TNS LATAM
Todas las previsiones apuntan a que el futuro del gas está en la distribución internacional de este combustible, para adaptarse al crecimiento de la demanda estimado en un 33 por ciento para 2040, según el World Energy Outlook 2015 de la Agencia Internacional de la Energía (IEA). Así, la carrera entre productores y consumidores para llegar a esta meta, ya ha comenzado. Una muestra de ellos es la apertura de las exportaciones estadounidenses de Gas Natural Licuado (GNL) desde inicios de este año, que sitúa a Estados Unidos en una situación privilegiada debido a su desarrollo tecnológico y sobre todo porque posee volúmenes comercialmente atractivos para la venta al exterior. Gracias a la revolución que supuso el fracking, el país norteamericano ha incrementado un 26 por ciento su producción de gas en la última década, convirtiéndose en el primer productor mundial (21,4 por ciento del total), arrebatando el puesto al hasta entonces líder, Rusia. Y no solo eso, el gas abundante ha favorecido un abaratamiento de los precios estadounidenses del combustible, generando una ventaja competitiva frente a otros mercados, pero quizás hayan bajado demasiado.
El índice norteamericano para la cotización del gas, Henry Hub, ha sido uno de los que más ha caído, llegando a perder más de la mitad de su valor desde 2010 hasta situarse en torno a los 2,50 dólares por millón de British Termal Unit (MBTU) debido al diferente efecto de la sobreoferta mundial de gas y del desplome de los precios del crudo dependiendo de la región. Mientras que en Asia, los precios del gas están muy ligados a la evolución de la cotización del petróleo, igual que los de Europa (NBP británico); en Estados Unidos, el índice Henry Hub se fija en función de la oferta y la demanda, por lo que la sobreoferta global, que se estima continuará hasta 2022, según Cedigaz, ha hecho bajar las cotizaciones.
Estas diferencias regionales, que obligaron a una división en tres áreas (América del Norte, Europa y Asia), han generado tendencias de cotización muy alejadas, e incluso opuestas en los últimos años, y que los países asiáticos ignorasen su hasta ahora potente demanda a la hora de calcular los precios de su gas. Como consecuencia, desde que comenzó el milenio, los precios del gas en Asia se han triplicado hasta ser los más elevados del mundo. En el mismo periodo, los precios del gas se han duplicado en Europa y caído en EEUU. En el caso latinoamericano los precios del gas natural se obtienen de la suma de los precios de gas en boca de pozo, más las tarifas de transporte y de distribución. En otros casos, los precios resultan de una negociación bilateral entre los países involucrados. El problema es que muchos de ellos aún dependen del precio del Henry Hub, por lo que países como México se están planteando crear su propio índice de referencia independiente.
Y es que, tal como recuerda Jose Carlos Jarillo, analista de Strategic Investment Advisors, “lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de analizar esta industria es que por el momento, el mercado mundial del gas no existe. Cada región tiene sus peculiaridades ya que físicamente no se puede enviar gas de un sitio a otro con facilidad, como ocurre con el petróleo. Para su transporte, el gas tiene que ser licuado previamente y esto conlleva una complicación adicional y un coste mucho mayor que el del petróleo, cuyo mercado se equilibra debido a los flujos de importaciones y exportaciones”.
En el caso de Estados Unidos, los envíos se han destinado tradicionalmente a cubrir la enorme demanda interna (que supone el 22,7 por ciento del total mundial), y al intercambio con países cercanos como México y Canadá a través de su extensa red de gasoductos. Pero la revolución del shale gas y la disponibilidad de un mayor suministro que crece cada año a niveles inigualables, ha abierto la puerta a la venta de este hidrocarburo a otros países. La posibilidad de pasar de importador a exportador neto, ha provocado que la regulación del país flexibilizase el envío de Gas Natural Licuado, para su transporte mediante buques metaneros a otras regiones como Asia o Europa, que tienen un gas más caro. El primer envío en enero desde la planta de exportación de GNL Sabine Pass de Cheniere, la única empresa con licencia para exportar hacia países donde EEUU no tiene acuerdo de libre comercio, es solo una pieza de lo que está aún por llegar. Las autoridades ya han aprobado el desarrollo de cuatro plantas más, que estarían listas en 2018 y existen otros 25 proyectos pendientes. Así, EEUU tendría capacidad para licuar, enfriar y exportar 60 millones de toneladas en 2019, según Reuters.
Lo que es discutible, en opinión del analista Jose Carlos Jarillo, es que el sector de GNL sea rentable a menos de 5 dólares/MBTU. Sobre todo porque los precios actuales ya no cubren los costes de licuefacción y transporte, ni mucho menos las enormes inversiones necesarias para crear infraestructuras. Una planta de licuefacción supone unos 20.000 millones de dólares, 10.000 millones si se instala en una terminal de importación de gas ya existente, según datos del Congreso estadounidense. “Todo depende de que se invierta menos en producción, ya que la demanda es constante, sobre todo ahora, tras un invierno frío y la oferta sigue siendo excesiva”, afirma Jarillo a Energía 16.
