Estamos hablando sin lugar a dudas de una cuestión crítica, de seguridad energética, de seguridad nacional. Un problema que debe analizarse técnicamente, sin ningún tinte ideológico ni político, y un desafío que debe buscar soluciones estructurales de largo alcance. No parches temporales a la mexicana.
La buena noticia es que contamos con los recursos naturales y con todos los elementos para solucionar dicha vulnerabilidad. Es más, nos debería de dar vergüenza pasar por estas circunstancias con lo que tenemos. El diagnóstico implica enormes descuidos durante varias administraciones; no nada más la actual. Creemos prioritario enfocar las baterías hacia tres áreas:
1. Lograr la autosuficiencia en gas natural.
2. Cubrir el precio de importación de gas natural.
3. Invertir en el desarrollo de la capacidad instalada de almacenamiento.
¿Contamos con reservas suficientes de gas? México consume alrededor de 9.5 mil millones de pies cúbicos al año. De éstos, la capacidad de producción doméstica alcanza alrededor de 2.8 a 3.0 mil millones de pies cúbicos. En la última década hemos estado importando gas entre 70 y 80 por ciento de nuestro consumo desde Estados Unidos. Esto se debe a que dejamos de importar gas licuado de Perú hace algunos años, y preferimos traerlo de Texas por gasoductos.
Los texanos se convirtieron en una potencia petrolera con más de 2.5 millones de barriles diarios de producción en unos cuantos años, por la inversión billonaria de miles de participantes en el boom del petróleo y gas shale, que extraen de la cuenca de Eagle Ford, misma cuenca que se convierte en la cuenca de Burgos en el estado de Tamaulipas. El exceso de oferta de gas tiró el precio del gas de 8.0 a 1.7 dólares estadounidenses por unidad de BTU.
Este estado mexicano podría ser un productor de crudo y gas más importante que Texas, si las condiciones para la inversión existieran: Estado de derecho, seguridad y voluntad política. Viéndola como una sola cuenca, aquí tenemos dos terceras partes de la misma.
En cuanto al daño ecológico por la posible contaminación del agua necesaria para la trituración de las rocas, existen ahora tecnologías que son mucho más amigables con el medio ambiente. Si Pemex no tiene recursos y la explotación de yacimientos shale son a una escala mucho menor que los grandes yacimientos tradicionales que Pemex domina, ¿por qué no permitir a productores mexicanos pequeños que inviertan en esta actividad, asociados a Pemex, o no, en lugar de sufrir la dependencia que hoy tenemos?
En el segundo punto, nos hemos cansado en esta columna de advertir que nuestra estrategia de cobertura de los precios de los hidrocarburos es totalmente errónea desde las administraciones anteriores. Nos preocupamos por cubrir cada año el precio de la exportación de crudo, para proteger los ingresos del gobierno federal, pero si somos deficitarios en hidrocarburos, e importamos de 70 a 80 por ciento de nuestro consumo de gasolinas y gas natural, deberíamos también cubrir los precios de importación de estos dos rubros. El incremento del precio del gas en dos dólares es más que todo el gasto de nómina de la CFE.
En el tercer punto, es una vergüenza que siendo México un país que alguna vez fue un jugador importante en la producción global de crudo, y habiendo ingresado a la Agencia Internacional de Energía desde 2004, por lo que desde entonces estamos comprometidos a desarrollar las instalaciones para poder tener inventarios o reservas estratégicas de hidrocarburos, que no contemos con capacidad de almacenamiento para más de dos días en gasolinas, ni en gas, ni mucho menos en crudo. Deberíamos tener la meta de lograr una capacidad de almacenamiento de por lo menos 60 a 90 días de inventario, para cada uno de estos renglones.
Si el gobierno no cuenta con los recursos para la inversión que se requiere para lograr esta meta mínima, ¿por qué no permitir a los privados a que lo puedan concretar? Por último, hay que pensar de nuevo si el fortalecimiento de las empresas productivas del Estado debe hacerse a costa de los productores privados o no. Puede ser un mucho mejor camino fortalecer financieramente a las empresas del Estado, revisar sus pesadas cargas tributarias y laborales, y ponerlas realmente a competir en igualdad de condiciones que los privados -cosa que no han tenido nunca-, a intentar recuperar cuotas de mercado con enormes ineficiencias, con pasivos descomunales y sin recursos. Aquí todos perdemos. La competitividad del país esta en juego.
Ernesto O'Farrill - Presidente de Bursamétrica
Fuente: El Financiero