La situación del Gobierno de Brasil se vuelve cada día más dramática. La economía no remonta el vuelo, crece la polarización política y la presidenta Dilma Rousseff ve cómo su poder se desvanece progresivamente, sobre todo desde que la policía se llevó al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a declarar el viernes pasado, acusado por la fiscalía de corrupción en el caso Petrobras.
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