EnergíaOn recorrió de punta a punta la megaobra del oleoducto Vaca Muerta Oil Sur (VMOS), un desarrollo que promete generar exportaciones por hasta 15.000 millones de dólares anuales.
En las maratones siempre vemos la foto del corredor cruzando la línea de meta, pero toda la carrera comienza con un primer paso. Por eso, desde EnergíaOn recorrimos de punta a punta la traza del oleoducto Vaca Muerta Oil Sur (VMOS), una obra que hoy está en las primeras zancadas de su maratón y que cambiará el perfil exportador del petróleo de Argentina con la promesa de generar ventas por 15.000 millones de dólares al año. El viaje comienza a las 5 de la mañana, cuando Cipolletti aún duerme y en la Secretaría de Energía de Río Negro, encargada de autorizar el proyecto, solo está su sereno. La traza del oleoducto, el puerto y la enorme playa de tanques de almacenamiento están íntegramente en la provincia de las peras y las manzanas, que avanza ahora hacia un futuro prometedor, como polo exportador del petróleo que viene desde Neuquén, desde Vaca Muerta.

La primera parte del sistema, el oleoducto de 130 kilómetros que conecta el corazón petrolero del país como es el área Loma Campana, con la cabecera de todos los caños que es Allen, ya está terminada y en funcionamiento. Fue un desarrollo que encaró en solitario YPF como preludio de la mega obra que es el sistema VMOS, que demandará una inversión de más de 3.000 millones de dólares. Constituida como una sociedad en sí misma, VMOS es un consorcio formado por las empresas que aportarán fondos y, sobre todo, el petróleo para exportar: YPF, Vista, Shell, Pan American Energy, Pampa Energía, Pluspetrol, Chevron, Tecpetrol y Gas y Petróleo de Neuquén (GyP).

A las 5.30 la luna va perdiendo su brillo nocturno y arribamos a Allen donde AESA trabaja en la estación cabecera desde la que parte el enorme oleoducto de 30 pulgadas que recorre 437 kilómetros para unir el valle con la costa. Entre manzanos y perales que aún están en flor, el ducto corre ya listo hasta poco después de Chichinales, antes de llegar a Chelforó donde se construye la Estación de Bombeo 1 a cargo de Oilfield Production Services (OPS). Atrás quedó el Alto Valle, ese oasis verde que genera el corte de las bardas en medio de la estepa patagónica. Son las 6.30 y el viaje recién suma 130 kilómetros. Justo antes de que el oleoducto cruce la Ruta Nacional 22, aparecen con los primeros rayos del sol un convoy de camiones que, desde el sur, tienen como destino final Añelo. Son los tolva que llevan las arenas silíceas para la fractura de los pozos de Vaca Muerta, que sacaron de las canteras de una zona que hasta hace un puñado de años languidecía en la búsqueda de trabajo.

La Ruta 22 y luego la 250 nos obligan a desviarnos de la traza del oleoducto, que corta en forma directa hacia el mar. En el viaje al encuentro con el ducto cruzamos las islas del río Negro, donde localidades como Pomona y Lamarque nos reciben con un arbolado impactante, que en poco tiempo más llenarán sus laterales de puestos de venta de tomates y fruta. El paisaje tiene poca relación con el de la traza del caño, donde solo entran los equipos especiales autorizados, ya que discurrimos por caminos bordeados de alamedas, enormes chacras que apuestan a la ganadería y los brazos, fuertes y correntosos, del río Negro. Eso hasta descender por la Ruta Provincial 250 a la estepa agreste, a las lomadas que conducen a esa zona casi sacada de un paisaje lunar que es la salina El Gualicho. Para entonces ya son las 10.30 y el camino suma 400 kilómetros y está a muy pocos kilómetros del cruce de la Ruta Provincial 251 que nos llevará a la zona donde hoy se trabaja a toda velocidad en las soldaduras de los últimos kilómetros del oleoducto.

