La estrategia de formar una mezcla es defendida por la Asociación Brasileña del Hidrógeno (ABH2), que ve en la mezcla de hidrógenos de diferentes colores —es decir, de diferentes rutas tecnológicas y huellas de carbono— la posibilidad de ganancias significativas en escala, flexibilidad de suministro y competitividad de costos.
Especialmente al considerar el desarrollo de una economía energética global.
Por lo tanto, apostar por múltiples rutas —como la verde (electrólisis con renovables), la azul (reformado de gas natural con captura de carbono, CCS), la turquesa (pirólisis de metano) y la rosa (electrólisis con energía nuclear), entre otras— reduciría los riesgos asociados a la dependencia de una sola tecnología o insumo. “Permitir no solo todas las rutas con bajas emisiones, sino también una combinación de ellas, permite aumentar la escala, lograr sinergias en la infraestructura y una mayor diversidad de producción en todo el país”, afirmó Giovani Machado, presidente del Consejo Asesor de ABH2, en una entrevista con la agencia Axis.
Machado lideró los debates sobre la política brasileña de hidrógeno en la Empresa de Investigación Energética (EPE), que optó por la vía de la neutralidad tecnológica, siguiendo los pasos del Reino Unido y Estados Unidos. A diferencia de la Unión Europea, que decidió consolidar la tecnología en torno al hidrógeno verde y ahora se ve presionada a flexibilizar sus normas, dado el estancamiento de proyectos capaces de satisfacer las demandas de la descarbonización.
Vocaciones regionales
Cada región del planeta, cada país y cada estado podría adoptar una ruta con ventajas comparativas específicas.
Brasil, por ejemplo, tiene un enorme potencial para la producción de hidrógeno a partir de etanol, biomasa y energías renovables, aprovechando su enorme producción agrícola y los excedentes de generación de energía solar y eólica. Las regiones con gas barato y potencial de inversión en infraestructura de captura y almacenamiento de carbono (CAC), como EE. UU., serían más adecuadas para el hidrógeno azul.
Juntos, podrían expandir un mercado global y brindar seguridad a los consumidores potenciales. Dados los desafíos logísticos, sería posible obtener un costo marginal menor mediante la creación de una mezcla.
Actualmente, el hidrógeno verde tiende a ser más caro en lugares donde la electricidad renovable es limitada o costosa, pero tiende a ser más competitivo en Brasil. El hidrógeno azul, por otro lado, puede ser más competitivo a corto y mediano plazo, aunque tiene una mayor huella de carbono que el hidrógeno verde.
Alemania, quizás el país que más se ha restringido al hidrógeno verde, aprobó inicialmente la importación de hidrógeno azul precisamente para estimular el mercado. Infraestructura compartida y señales para los consumidores Otra ventaja es que, al combinar diferentes rutas y aumentar la escala, es posible viabilizar las inversiones en infraestructura compartida, como gasoductos, centros de exportación, almacenamiento e incluso la demanda industrial, que requiere grandes volúmenes para ser económicamente viable.
Una oferta diversificada y competitiva puede ayudar a generar las señales de mercado necesarias para impulsar la demanda inicial en sectores como el acero, los fertilizantes, el transporte pesado y los productos químicos.
Certificación y estandarización
Para Machado, es posible adoptar la mezcla sin comprometer los objetivos de descarbonización, siempre que existan normas claras de seguimiento y certificación. “La mezcla es un promedio ponderado. Se certifica cada ruta por separado. Así de simple. Se obtiene la certificación original para cada ruta y luego se elabora la mezcla”, explica.
Para que esta mezcla sea aceptada en mercados exigentes, como la UE, será necesario un sistema sólido de certificación y trazabilidad del carbono de cada lote de hidrógeno. Esto requeriría la estandarización internacional de la metodología para contabilizar las emisiones de carbono en el ciclo de producción de cada ruta, lo que implica importantes desafíos, como el intenso debate que Brasil ya mantiene sobre las emisiones de sus biocombustibles.
Sin embargo, la armonización global de normas y procesos de certificación abriría espacio para instrumentos como contratos de compra basados en la intensidad de carbono, y no solo en el color, así como fuentes de financiamiento para proyectos de producción de hidrógeno en múltiples rutas.
Fuente: Axes