Y es que el escenario ha cambiado radicalmente desde que Estados Unidos decidiese embarcarse en la aventura exportadora. Además de la caída de precios, la demanda asiática de gas natural hacia donde se pensaba destinar la mayoría de los envíos de Estados Unidos, ya no es tan fuerte como se esperaba, ya que China tiene una gran cantidad de opciones para satisfacer sus necesidades de gas, incluso a través de nuevos contratos con Rusia. La otra gran potencia asiática, Japón, que necesitó de esta fuente de energía después del accidente de Fukushima en 2011, ha resuelto ya sus problemas. Y la puesta en marcha de proyectos de gas en Australia ha supuesto un duro golpe para los planes de EEUU en Asia. Así, parece que, aunque los mercados asiáticos seguirán teniendo importancia en la demanda de Gas Natural Licuado ya que concentran el 75 de la demanda, EEUU tendrá que esforzarse en cerrar intercambios con otros mercados como Europa o América Latina. “El propio presidente Barack Obama aseguró en marzo de 2014, durante una cumbre con la Unión Europea, que el GNL de su país podría ser una alternativa futura al gas ruso para Europa y se mostró partidario de firmar un acuerdo comercial con la UE”, según explica Sedigas, la patronal del sector en España, favorecido por la calidad de las infraestructuras de gas en la región. De hecho, empresas como Gas Natural o Repsol ya se están asegurando la recepción de los primeros envíos estadounidenses desde el Golfo de México.
Pero por encima de todo, el transporte de GNL en grandes buques abre la posibilidad de crear un auténtico mercado global y un futuro reequilibrio de los precios. Pero esta otra revolución “llevará mucho tiempo”, apunta Jose Carlos Jarillo, ya que el peso del GNL en el mercado global es todavía escaso. Según BP Statistical 2015, solo el 33 por ciento del comercio internacional de gas corresponde al GNL. Además, la crisis económica parece haber afectado también a este sector, junto con los menores precios del carbón y la expansión de las renovables, ya que desde 2013 se ha ralentizado su crecimiento, que todavía necesita el desarrollo de muchas de sus infraestructuras, tanto para la licuefacción, como para el transporte, según la asociación internacional Cedigaz. Pese a los pasos que quedan por dar, un estudio de Citi, asegura que el gas natural irá ganando terreno al petróleo en los próximos años gracias a su utilización en cada vez más sectores económicos como la petroquímica o la generación de energía, y un mayor peso en la automoción y en el transporte.
Latinoamérica
Por el momento, el papel de América Latina en este sector es fundamentalmente importador, ya que representa el tercer mercado para la comercialización del GNL a nivel mundial, según BP Statistical. México encabeza el consumo del hemisferio occidental, con 6,9 millones de toneladas el año pasado. Brasil, Argentina y Chile también son importantes consumidores latinoamericanos, y se encuentran entre los 15 principales importadores de GNL del mundo. Pero la situación podría cambiar en el futuro gracias al potencial de reservas de gas que existen sobre todo en Trinidad y Tobago, Argentina, México, Brasil y Perú (cerca del 43 por ciento del total). El desarrollo del sector es especialmente importante en el caso argentino, que lucha por lograr la autosuficiencia energética, pero que aún tiene que recibir importantes inversiones. México, por su parte, tiene el reto de involucrar el shale gas dentro de su agenda energética, después de que Pemex haya invertido en los últimos años todos sus esfuerzos en la recuperación del petróleo. Según la EIA, Brasil también posee un gran potencial de gas al sureste del país, pero necesita grandes inversiones, así como Trinidad y Tobago, que pese a poseer grandes reservas no ha presentado ninguna evolución. En cuanto a las infraestructuras, Perú destaca por su importante potencial en el campo de Camisea y por ser el único país con una planta de licuefacción para la exportación, aunque el resto de los países tienen instalaciones de regasificación para acoger las importaciones de GNL, según señala BN Américas.
Aún quedan pendientes varios retos por superar y verificar el impacto de las exportaciones de GNL de EEUU, que pueden ser tanto un riesgo como una oportunidad. Un riesgo porque debilite aún más los precios, hasta el punto de que compense seguir importando gas, y oportunidad porque si se aprovechan las experiencias obtenidas en Estados Unidos, es probable que América Latina pueda saltarse gran parte de la curva de aprendizaje en su exportación, según apunta Jeremy Martin, especialista de energía en el Instituto de las Américas de la Universidad de California.