Llave para un futuro casi sin par entre las posibilidades que tiene el país entre manos, es al mismo tiempo parte de uno de los problemas estructurales que acarrea la economía argentina. Podría ser una fuente gigantesca de recursos, pero impone desafíos que hoy el país parece lejos de poder abordar. Exportar gas natural licuado (GNL) requiere de miles de millones de dólares de inversión que hoy Argentina no tiene. Esa posibilidad necesita de una estabilidad que tampoco el mundo parece cerca de encontrar. No está del todo claro qué tipo de mercado será el de los próximos años. Pero sí que se necesitará del gas como combustible en la transición hasta ese momento en el que, se dice, las energías renovables permitirán la sustentabilidad del modo de vida tal cual lo conocemos (o veníamos conociendo) hasta hoy.
En ese contexto, Argentina debe lidiar también con su macroeconomía. Desde el año pasado, y hasta la resolución de ese frente todavía en vías de negociación, y por un mercado doméstico con bajos precios y mucho gas, las operadoras frenaron en sus yacimientos. No hay quien compre más gas, y para exportarlo, en un contexto mundial como el que había hasta principios de año, se necesitan grandes obras de infraestructura, hacer gasoductos, y todo sin crédito ni inversores y con el BCRA al límite.
Hoy, claramente, las respuestas posibles están en el mercado interno.
El presente puro es ese en el que se necesita afianzar el aprovisionamiento de este fluido y el de la agenda política.
Tal como se viene diciendo desde octubre pasado en estas páginas, el país debe invertir en la producción de gas si no quiere pasar sobresaltos en el 2021. Es para los apuntes de la agenda urgente del sector.
También las chances del gas convivieron con una crisis petrolera en el 2016. En pleno derrumbe del precio del crudo, fue el shale gas de Vaca Muerta la respuesta que recuperó los niveles de empleo local y sostuvo la agenda del shale hasta la mejora de precios en el petrolero.
El subsidio al shale gas de la resolución 46/17, insostenible hoy y cuestionado por las empresas que no accedieron a ese beneficio en la gestión de Cambiemos, bastó para mostrar el rango de posibilidades si bien, en condiciones económicas adversas, también terminó judicializándose. ¿Será una lección aprendida? ¿Qué es posible y qué no se puede en subsidios del Estado?
Esta vez, la posibilidad aparece en medio de otra retracción del shale oil, pero está lejos de ser esa nueva opción que fue y a la que apostar para sostener la marcha en los campos petroleros de todo el país. Tampoco es lo que promueve el nuevo plan.
La urgencia tiene que ver con las garantías para el consumo interno a un precio equiparable a los valores de importación y evitar problemas de abastecimiento. También, una sangría en dólares hacia el exterior. En el camino, permitir el despegue de áreas viejas y nuevas de todo país, condiciones de empleo más favorables por más actividad, claro, sin tirar mantteca al techo.
Será una señal hacia una industria que puede ser sustancial en el futuro de corto y mediano plazo, en la medida en que el país crezca tras solucionar su frente externo, una tarea ciclópea que necesita de todos los sectores económicos. Porque sin inversión y sin las condiciones económicas necesarias, tampoco se terminará de plasmar. La opción de apuntalar al gas admite una lectura en clave política. Acaso tan determinante como la necesidad de correr la carrera contra la curva de declinación de todos los pozos de gas del país y los de Vaca Muerta en particular.
El 2021 está a la vuelta de la esquina. Es el año donde el gobierno nacional deberá afrontar las elecciones de medio término. Y no estaría nada bien para sus aspiraciones llegar allí con la demanda de gas en tensión. Sin embargo, también podría ser una señal de precios a medida que no solo el país sino también el mundo encuentren alternativas que permitan una mayor actividad económica y la demanda tienda a subir.
Fuente: La Mañana de Neuquen - Argentina