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Juan Cueto transportó desde Italia el concepto de la vida lenta. Eran principios de los noventa, cuando el sociólogo Enrique Gil Calvo escribió Prisa por tardar y el filósofo Emilio Lledó publicó El silencio de la escritura, antes de que apareciera Los libros y la libertad, en defensa de la lectura detenida. Ahora la invasión de Internet lo asocia todo a la prisa y ese sentimiento ha llegado de tal modo a la lectura (y al consumo) de libros que la multinacional Amazon acaba de lanzar en Madrid su iniciativa de hacer llegar los libros (pero también las hortalizas, los yogures, la mantequilla...) en una o dos horas. ¿Tener un libro es tan urgente como el aceite para freír los huevos o como tener yogures para un bizcocho? Las personas con las que hemos hablado relativizan el sofoco: la revolución de la prisa no va a matar la estrella del libro, que es el silencio, el sosiego, y por tanto el tiempo.
Juan Cueto transportó desde Italia el concepto de la vida lenta. Eran principios de los noventa, cuando el sociólogo Enrique Gil Calvo escribió Prisa por tardar y el filósofo Emilio Lledó publicó El silencio de la escritura, antes de que apareciera Los libros y la libertad, en defensa de la lectura detenida. Ahora la invasión de Internet lo asocia todo a la prisa y ese sentimiento ha llegado de tal modo a la lectura (y al consumo) de libros que la multinacional Amazon acaba de lanzar en Madrid su iniciativa de hacer llegar los libros (pero también las hortalizas, los yogures, la mantequilla...) en una o dos horas. ¿Tener un libro es tan urgente como el aceite para freír los huevos o como tener yogures para un bizcocho? Las personas con las que hemos hablado relativizan el sofoco: la revolución de la prisa no va a matar la estrella del libro, que es el silencio, el sosiego, y por tanto el tiempo.
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