Brasil está experimentando una transformación silenciosa. En poco más de una década, los paneles solares han pasado de ser una rareza a ocupar tejados de todo el país. Hoy en día, el 97% de la llamada generación distribuida (electricidad que los propios consumidores generan e inyectan directamente a la red) proviene de estos dispositivos. Esto ha cambiado la forma en que millones de hogares y empresas consumen energía (pagando menos en sus facturas) y ha creado una cadena económica de decenas de miles de empleos.
Pero esta misma expansión acelerada ha colocado al sistema eléctrico en una situación para la que no fue diseñado. La red brasileña estaba acostumbrada a operar con grandes centrales hidroeléctricas, térmicas y eólicas, todas con despacho centralizado. De repente, se le sumaron millones de pequeñas centrales distribuidas en tejados, todas produciendo simultáneamente cuando el sol es fuerte. Durante estos períodos, la energía solar puede representar hasta el 40% del suministro nacional, por delante de la hidroeléctrica. La factura de la luz solar: Cómo el auge de los paneles solares se convirtió en un problema para el sistema eléctrico
Cómo el sector eléctrico brasileño se convirtió en el destino predilecto de las inversiones chinas
Brasil tiene excedentes de energía, pero las facturas de la luz no bajan. ¿Por qué? El resultado en sí es excelente: energía limpia a raudales. Pero también hay problemas. Los paneles solares generan distorsiones tarifarias, aumentan la complejidad operativa de la red y concentran las ventajas en una porción relativamente pequeña de la población. Atención. El debate no se trata de estar "a favor" o "en contra" de la energía solar. La cuestión es garantizar que el uso de esta fuente siga creciendo sin perjudicar al resto del sistema y sin transferir costos a quienes no pueden permitirse instalar un panel en su tejado.
Cuando el incentivo funciona demasiado bien. Para entender cómo llegamos a esta situación, vale la pena retroceder en el tiempo. En 2012, Brasil creó el sistema de compensación energética. Quienes instalaran paneles solares podían inyectar el excedente en la red y recibir créditos equivalentes para usar por la noche. Era como si el contador de electricidad funcionara al revés la mayor parte del tiempo. Esta lógica sirvió como impulso inicial. Posteriormente, la caída de los precios de los equipos, la proliferación de empresas instaladoras y la facilidad de adopción transformaron los paneles solares en una inversión atractiva, cada vez más accesible para la clase media. En tan solo unos años, la energía de los tejados cobró escala y relevancia. Este escenario ya se ha repetido en otros países. Alemania, Italia, California, Vietnam y Australia han experimentado períodos de expansión acelerada, cada uno a su manera. Así lo explica Marco Delgado, doctor en planificación energética y exasesor de la Cámara de Comercialización de Energía Eléctrica (CCEE).
Recuerda que, antes de que Brasil sintiera este impacto, los operadores en Estados Unidos ya advertían sobre los efectos de tanta generación solar dispersa. Los estudios comenzaron a mostrar la llamada "curva del pato", término utilizado para describir lo que ocurre cuando hay una alta producción al mediodía y una caída brusca al final de la tarde. Esta intensa inserción diurna y la rápida caída al atardecer empiezan a generar una distorsión en la curva de carga del sistema, lo que supone un reto para los operadores, afirma.
Cuando decenas de miles de paneles empiezan a generar simultáneamente, el consumo neto disminuye significativamente. Horas después, al ponerse el sol, la red necesita reponer rápidamente el suministro de las centrales eléctricas convencionales. Este vaivén es difícil de gestionar y requiere ajustes constantes, como cortes forzados en la generación hidroeléctrica y en los grandes parques solares o eólicos, que causan pérdidas a las empresas del sector. En EE. UU., este movimiento se produjo en un sistema dividido en operadores regionales. Aquí, la operación está centralizada para todo el país. "La diferencia radica en que allí, la regulación comenzó con una fuerte autonomía estatal. Aquí, la operación es nacional", explica Delgado.
A pesar de estas diferencias, la dinámica económica y técnica es similar. Los menores costes, las ventajas iniciales y un ritmo acelerado hacen que la red se enfrente a retos que antes no existían. Lo que ha hecho el mundo: Cuando el volumen de paneles solares crece demasiado, el debate cambia de naturaleza. La cuestión ya no es cómo impulsar esta tecnología, sino cómo integrarla de forma equilibrada.
La experiencia internacional muestra tres caminos principales:
1) Ajustar los incentivos según la madurez tecnológica. En Alemania e Italia, los incentivos iniciales eran elevados, pero seguían un patrón de escalamiento programado. A medida que se cumplían los objetivos de capacidad y los paneles se abarataban, el beneficio de los nuevos sistemas disminuía. Esto mantuvo el ritmo de expansión sin crear distorsiones duraderas. Cuando esta evaluación no se realiza con cuidado, el resultado suele ser tenso. España adoptó tarifas muy generosas, acumulando un déficit. Un déficit multimillonario obligó a la empresa a recortar retroactivamente los subsidios.