La entrada al kilómetro 369 del sistema VMOS es poco amistosa, no por los soldadores que son de lo más amables, casi ansiosos por ver caras nuevas en el medio del páramo patagónico. Sino por las condiciones climáticas y del terreno. El sol ya castiga la piel, indicando que estamos al mediodía y a pocos kilómetros del mar, y el camino más que de tierra es de un polvo que nos acompaña gracias al viento que ya se hace sentir, y con fuerza. Los caños del oleoducto son el eje de todo. Cada unión cuenta con un total de siete pasadas de soldadura, desde las primeras que se realizan con un dispositivo especial similar a un scraper, pasando por las que se realizan en las casetas especiales y hasta las que finalmente se hacen a mano, pero con la misma precisión.

Este es el trabajo que realiza un equipo de 120 soldadores, de los cuales 23 son oriundos de Turquía, pues se trata del equipo que llegó al país hace tres años junto con las soldadoras automáticas que sellaron el gasoducto ahora llamado Perito Moreno y que desde entonces no partieron, ya que tuvieron un trabajo tras otro. La velocidad con la que trabajan es asombrosa, un concierto absolutamente coordinado de topadoras, lingas, y soldadores que tan solo durante el plazo que duró la visita avanzaron un kilómetro más. Por día, este equipo realiza entre 150 y 175 soldaduras y estiman que el mes que viene completarán los 50 kilómetros finales que restan del ducto.

Pasadas las 14, salimos a la Ruta Nacional 3 donde pasa el kilómetro 424 del oleoducto y el asfalto no tiene ninguna evidencia de que el caño ya pasó por debajo. El gerente de Ambiente y Seguridad de la UTE Sacde-Techint, Juan Carlos País, explica que solo restan tres puntos críticos por pasar: las rutas 5 y 9, entre Sierra Grande y Playas Doradas y el más complejo cruce del río Negro, cerca de Chelforó. El sol ya castiga el camino hacia Playas Doradas, que con sus espejismos nos marca que pese a ser primavera la temperatura superó a las 15.30 los 30 grados. El pequeño pueblo vacacional deja ver las marcas del derrame de empleo y movimiento que ya genera la obra con comercios abiertos, el paso de camionetas en uno y otro sentido y un loteo en Punta Colorada que casi bordea con sus farolas que apuntan al mar el lugar donde bien adentro estarán las monoboyas para cargar el petróleo de Vaca Muerta hacia el resto del mundo.

El viejo muelle de Hipasam, para la exportación de hierro, seguirá allí en pie, dado que el oleoducto tendrá sus últimos kilómetros no solo bajo tierra, sino también bajo el mar. Al suroeste del histórico edificio de la minera se montará una estación de bombeo que será la única intervención visible en la zona, pues las monoboyas estarán a 7 kilómetros por lo que no se verán desde la playa.

Donde sí se ve y mucho, es a 40 kilómetros al sur de Punta Colorada, donde ya están en construcción los enormes tanques de acopio que tendrán capacidad para albergar 750.000 barriles de petróleo cada uno. La playa de tanques, como se define, es un predio enorme, y es que cada una de estas gigantes moles de acero que están en plena etapa de armado. Por ahora son cuatro mega estructuras, de 81 metros de diámetro y capacidad suficiente para absorber 48 piletas olímpicas, en las que un mar de operarios van y vienen. Se estima que a fin de año serán 1.500 los trabajadores que estarán en este punto clave de la obra, que promete estar lista para iniciar las exportaciones en noviembre del año que viene.

El recorrido termina en este punto nodal cuando ya son las 5 de la tarde y pasaron 12 horas desde el inicio del viaje al futuro del petróleo argentino. Como en las maratones, la cinta de llegada estará acá, en la costa rionegrina, desde donde partirán los megabuques petroleros VLCC hacia los destinos del mundo que apuesten por el shale de Vaca Muerta y que pondrán a Argentina en el mapa de proveedores. Si bien el diseño inicial es de 500.000 barriles por día, se podrán ampliar las exportaciones hasta los 720.000 barriles diarios.

Fuente: Río Negro