La crisis climática es una de las mayores amenazas que enfrenta la humanidad y requiere acciones urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Ante este desafío, los biocombustibles emergen como una alternativa crucial, especialmente en el contexto de la transición energética hacia un futuro con menor dependencia de los combustibles fósiles.
Brasil, por su posición privilegiada en el campo de la bioenergía, tiene la oportunidad de liderar este movimiento, contribuyendo significativamente a los objetivos globales de descarbonización.

La transición energética global se basa en la necesidad de reducir las emisiones de CO2, y los biocombustibles se presentan como una solución eficaz, especialmente en el transporte, uno de los sectores responsables de un volumen considerable de emisiones. No es de extrañar que, en los últimos cinco años, las inversiones mundiales en energías renovables hayan superado las de los combustibles fósiles, con un crecimiento previsto de 1 billón de dólares en 2018 a 2 billones de dólares, previsto para este año.

En Brasil, el sector del transporte representa el 15% de las emisiones de GEI, mientras que, a nivel mundial, esta proporción alcanza el 20%. La adopción de biocombustibles como el etanol, el biodiésel, el diésel verde y el biogás puede acelerar la descarbonización de este sector. El país ya cuenta con una matriz energética altamente renovable, donde el 45% de la energía proviene de fuentes renovables, muy por encima del promedio mundial del 14%.

Además, en la matriz eléctrica, Brasil destaca con un 85% de fuentes renovables, frente al 38% global dependiente del carbón. Este panorama posiciona a Brasil como líder natural en la producción y uso de biocombustibles. Sin embargo, el sector de los biocombustibles aún enfrenta desafíos importantes, tanto en Brasil como a nivel internacional.

La producción global de biocombustibles aún es insuficiente para cumplir los objetivos de emisiones establecidos para 2050, fecha en la que se estableció el límite para alcanzar las cero emisiones de GEI. Para alcanzar el llamado Net Zero, sería necesario triplicar la producción global de biocombustibles. Esto significa que Brasil necesita seguir ampliando su producción, especialmente en lo que respecta a la bioenergía y los combustibles avanzados.

Es el caso, por ejemplo, del llamado combustible de aviación sostenible (SAF), que se considera una de las principales alternativas para la descarbonización de la aviación, sector que es responsable del 2% de las emisiones globales de GEI.

De hecho, el sector de la aviación merece una atención especial. La electrificación, tan defendida para otros modos, como el transporte por carretera, todavía enfrenta importantes limitaciones cuando se trata de aviones grandes y vuelos de larga distancia. Alrededor del 75% de las emisiones provienen de aviones más grandes y vuelos de mayor duración. La electrificación tiene el potencial de mitigar las emisiones de aviones más pequeños, con hasta 20 pasajeros, y de vuelos de corta distancia, debido a su peso y duración de la batería.

Sin embargo, para la descarbonización de aviones más grandes, el SAF es la alternativa más prometedora. SAF es un combustible directo, es decir, se puede utilizar en modelos de aviones actuales sin requerir modificaciones. La Ley de Combustibles del Futuro, creada por el diputado federal Arnaldo Jardim y recientemente sancionada por el Presidente de la República, establece la creación del mercado SAF con la adición de 1% de bioqueroseno a partir de 2027, evolucionando hasta el 10% en el mercado brasileño.

Otro modo que requiere atención es el transporte marítimo, responsable del 3% de las emisiones globales. Al igual que en la aviación, la electrificación completa de los buques existentes sigue siendo un desafío. En este contexto, el biodiesel aparece como la alternativa más viable a corto plazo de la transición, ya que puede utilizarse en buques y motores existentes. Brasil, con su amplia experiencia en la producción de biodiesel, tiene el potencial de convertirse en un actor global en el suministro de este combustible, que será cada vez más demandado a medida que los países avancen en sus objetivos de descarbonización. El biometanol también es una alternativa importante.

Sin embargo, los desafíos para la expansión de los biocombustibles no se limitan a la producción. Políticas públicas consistentes y la creación de un entorno regulatorio estable son esenciales para asegurar una mayor participación de los biocombustibles en la matriz energética.

La Ley de Combustibles del Futuro proporciona importantes directrices para fomentar el uso de biocombustibles en Brasil. Propone incrementar el contenido de biodiesel en el diésel y etanol en las gasolinas, incentivar la producción de SAF y biometano, además de crear proyectos específicos como el Programa Nacional Diésel Verde y el Programa Nacional de Descarbonización de los Productores de Gas Natural.

La genialidad de este proyecto, entre otros aspectos, comienza por el hecho de que es una propuesta que no se basa en inversiones públicas, lo que en muchos casos debilita la sostenibilidad a largo plazo. El proyecto se estructuró para atraer capital privado y establece un nuevo modelo de cooperación entre y el sector público y el sector privado, eliminando la necesidad de subsidios gubernamentales.

La idea es transformar a Brasil en un centro global de innovación en el sector, promoviendo al mismo tiempo un crecimiento económico sostenible. Además, tiene capacidad para generar más de 1 millón de empleos directos e indirectos. Actualmente, los sectores de la automoción y los biocombustibles juntos representan el 8% del PIB nacional y son responsables de alrededor de 4,5 millones de empleos directos e indirectos. Por lo tanto, además de su papel ambiental, el sector de los biocombustibles también es un pilar económico importante para Brasil.

La estrategia Combustible del Futuro se complementa con el programa "Nueva Industria Brasil" y la iniciativa "Mover", que estimulan la competitividad y la sostenibilidad de la economía brasileña, reforzando la integración entre sectores y consolidando la posición del país en el escenario de transición energética global. .

Además del apoyo gubernamental, el avance tecnológico y la innovación son factores fundamentales para el éxito a largo plazo de los biocombustibles. La producción de biocombustibles debe evolucionar para ser más eficiente y sostenible, con una huella de carbono cada vez menor. En este contexto, el sector privado también juega un papel crucial.

Empresas del sector del transporte y la energía, como Embraer, Airbus y Boeing, ya están tomando medidas para integrar los biocombustibles en sus operaciones, reconociendo que esta es la ruta más viable hacia la descarbonización de sectores complejos, como la aviación. Asimismo, navieras como Maersk están explorando el uso de biocombustibles en sus flotas, demostrando que la transición a una economía baja en carbono es un camino sin retorno.

En conclusión, los biocombustibles son un pilar esencial en la transición energética global y Brasil está en una posición privilegiada para liderar este movimiento. Con una matriz energética mayoritariamente renovable y una robusta industria de biocombustibles, el país tiene todas las condiciones para convertirse en protagonista de la mitigación de los impactos climáticos. El futuro de la energía es renovable y Brasil tiene la oportunidad de estar a la vanguardia de esta revolución.

Jacyr da Silva Costa Filho

Presidente de Cosag - Consejo Superior de Agronegocios de Fiesp y socio de la consultora Agroadvice e Bioprocessos

Fuente: Revista Opiniones