la región se está adaptando de manera gradual a estas nuevas condiciones. Es un proceso más prolongado de lo que esperábamos.
P. ¿Nos tomó de sorpresa?
A.T.: Latinoamérica está en el quinto año de desaceleración.
El proceso de desaceleración empezó en el 2012 y estamos entrando en el 2016 al quinto año de ese proceso. Y la desaceleración a partir del 2015 se convirtió en recesión. El año pasado Latinoamérica toda experimentó una contracción de su economía.
Lamentablemente las proyecciones para el 2016 sugieren una nueva contracción, lo que significa un segundo año de recesión en el orden de medio a un punto porcentual.
P. ¿ Y en el caso de la región?
A.T.: Algunos países han sentido a partir el 2012; en cambio Bolivia al igual que Ecuador, están sintiendo más recientemente.
En Bolivia no se revirtieron los “términos de intercambio”(precios de las exportaciones divididos por los precios de las importación), sino hasta más tarde. Al igual que Ecuador pudieron mantener un término de gasto a un ritmo más prolongado. Pero ya se nota en este 2016 la situación se ha vuelto más tensa, por lo tanto la economía doméstica debe tramitar esta adaptación, este ajuste.
P. ¿En qué se diferencia este momento con la crisis del pasado?
A.T.: Este momento difícil por el que atraviesa la región es distinto de las crisis financieras y macroeconómicas que solíamos tener en los años 90, cuyo epicentro era una reversión en los flujos de capital que le forzaban a la región hacer unos ajustes violentos y enormes.
En este caso, lo que estamos viviendo es un proceso lento, pero difícil y doloroso, en donde el epicentro no es una reversión de los flujos de capitales sino golpe que viene por la cuenta corriente de la balanza de pagos, asociada a la caída de los precios de los commodities.
P. ¿Se desaprovecharon ese superciclo de las commodities?
A.T.: Nada es perfecto. Nunca se puede esperar que cuando los países viven un superciclo de los buenos precios, no se puede esperar que todo sea perfecto. En nuestro balance es que hubo cosas muy positivas, pero también hay lecciones duras que aprender.
En el lado positivo, es indudable que el boom de los commodities tuvo efectos progresivos, sobre todo en los sectores sociales de la región. Promovió la reducción de la pobreza y gestó el aumento de las clases por encima de la media. Esas son realidades, se cambió la estructura social de América Latina, descendió las desigualdades del ingreso y de manera concreta como sucedió en Bolivia.
P. ¿Y cómo ve a Bolivia, que se quedó en atraer inversión?
A.T.: Bolivia es una excepción. Porque la mayor parte de los países de Sudamérica que experimentaron esta bonanza de buenos precios, pero también experimentaron un boom de inversión extranjera directa. Esto se ve en Brasil, Perú, Chile, Colombia, Uruguay.
En cambio en Bolivia y Ecuador fueron dos países donde el boom de los commodities no estuvo acompañado en la misma dimensión de inversión extranjera directa.
P. ¿Eso quiere decir que nos gastamos esos buenos ingresos?
A.T.: En los dos países, Ecuador y Bolivia, los recursos de la bonanza se canalizaron principalmente por vía del sector público. La diferencia entre ambos países es que Bolivia ahorró mucho más de esa ganancia y no se excedió en gasto público, tiene un nivel importante de ahorros que puede ayudarle a amortiguar la transición.
En cambio Ecuador, hizo lo contrario, los gastó todo en mejora de infraestructura, a decir verdad, pero se quedó sin ahorros líquidos para la transición actual.
P. ¿Qué se viene en perspectiva en ese contexto?
R.G.: Nosotros decimos tres cosas al respecto: hay que aprender del pasado, lo que significa evitar caer en espejismos. A veces los precios de los commodities suben pero si no se quedan en ese nivel alto y de pronto bajan, como está sucediendo, entonces el aumento del poder adquisitivo termina siendo un espejismo. Perú, en ese sentido, hizo bastante bien el aumento del poder adquisitivo, ahorró mucho y no dejó que su tasa de ahorro caiga y manejó la situación con más prudencia.
P. Las corrupción ha sido común en estos años, ¿eso lastima la situación macroeconómica?
A.T.: El problema de la corrupción es algo endémico de las sociedades en desarrollo. Nadie se lleva el premio por ese lado, todos los países tienen algún grado de este problema. Cuando hay periodos de abundancia, a veces hay incentivos para que haya más corrupción, por el simple hecho que las rentas de esta bonanza son atractivas y puede generar cierto tipo de comportamientos perversos.
Pero el efecto más importante no va por ese camino, sino va por la manera cómo se tramita el gasto agregado de la economía este tipo de ganancias extraordinarias.
P. ¿Cuál es el consejo para afrontar esta situación?
A.T.: La lección más importante a todo esas consideración es mantener un óptimo nivel de ahorro, evitar el gasto público, hacer mayor apertura comercial. Además, hay que hacer posible la presencia de un sector privado más flexible que pueda responder de manera más rápida con aumentos de producción, para evitar todo este tipo de bonanzas seguidas de crisis. Creo que la región tiene mucho que aprender de este ciclo.