Estas son las lecciones que nos deja el gran hallazgo de gas natural en el Caribe. Y estas son las razones, sinrazones y costos de la escasez de gas que sufriremos durante los varios años que tomará madurar el proyecto. El hallazgo Hace dos años se había anunciado el hallazgo de reservas promisorias de gas en el pozo Uchuva 1 que se encuentra en el Bloque Tayrona,
en aguas del Caribe, a unos 32 kilómetros de la costa colombiana y a 76 kilómetros de la ciudad de Santa Marta. Hace unos pocos días se confirmó el hallazgo mediante el pozo de delineación Sirius (antes Uchuva 2, que algunos también han llamado Papayuela).

El nuevo yacimiento duplica o triplica las reservas que teníamos hace unas semanas, y por lo mismo implica un cambio radical en el futuro energético de Colombia. Una noticia por supuesto digna de celebración, que al mismo tiempo ofrece algunas lecciones que deben aprovecharse para seguir fortaleciendo nuestra industria.

Las lecciones En primer lugar, el hallazgo nos habla de la complejidad, la incertidumbre y la necesidad de pensar en el largo plazo cuando se trate de explorar y explotar las reservas energéticas. Contrariamente a las simplicidades y el cortoplacismo que conllevan a veces los anuncios del gobierno y las respuestas de sus críticos, las decisiones de hoy tienen efectos inciertos que suelen producirse después de muchos años.

En este caso bastaría con decir que el Contrato de Exploración y Producción que condujo al hallazgo de Uchuva fue suscrito hace veinte años, en abril de 2004. Más aún: el contrato se firmó como respuesta al riesgo de pérdida de autosuficiencia petrolera que para entonces experimentaba el país, producto de otro episodio oscuro de nuestra historia, el “apagón” del año 2002.

La demora no se debió al descuido de los socios de entonces, Ecopetrol, la Exxon y Petrobras, sino a que el proceso mismo es sumamente incierto y puede requerir muchísimos intentos y reajustes: tanto así que los 16 millones de dólares de inversión que anunció el ministro Luis Ernesto Mejía en el momento de firmarse el contrato, se han convertido en los cientos o miles de millones de dólares ya invertidos o que deben invertirse para empezar a producir el gas.

Mucha agua tuvo que correr bajo los puentes, mucha información adicional debió ser recolectada, muchas licencias debieron ser tramitadas, muchas operaciones financieras fueron necesarias para que, al fin, avanzada la década pasada, se identificaran los prospectos y se empezara a perforar en 2022. Pero la historia no termina aquí, y a las dificultades de la naturaleza y la administración se añadió el obstáculo irracional de las ideologías, en este caso bajo la modalidad de una acción de tutela que intentó detener la perforación del pozo —una tutela hoy impugnada con varias coadyuvancias, entre ellas la de la Unión de Trabajadores de la Industria Petrolera y Energética de Colombia (UTIPEC), para evitar que se queden enterradas las gigantescas reservas de Uchuva—.

Y todavía falta un largo camino por andar:

Se planea perforar un pozo adicional en el segundo trimestre de 2025, Se necesita construir un gasoducto principalmente submarino para conectar el campo con el Sistema Nacional de Transporte, obra que podría tomar años y costar cientos de millones, Será preciso diseñar, construir y poner en operación el sistema de tratamiento en alta mar, para que el gas reúna las especificaciones que exige su consumo. Siendo muy optimistas, este proceso tomaría cerca de seis años –pero sabemos, por su misma experiencia, que puede tardar más—.

El desbalance nos pone ante el dilema de seguir aumentando paulatinamente los volúmenes de importación hasta que Uchuva comience a operar, o de hacer viables las fuentes alternativas de campos no interconectados, campos menores dentro del bloque Tayrona, u otros proyectos que se encuentran en proceso de exploración.

Importar gas implicaría aumentar las tarifas en el orden del 35% en los próximos meses, y el aumento de la producción tendría que ser impulsado por el gobierno, renunciado a su actitud de franca oposición al avance de la industria en Colombia.

El déficit Para entender mejor el riesgo de desabastecimiento en el futuro cercano — y en especial los riesgos de racionamiento programado, como el que se avecina en la región Caribe— es bueno recordar la composición del mercado interno de gas, cuya demanda proviene de los sectores domiciliario, comercial, industrial, petroquímico y vehicular, que suelen ser relativamente estables. Pero en el lado de la oferta el principal proveedor son los embalses que generan la mayor cantidad de energía eléctrica en el país y que a su vez dependen del régimen de lluvias.

Por eso ya hoy tenemos un déficit que se concentra en el sector eléctrico, y que se suple mediante importaciones a través de la planta regasificadora de la Sociedad Portuaria El Callao (SPEC), ubicada en Cartagena. Al bajo nivel de los embalses que se ha venido registrando, se añadió ahora la necesidad de hacer mantenimiento a esta planta; verdad que el mantenimiento es una operación anual de rutina, pero en esta coyuntura sí afectaría el suministro de gas.

El déficit de gas se estima entre 60 y 75 millones de pies cúbicos diarios, entre el 31 de octubre y el 4 de noviembre. Este déficit equivaldría a entre 30% y 40% de la demanda total de la región Caribe, y a entre un 5% y un 7% de la demanda nacional. En el peor de los escenarios, el déficit afectaría la provisión del servicio público domiciliario, y en el mejor de los escenarios, conllevaría grandes pérdidas pata la economía nacional.

Por otra parte, y con toda razón, los gremios de la Costa Atlántica han propuesto que el racionamiento se distribuya en todo el territorio nacional en lugar de reducirlo a su región; para esto sin embargo habría que validar si la configuración del sistema nacional de transporte y la atención de la demanda esencial harían posible dicha alternativa.

¿Racionamiento de gas? Por todo lo anterior, tendremos que aumentar las importaciones de gas o, en cumplimiento del Decreto 1073 de 2015, el gobierno nacional se verá en la obligación de restringir o racionar su consumo. El decreto establece la atención prioritaria a la llamada “demanda esencial” que incluye, en su orden,

el gas para operar las estaciones de compresión del Sistema de Transporte de Gas, el gas natural de usuarios residenciales y pequeños usuarios comerciales inmersos en la red de distribución, el gas natural vehicular, y la demanda de gas natural para generación en las refinerías, que no pueda ser reemplazada con energía del sistema interconectado nacional. Solo después atender de las demandas señaladas, se atenderá la demanda de la industria y el sector eléctrico, de acuerdo con sus contratos y asignando los remanentes según el mayor costo de racionamiento que tengan los usuarios.

Qué debemos hacer De cualquier modo, queda claro que a pesar del hallazgo de Uchuva ya enfrentamos un severo faltante de gas natural, y que los costos y los riesgos derivados de la dependencia de un energético importado son enormes.

En ejercicio del sentido común, los ciudadanos y el gobierno deberán entender no es contra la industria colombiana de los hidrocarburos, sino con ella, como podremos garantizar el desarrollo nacional y la incorporación del país en el nuevo modelo productivo, social y fiscal, que el mundo adoptará en las siguientes décadas.

Fuente: Razon Publica