En 2019, las amenazas del nuevamente presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estuvieron sobre la base de una frase que se usó mucho en Venezuela, como marketing político: "todas las opciones están sobre la mesa". En alusión a una supuesta invasión militar, que su asesor de seguridad, John Bolton, reforzó con una acción propia de relaciones públicas, que en un supuesto "descuido", los periodistas pudieron leer en su libreta de notas, "5.000 soldados a Colombia" y surgieron los titulares.
Tal acción sirvió para animar a quienes apoyan tal idea y buscaba infringir miedo en los mandos militares venezolanos. Lo que al final no ocurrió.

¿Vuelve el presidente Donald Trump con lo mismo? Desde hace semanas, Trump dice que dejará de comprar petróleo a Venezuela y que no necesita el de Arabia Saudita. El presidente se apoya en la alta producción petrolera en Estados Unidos, usando la tecnología de "fracturación".

Si bien es cierto que Estados Unidos se convirtió en uno de los principales productores de petróleo en el mundo, eso no es suficiente, por ahora, para revertir la dependencia del petróleo extranjero. En términos políticos, tal anuncio, repercutió en redes sociales, como parte del marketing político que se desarrolla en medio de la confrontación entre la oposición y el gobierno de Venezuela.

En todo caso, puede ser lo que el nuevo presidente norteamericano desee, pero todavía hay desafíos para alcanzar algo así.

La mayor cantidad de petróleo que produce Estados Unidos es para la exportación. Sobre esto hay algunas limitantes. Después de la crisis financiera de 2008, el precio del petróleo no volvió a bajar de 50 dólares, salvo cuando estuvo por debajo de cero, en medio de la pandemia del Covid-19. Para mantener las operaciones de la "fracturación" se requiere que el crudo cotice sobre los 60 dólares, o las operaciones no serán rentables. No es casual que, en medio de la guerra entre Ucrania y Rusia, el precio máximo de venta que se le permite a los rusos, es de 60 dólares por barril.

No se trata de que Estados Unidos produzca mucho petróleo. O que Venezuela "sea irrelevante", como aseguran en algunos sectores, más por sesgo político, que por razones técnicas. Más bien por desconocimiento. El problema no está en la producción, sino en los costos del transporte debido a las regulaciones del cabotaje en ese país. Desde 1920 existe la Ley Jones, que establece restricciones duras y firmes para el comercio costero norteamericano, dentro de medidas que tienen como prioridad la seguridad nacional, que el comercio mismo. Para los norteamericanos resulta más barato importar petróleo, que consumir el propio, debido precisamente a la normativa. Los barcos extranjeros que exportan e importan petróleo desde y hacia Estados Unidos, no están sujetos a tales regulaciones.

Por citar parte de las regulaciones, para que se pueda llevar petróleo desde Texas a cualquier parte de Estados Unidos, se tiene que usar barcos norteamericanos, construidos en astilleros de ese país. De propiedad de empresas de capital y accionistas estadounidenses. La tripulación también debe ser totalmente norteamericana o al menos 75 % de esta. El resto debe tener vínculos con estadounidenses. Esto implica una cadena de costos muy elevados, comenzando por los salarios. Un trabajador petrolero en Estados Unidos gana 10 y 15 veces más, a lo que gana uno en Venezuela, por ejemplo. Por algo Chevron explota petróleo en Venezuela. Es un asunto de costos, no de caprichos o de sesgos políticos o ideológicos.

El transporte de petróleo por la red de oleoductos no es suficiente, con grandes desventajas hacia California. Todavía se hace en ferrocarriles, usando las mismas vías férreas de los pasajeros. La construcción de nuevos oleoductos, no son una opción rentable ahora y menos en un mundo en que el sector tecnológico amenaza al sector petrolero, con el carro eléctrico.

Según investigaciones en Estados Unidos, si se deroga la Ley Jones, la reducción de costos sería poco significativa. Aunque 36 % del consumo de petróleo extranjero se vería reducido, pero todavía necesario.

Por lo visto, eliminar una ley que tiene más de 100 años, cambiaría todo un sistema, aunque Trump se declaró antisistema, el experimento tendría efectos más adelante. No es en vano que, en 2016, los norteamericanos decidieron poner fin a la prohibición de exportación de su producción petrolera, establecida en 1975 en medio del embargo petrolero árabe. Hay que repetirlo, es menos costoso vender el petróleo norteamericano fuera, usando barcos extranjeros.

A lo anterior hay que sumar, que, por ahora, Venezuela y Guyana bombean crudo que está impulsando de nuevo los niveles de las Reservas Petroleras Estratégicas (SPR) estadounidenses. Según el último reporte del Departamento de Energía, hay 393 millones de barriles para la fecha actual. Estas se encontraban en 346,59 millones de barriles en julio de 2023. La recuperación de las SPR se acelera a partir de octubre de 2023, cuando Chevron recibe una ampliación de licencias, de la misma manera las empresas de servicios extranjeras, para operar en Venezuela, en el marco de una distensión entre la Casa Blanca y Miraflores.

Para llevar a las SPR a los niveles de 700 millones de barriles, previos a la guerra entre Ucrania y Rusia, se podrían llevar al menos unos siete u ocho años, manteniendo el ritmo actual y con los precios estables. A menos que Donald Trump esté pensando romper todo el sistema que existe en su país, solamente para dejar de comprar petróleo a Venezuela, sería muy fundado su anuncio, o estamos ante una reedición de anuncios que solamente sirven para arrancar "Me gusta" o "RT" en las cuentas de redes sociales de algunos dirigentes políticos.

Fuente: Aporrea