Cuando el ministro de Hidrocarburos de Arabia Saudita, Ali Al-Naimi, anunciaba su posición de que no harían recortes a su producción de petróleo en la reunión ejecutiva de la OPEP, Organización de Países Exportadores de Petróleo, realizada en Viena el 27 de noviembre (2014), se marcó un punto de inflexión en la discusión que no tenía consenso, principalmente de Irán y Venezuela, países que no encontraban explicación a esta decisión y daban lugar a las críticas aduciendo que se trataba de una trama que desencadenaría en una ‘guerra petrolera’.
Probablemente los 12 países miembros de la OPEP nunca imaginaron que una decisión de este tipo hiciera que los precios del petróleo descendieran de una manera tan radical y en tan poco tiempo, a octubre del 2014 ya había descendido un 25 % y a enero del 2015 el precio bajaba la línea del 55 %, superando el temido rango de $us 45 por barril, lo que para muchos de estos países pone en riesgo la viabilidad de varios de sus campos. El príncipe saudí, Alwaleed bin Talal, ante esto, mencionada que nadie podía anticipar la caída del precio del petróleo en un 50 % y “esto no deja dudas de que el petróleo nunca volverá a costar $us 100 el barril”, decía en un pronóstico arriesgado.
La OPEP, que hasta entonces mantenía una configuración tipo cartel, durante años venía realizando ajustes a la producción (30 millones de barriles por día) para mantener los precios, en esta oportunidad Arabia Saudita reconocía un cambio en el manejo de su política comercial, a la cual rápidamente se sumó Catar, aduciendo que ya no podían ser los responsables por el precio del petróleo y que se tendría que estabilizar por sí mismo, una movida estratégica realizada por algunos analistas, considerando los errores del 2008 donde el precio alcanzó los $us 147 por barril, lo que posibilitó el desarrollo de nuevos proyectos que demandaban altas inversiones y costos.
Nota de la edición Nº 95 - 2015
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