Es el caso del árbol balsa, también llamado topa, tami o huampo (Ochroma pyramidale), que se encuentra en la Amazonía, aunque también crece en zonas tropicales de México y el Caribe. La madera de esta especie es codiciada para la generación de aspas para generadores eólicos de energía.
Entre 2019 y 2020, Ecuador vivió un ‘boom’ de tala de madera de balsa, que se enfocó principalmente en la provincia del Pastaza, limítrofe con el departamento peruano de Loreto. Ello llevó a que se amenazara el hábitat de especies protegidas, se afectara comunidades indígenas y aumente la extracción ilegal del recurso.
“Ha sido un frenesí. Se descontroló”, afirmó Ricardo Ortiz, quien se dedica a la exportación de balsa desde hace más de 25 años, en un reportaje de la BBC Mundo.
Ese hambre frenético por madera tenía su origen en China. El Gobierno del gigante asiático decretó subsidios para la generación de energía eólica, lo que hizo que despertó un interés desmedido en los inversionistas de ese.
Auge peligroso
Según la Asociación Ecuatoriana de Industriales de la Madera (AIMA), las exportaciones de madera balsa alcanzaron un récord de 219 millones de dólares en el 2019. Para junio de 2020, ya superaban los 225.78 millones. Asia —es decir, China— representaba el 78% del mercado, seguido de Europa y Estados Unidos.
“Los chinos llegaron con mucho dinero a hacerse con toda la [madera] balsa que podían. Se llevaban la balsa hasta en aviones. Les salía más caro fletar los vuelos que comprar la materia. El precio de la materia prima se triplicó. Mucha gente pobre que vive en las zonas de mayor concentración de la especie ha hecho mucho dinero”, agregó Ortiz al medio británico.
Pero todo ese dinero súbito también tuvo impacto en las sociedades indígenas. De pronto, las drogas y el alcohol era más accesibles. Además, se crearon mafias y hubo precarización de la mano de obra.
A ello se suma el impacto ecológico. “Al talar sin control amenazas hábitats muy delicados. El ecosistema de Pastaza es uno de los más ricos y conservados del Ecuador. Estamos jugando con fuego”, denunció Pablo Balarezo, coordinador de economía forestal de la Fundación Pachamama en Ecuador a la BBC.
Fuente: Expreso