TNS LATAM
En estos días, y en el marco de las reuniones del B-20 preparatorias para las reuniones ministeriales y de líderes del G-20 en octubre de este año, se debate acerca de cómo realizar de manera eficiente y rápida la transición hacia una economía más baja en emisiones. La excelente noticia es que la Argentina, a pesar de ser catalogada como un país emergente, está en una posición privilegiada de partida para encaminar dicha transición, optimizando su actual matriz energética y potenciando las nuevas vías de producción hacia opciones más limpias. Por primera vez bajo el liderazgo de nuestro país, estamos asistiendo a un debate muy oportuno. Se trata del trabajo en el seno de la Task Force de Energía, Eficiencia de Recursos y Sustentabilidad del B-20. Este grupo, junto con otros siete similares, está elaborando propuestas para el G-20 sobre la base del respeto a los Acuerdos de París y de la Agenda de los Objetivos de Desarrollo Sustentable 2030 de las Naciones Unidas. Debatimos en un contexto en el cual las principales agencias de energía pronostican un aumento del 30% en el consumo mundial de energía hacia 2040. En este contexto, todos los miembros de la industria estamos trabajando para lograr consenso, intercambio e identificación de mejores prácticas que nos permitan llegar a las transiciones desde una economía basada en combustibles fósiles hacia una más verde y sustentable, para llegar por fin con el tiempo a una que logre un impacto cero en emisiones.
La Argentina puede desempeñar un papel importante en la transición hacia fuentes eficientes y accesibles
Miguel Ángel Gutiérrez
Estamos centrando el debate en la aceleración de las transiciones, en la relevancia de la eficiencia energética, en el acceso a energía asequible, confiable y sostenible, en la promoción de la eficiencia de los recursos y las economías circulares, y en la adaptación al cambio climático. Para hacer frente a estos desafíos es necesaria una visión de diversidad e inclusión, que considere nuevas capacidades laborales, una mirada que se nutra de la riqueza que proviene de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, el arte y las matemáticas, poniendo a los clientes y consumidores en el centro y nutriéndose de la colaboración público-privada. En medio de esta tarea se evidencia a las claras que nuestro país resume de manera virtuosa una situación única para abordar la transición hacia sistemas energéticos más limpios y más flexibles, para llegar a horizontes impensados. Su riqueza en recursos naturales, particularmente los renovables y el gas natural, así como los recursos humanos nos posicionan en un lugar de privilegio para integrar ese cambio. Y esto es una realidad en nuestros días: el sector energético está capturando una porción significativa y creciente de inversiones extranjeras, con variados ejemplos de proyectos y operaciones que concentra.
Respecto de los recursos naturales, la Argentina posee un abanico interesante de un extremo al otro. Un primer análisis nos remite a uno de sus recursos más tradicionales: el petróleo. La fuerte tradición petrolera argentina es, contrariamente a lo que muchos piensan, una buena base para la transición: hay conocimiento, experiencia, tecnología, lecciones aprendidas y capacidad de adaptación que muchos otros países no tienen. Las posibilidades que presenta la tecnología para continuar extrayendo petróleo con más innovación, a través de prácticas como el enhanced oil recovery (EOR) y el uso de modelado matemático integrado exponen nuevos horizontes para la industria más tradicional y abren nuevas ventanas para la transición de yacimientos a priori maduros hacia procesos de mayor eficiencia de recuperación. Esto ya sucede en varios países, como China, Canadá, y Omán, pero también en nuestro país: los casos de Desfiladero Bayo, en la provincia de Mendoza, o el Yacimiento Grembeek, en Chubut, son pruebas locales de que estos desarrollos están ya siendo una realidad de transición tangible, mejorando la eficiencia de la fuente. Además, tenemos la gran oportunidad del desarrollo del petróleo no convencional de Vaca Muerta en Neuquén, donde estamos avanzando a pasos muy firmes y promisorios en la producción proveniente de este reservorio. Un segundo análisis nos remite a la cuestión del gas, recurso en el que nuestro país tiene enorme potencial. Entendida como una energía de transición entre las fósiles de mayor emisión de carbono y las renovables, la generosa producción de gas proveniente de los reservorios tight y no convencionales existentes en nuestro territorio (Vaca Muerta es la segunda reserva de recursos de gas del mundo) ya nos está dando la posibilidad de un desarrollo masivo, rentable, con precios muy accesibles para el cliente final y con potencial de capacidad exportadora para el país.
