Con una producción diaria de unos 890.000 barriles en el segundo trimestre del presente año, muchos hablan de la recuperación de la industria petrolera de Venezuela, considerando que a fines de 2020, en el punto más bajo de una prolongada crisis que se vio potenciada en contexto de pandemia, marcaba menos de la mitad de esta cifra.
Sin embargo, para un análisis más preciso de la situación que enfrenta el país con las mayores reservas de crudo en el mundo -alguna vez llamado “la Venezuela Saudita-, se precisa algo más de perspectiva. Hace 10 años, la industria producía 2,35 millones barriles al día, mientras que a inicios de siglo -cuando apenas comenzaba la era chavista- ese número rondaba los 3 millones.

Así, aunque desde la nación celebran que hay avances, los analistas son cautos a la hora de evaluar las perspectivas de la recuperación en curso. “Es difícil que podamos ver un crecimiento sostenido de la producción”, indicó el economista venezolano Luis Olivares. En tanto, desde España, Ignacio Urbasos, del Real Instituto El Cano, planteó que “la ventana de oportunidad para que Venezuela recupere su bonanza petrolera se va cerrando progresivamente”; mientras que desde el interior de la industria Iván Freites, secretario general del Sindicato Petrolero del estado Falcón, simplemente afirmó: “La recuperación no existe”.

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Privados en escena Lo cierto es que el dinamismo que se ha observado en el último tiempo ha venido de la mano de la reanudación de la inversión privada en la escena, particularmente de multinacionales que alguna vez salieron del mercado local por orden del exPresidente Hugo Chávez.

Una de ellas fue la estadounidense Chevron que, en noviembre de 2022, obtuvo el permiso de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro para “reanudar operaciones limitadas de extracción de recursos naturales” en el mercado local.

Al día de hoy, Chevron opera tres campos en distintos estados: Petroboscán, Petropiar y Petroindependencia.

En este último, ubicado en la Faja del Orinoco -al noreste del país-, la compañía ha reiniciado perforaciones con el objetivo de incrementar la producción total en un 35%, hasta 250.000 barriles por día a 2025.

La española Repsol es otra de las firmas internacionales que renovó su amistad con la administración de Nicolás Maduro a fines de 2023, cuando firmó con Pdvsa un acuerdo para la administración mixta de Petroquiriquire, quedándose con una participación de 40%. Se trata de un modelo probado, pues con aquel mismo porcentaje participa desde 2019 en Petroregional del Lago, la petrolera francesa Maurel & Prom.

Novedades de esta índole han continuado este año. De hecho, este miércoles, Caracas otorgó una licencia de 20 años a la británica BP y a la estatal National Gas Company de Trinidad y Tobago (NGC) para desarrollar el lado venezolano de un campo de gas que se extiende hacia el Mar Caribe.

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Historia que pasa la cuenta Pese a estos brotes verdes, Olivares indicó que “es difícil que podamos ver un crecimiento sostenido de la producción, porque las sanciones (de EEUU) se mantienen y porque los problemas de la industria petrolera venezolana requieren de una estrategia muy distinta”.

A su juicio “hay que hacer notorios cambios, fortalecimiento de las instituciones, separación del ministerio (del Poder Popular de Petróleo) de Pdvsa, reformas legales, mejorar la seguridad jurídica; resolver el tema de las sanciones, porque con ellas el techo de producción es bastante bajo (…) Tenemos debilidades importantes y si no hay cambios en la industria, Venezuela no va a poder seguir aumentando su producción y los números que vemos hoy van a tender a reducirse”. En una línea similar, Freites planteó que “solo habrá recuperación cuando haya una normativa para que la inversión no sea expropiada, sea respetada y cuando haya disponibilidad de una mano de obra calificada, que ahora no existe”.

En efecto, hay cierto consenso respecto a los problemas estructurales del sector, que se arrastran desde el comienzo de la era chavista y, más puntualmente, desde la histórica huelga general de 2002 y que derivó en que Chávez despidiera a más de 23.000 funcionarios con probadas capacidades técnicas, para abrir paso a un personal con cercanía política al Gobierno, pero sin el conocimiento para una adecuada administración. Ello aún se evidencia cuando se comparan, de nuevo, las cifras de producción: los 890.000 barriles diarios actuales apenas igualan a diciembre de 2002 cuando la industria quedó completamente paralizada.

Por ello, Urbasos planteó en un reciente informe que “la suspensión temporal de las sanciones demostró ser un alivio insuficiente para el sector petrolero y la economía del país, destacando la profundidad y naturaleza estructural de sus problemas”. Es más, consideró que el avance de la producción que se ha observado este año es “limitado”. Ello da “muestras del agotamiento tras una década sin inversión, fuga de cerebros y deterioro generalizado de la infraestructura”, dijo.

Fuente: Diario Financiero