Durante semanas, los ojos del sector energético boliviano estuvieron puestos en el sur del país, en una planicie polvorienta de la provincia Arce, donde una torre metálica se alzaba entre el monte chaqueño. Allí, a 8 kilómetros de la ciudad fronteriza de Bermejo, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) realizaba pruebas decisivas en el pozo Bermejo X46D, un proyecto que nació con la esperanza de hallar un megacampo capaz de revitalizar la alicaída producción gasífera.
La expectativa era alta. No solo por la inversión —518 millones de bolivianos, equivalentes a unos 75 millones de dólares—, sino porque Bolivia atraviesa una de sus etapas más críticas en materia de reservas. Cada metro cúbico descubierto se mira con esperanza y con cálculo político. Sin embargo, el resultado fue más modesto que los anuncios iniciales. El Bermejo X46D no es un megacampo, sino un pozo positivo de producción comercial que aportará gas condensado, principalmente para cubrir la demanda interna.
Fuente: El Deber
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