También tenemos que ser capaces de agregar valor a ese gas que estamos generando en el país. Las formas son diversas, pero hay dos desafíos que debemos encarar en el corto plazo. El primero es el de utilizar al gas para industrializarlo en la forma de generación de energía eléctrica mediante las más modernas usinas disponibles tanto para nuestro consumo como para exportación. Este es un enorme aporte a la economía del país y al medio ambiente. El segundo camino es potenciar la industria petroquímica, que utiliza como insumo básico para su producción el gas y lo transforma en elementos esenciales para la vida cotidiana, sumando valor en la cadena de producción. Y la tercera oportunidad es soñar con una expansión industrial de la mano de la disponibilidad de abundante gas a precios muy competitivos internacionalmente. Respecto de las energías renovables, el vasto y rico territorio argentino presenta favorables condiciones climáticas que permiten aprovechar los vientos, el sol, la biomasa y otras energías similares para generar energía a valores muy competitivos. Esto es producto de una política de Estado firmemente establecida y de la incorporación de tecnología e innovación que hicieron posible y accesible la energía proveniente de este tipo de recursos. Y acá también el país tiene posibilidades excelentes a desarrollar. Para que la Argentina pueda aprovechar y expandir todas estas oportunidades necesitamos seguir invirtiendo en infraestructura que permita potenciar el desarrollo y, además, que la regulación siga incentivando la aplicación de las mejores tecnologías e innovación. Finalmente, el seno del B-20 le está permitiendo a la Argentina participar activamente de ricos debates, en los cuales puede acceder a ideas ya experimentadas (con sus aciertos y dificultades) y soluciones aplicadas a problemas similares ligados a la transición hacia energías más sustentables.
También tenemos que ser capaces de agregar valor a ese gas que estamos generando en el país. Las formas son diversas, pero hay dos desafíos que debemos encarar en el corto plazo. El primero es el de utilizar al gas para industrializarlo en la forma de generación de energía eléctrica mediante las más modernas usinas disponibles tanto para nuestro consumo como para exportación. Este es un enorme aporte a la economía del país y al medio ambiente. El segundo camino es potenciar la industria petroquímica, que utiliza como insumo básico para su producción el gas y lo transforma en elementos esenciales para la vida cotidiana, sumando valor en la cadena de producción. Y la tercera oportunidad es soñar con una expansión industrial de la mano de la disponibilidad de abundante gas a precios muy competitivos internacionalmente. Respecto de las energías renovables, el vasto y rico territorio argentino presenta favorables condiciones climáticas que permiten aprovechar los vientos, el sol, la biomasa y otras energías similares para generar energía a valores muy competitivos. Esto es producto de una política de Estado firmemente establecida y de la incorporación de tecnología e innovación que hicieron posible y accesible la energía proveniente de este tipo de recursos. Y acá también el país tiene posibilidades excelentes a desarrollar. Para que la Argentina pueda aprovechar y expandir todas estas oportunidades necesitamos seguir invirtiendo en infraestructura que permita potenciar el desarrollo y, además, que la regulación siga incentivando la aplicación de las mejores tecnologías e innovación. Finalmente, el seno del B-20 le está permitiendo a la Argentina participar activamente de ricos debates, en los cuales puede acceder a ideas ya experimentadas (con sus aciertos y dificultades) y soluciones aplicadas a problemas similares ligados a la transición hacia energías más sustentables.