Estos ejemplos ilustran algo relevante para Brasil. Los subsidios actúan como un trampolín, no como una vía permanente. Si se prolongan demasiado, terminan creando desigualdades tarifarias y obstaculizando el desarrollo de otras soluciones que complementen los paneles solares. Revisión del sistema de compensación: La medición neta, el sistema de compensación, tiene sentido cuando hay pocos paneles conectados. A medida que se multiplican las instalaciones, puede generar efectos contrarios a los deseados. Esto es lo que ocurrió en varios estados de Estados Unidos.
El caso más conocido es Hawái. Allí, el regulador decidió eliminar la compensación completa para los nuevos clientes. En su lugar, creó dos modalidades. Una remunera la energía inyectada a un valor inferior al precio cobrado al consumidor. La otra incentiva a quienes combinan paneles con baterías y apenas exportan energía, concentrando el uso en el autoconsumo. El debate es especialmente delicado en países como Brasil, donde quienes instalan tienen un perfil socioeconómico muy diferente al de quienes no pueden hacerlo. Los costos terminan trasladándose a los consumidores que simplemente no tienen el presupuesto para generar energía en casa.
Modernización de la red para gestionar el exceso de energía: El tercer grupo de soluciones se centra en la tecnología y la operación. En regiones de Australia con una fuerte penetración de paneles solares, las distribuidoras han comenzado a aplicar límites flexibles. En lugar de restringir permanentemente la cantidad de energía que cada hogar puede enviar a la red, la limitación solo se aplica durante los períodos de congestión del sistema. Este tipo de solución solo funciona porque la red australiana ha experimentado una profunda digitalización. Los medidores inteligentes transmiten datos en tiempo real y los sistemas de automatización guían el flujo de energía según el estado de cada sección de la red.
En Brasil, este proceso aún se encuentra en sus etapas iniciales. Pero la necesidad se ha hecho más evidente a medida que se multiplican los episodios de exceso de energía durante el día. Tarifas que se alinean con el sol: Aquí es donde entran en juego las reflexiones de Carlos Evangelista, presidente de la Asociación Brasileña de Generación Distribuida. Evangelista sigue la línea de los países con una gran presencia de paneles solares al revisar sus normas de remuneración.
Evangelista señala que los mercados más maduros adoptan tarifas que varían según la hora del día y la temporada. Esto permite a los consumidores saber cuándo la energía es barata y cuándo es cara. En muchos lugares, el precio de inyectar energía al mediodía es tan bajo que incluso puede volverse negativo, lo que significa que se pierden créditos si se hace. "Si el costo de la inyección es negativo, vale la pena almacenarla en baterías y descargarla más tarde, cuando la energía es más cara", afirma.
Esta lógica solo tiene sentido con una red inteligente. Los inversores, por ejemplo, deben poder reducir la exportación de energía durante los períodos de exceso. Y las distribuidoras necesitan visibilidad de lo que sucede en cada barrio. "En el extranjero, se utilizan los llamados medidores inteligentes. En Brasil, todavía necesitamos reemplazar el 90% de los equipos con versiones 'inteligentes'", dice Evangelista. Esto sirve como recordatorio de que el debate sobre los paneles solares no se resuelve simplemente ajustando las reglas. Requiere inversión en infraestructura, tecnología y una nueva forma de organizar el sistema eléctrico.
La experiencia internacional demuestra que los países que más han avanzado en energía solar distribuida combinan paneles, almacenamiento, movilidad eléctrica y redes digitales. En algunas regiones, la energía solar en tejados ya cubre prácticamente toda la demanda del mediodía sin comprometer la estabilidad del sistema. Lo que Brasil puede hacer actualmente: Con base en estas experiencias y los análisis de Delgado y Evangelista, es posible organizar las opciones de incentivos brasileñas sin caer en extremos.
Una primera vía sería reducir el modelo de compensación, otorgando menos créditos en las facturas de electricidad a los propietarios de paneles solares, ahora que estos dispositivos son más económicos y la energía fotovoltaica ya representa más del 20% de nuestra matriz eléctrica. Otro paso sería adoptar diferentes tarifas. Las tarifas con variaciones horarias, después de todo, crean espacio para las baterías. Permitirían "desplazar en el tiempo" la energía generada, minimizando la "curva de pato" y evitando la carga económica de los cortes forzados de generación.
Brasil no necesita elegir entre energía solar y estabilidad de la red. Necesita encontrar la manera de integrar la primera sin sacrificar la segunda. Esto implica revisar cuidadosamente los incentivos y crear un entorno equilibrado. Un entorno que permita el crecimiento de la energía solar, pero sin imponer la carga a quienes menos pueden permitírsela.
Fuente: Invest News
