EXPLÍCITO - ARGENTINA
El gobierno le puso un precio arbitrario al crudo con el fin de mantener la producción. Busca el menor impacto posible de la crisis mundial del petróleo en la industria nacional de los hidrocarburos. No aumentarán los combustibles.
El petróleo Brent, que es referencia para Argentina, cotizaba este viernes casi en los 30 dólares por barril. Mejoró un 50 por ciento desde que alarmó cayendo abajo de los 20 dólares. El 2 de enero cotizaba por arriba de los 60 dólares el barril de Brent. La pandemia y la geopolítica se conjugaron para traer la mayor crisis petrolera mundial en décadas.
Con 15 dólares de diferencia con el Brent, saldrá al juego el barril criollo. Esta política se diseñó y ejecutó en el Ministerio de la Producción, de Matías Kulfas. El gobierno tuvo que partir aguas entre las posturas de las refinerías y las productoras de petróleo. Las primeras querían pagar lo más barato posible el petróleo, mientras las otras querían el precio más alto.
Las provincias que cobran regalías sobre el precio del barril habían pedido 54 dólares por barril como sostén. Lo hicieron mientras la aldea global del petróleo se incendiaba en los infiernos, en línea con los intereses de las productoras de petróleo. Los gobernadores actúan en bloque con las petroleras. Estas son las que invierten y pagan regalías en las provincias con crudo en el sótano.
La pata floja Las refinerías son la pata del esquema que quedó floja. No querían pagar más 35 dólares el barril. El precio al público de los combustibles se mantendrá como hasta ahora. El margen de los que convierten el crudo en nafta y gasoil se comprimirá. Estuvieron pagando el barril a entre 20 y 30 dólares, mientras los precios internacionales se desplomaban como nunca en la historia.
Los consumidores, las familias y la actividad económica, seguirán pagando como hasta ahora. La venta de combustibles desde el 20 de marzo, cuando empezó la cuarentena, se desplomó a niveles mínimos. La reactivación de algunas actividades generará más ventas de nafta y gasoil. Esa fase sería contemporánea al esquema de mercado forjado por el barril criollo.
Kulfas confirmó que se impondrá el barril criollo a 45 dólares en una teleconferencia con gobernadores y empresarios. Escucharon, entre otros, los mandatarios Omar Gutiérrez (Neuquén), Alicia Kirchner (Santa Cruz) y Mariano Arcioni (Chubut), y los representantes de la industria Sergio Affronti (YPF), Marcos Bulgheroni (PAE), Teófilo Lacroze (Raízen), Hugo Eurnekian (CGC), Pablo Vera Pinto (Vista Oil & Gas), Sean Rooney (Shell), Ricardo Chacra (Roch) y Germán Macchi (Pluspetrol).
Batalla marginal La confrontación entre petroleras y refinerías es una batalla marginal de un negocio hiperconcentrado. La mayor parte del combustible que llega a los consumidores es producido de punta a punta de la cadena (desde el pozo hasta el surtidor) por la misma compañía.
Las petroleras integradas, que extraen, procesan y venden, son las principales protagonistas del mercado. El 60 por ciento de los combustibles los venden las estaciones de YPF, la mayor petrolera nacional. Las estaciones Axion usan como insumo el petróleo de PAE, una sociedad entre la familia Bulgheroni y capitales chinos.
En las estaciones Shell venden combustibles de Raizen, una subsidiaria de la empresa de origen angloholandés, que refina el petróleo de Shell.
Las estaciones Puma no tienen petróleo propio. Reciben combustibles de Trafigura, una multinacional con asiento contable en Singapur, dueña de la refinería de Bahía Blanca que perteneció a Petrobras y de la red de estaciones que poseía la brasileña en el país.
Las productoras no integradas son: las herederas de la Standard Oil, de Rockefeller, ExxonMobil y Chevron; la noruega Equinor; la empresa de Miguel Galuccio, Vista Oil & Gas; la Compañía General de Combustibles, de los Eurnekian, y Tecpetrol, el tentáculo petrolero del pulpo Techint, del magnate Paolo Rocca.
La regalías Los gobiernos de las provincias petroleras cobran regalías por el precio del petróleo, sin importar cuánto se paga por los combustibles. Por eso, los intereses de los gobernadores petroleros se parecen a los del empresariado vinculado a la producción del crudo.
Las provincias petroleras son 10. Jujuy, Salta, Formosa, Mendoza, Neuquén, Río Negro, La Pampa, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego conforman la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos (OFEPHI).
Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires, está haciendo lobby para incluir a su provincia en la organización. El argumento: que es la provincia de Buenos Aires la sede de la mayor cantidad de refinerías del país.
Los ingresos de las provincias con regalías petroleras ha sido afectado fuertemente por la crisis del coronavirus. El barril de petróleo llegó a tranzarse a 20 dólares. Ninguna provincia lo estimó por debajo de los 50 dólares en sus presupuestos.
La instauración de un precio político en torno a los 45 dólares les dará un respiro, siempre y cuando la demanda tienda a recomponerse a los niveles previos a la pandemia.
La crisis laboral La crisis petrolera presenta una caída en cascada. Si las situaciones particulares en la cúspide de la concentración económica de los negocios petroleros son alarmantes, para abajo el panorama es peor.
“Estamos más muertos que vivos”, dijo ayer el secretario general del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa, Guillermo Pereyra. Con Vaca Muerta bajo su jurisdicción, Pereyra lidera un gremio poderoso cuyas bases fueron arrasadas por la pandemia. Veinte mil trabajadores confinados con rebajas salariales abismales, cuando no con la negociación del despido bajo la figura del retiro voluntario.
Las petroleras están reestructurando lo que pueden de sus plantas de personal. Y también están rearmando sus esquemas de contratos con tercerizadas. Eso había comenzado antes de la pandemia, en estos tiempos se precarizó la situación de los trabajadores. La negociación es más despareja que nunca. Con toda la actividad parada, todos los empleados sobran. En ese contexto, el gremio administra una derrota segura con miles de víctimas, que perderán condiciones laborales y salariales cuando puedan conservar sus empleos.
Las inversiones petroleras se sostenían con el mercado nacional. La exportación de petróleo no era más que una variable marginal del mercado energético. Es decir, el petróleo argentino iba a las estaciones y a la producción nacional. El recorte de la demanda debiera ser temporal. Las relaciones laborales trocarán en sus estructuras mientras tanto.