Venezuela atraviesa el segundo semestre de 2025 en su mayor confrontación con Estados Unidos desde 2019. La designación de Nicolás Maduro y su cúpula como “grupo terrorista global” por Washington, junto con el desconocimiento total de la institucionalidad chavista, ha sellado el aislamiento internacional del chavismo. Este aislamiento ha devastado la economía real, limitando el acceso a canales bancarios, tecnológicos y logísticos, y asfixiando al sector privado bajo sanciones reales y el “overcompliance” de actores internacionales. La economía venezolana enfrenta un triple shock: ruptura comercial y financiera con occidente, colapso energético y precarización del tejido social e industrial. La inversión extranjera ha desaparecido, salvo en operaciones de salida, y las empresas enfrentan bloqueos reputacionales por su vinculación al chavismo. La informalidad se ha convertido en la norma para sobrevivir, con pagos internacionales bloqueados y cadenas logísticas fracturadas.
Los datos macroeconómicos oficiales reportan un crecimiento del PIB de +7,7% en el semestre, una inflación anualizada de 275% y una devaluación del 70-100%. Sin embargo, este supuesto crecimiento es un espejismo estadístico, desmentido por la realidad a pie de calle: no hay expansión social, industrial ni de consumo con valor agregado. La contracción económica real, estimada en un 5-10% según proyecciones independientes (Cepal, 2025), refleja un colapso estructural agravado por la falta de energía.
El verdadero límite del crecimiento y la supervivencia económica en Venezuela es la energía eléctrica disponible. El país opera con apenas 12.000-14.000 MW de los 36.000 MW instalados, y una caída de 80% en capacidad efectiva; lo cual se traduce en más de 210.000 cortes eléctricos en lo que va de 2025 (Foro Penal, 2025), afectando a 61% de los hogares diariamente. La industria petrolera, que consume 833 MW diarios (6% del total nacional) para sostener un millón de barriles/día, compite con sectores residenciales (46%), servicios públicos (32%), industrias no petroleras (11,5%), bombeo de agua (2,3%) y transporte urbano (1,5%).
Producir un millón de barriles diarios requiere 20 millones de kWh diarios, pero una caída a 10.000 MW disponibles (que no sería algo extraño por las malas condiciones de mantenimiento), reduciría la producción a 770.000 barriles/día, sacrificando servicios urbanos y logísticos. Este tope eléctrico rígido hace inviable sostener simultáneamente la producción petrolera, la industria y las necesidades básicas. Toda estrategia económica o de transición debe partir de esta restricción material, y no de ilusiones estadísticas. La “base de la pirámide” socioeconómica, que concentra 82% de la población en pobreza con 60% de indigencia (Encovi, 2025), es ahora, por default, el centro del mercado, con 92% del consumo enfocado en bienes esenciales. Más de nueve millones de migrantes han abandonado el país, pero sus remesas (4-6 mil millones de dólares anuales) sostienen 15-20% del consumo básico.
Esta diáspora, aunque drena talento, representa una oportunidad subestimada: su retorno, con incentivos fiscales y capacitación en tecnologías como la IA, podría impulsar la reconstrucción post-chavista. El sector privado, reducido de 13.000 industrias a inicios de siglo a unas 2.500 en 2025, sobrevive gracias a su resiliencia, generación eléctrica autónoma y enfoque en sectores esenciales (alimentos, medicamentos, telecomunicaciones). Las estrategias de emergencia eléctrica -con generadores propios-, liquidez en divisas, diversificación de canales, son ahora la norma. Sin embargo, las cúpulas gremiales politizadas han dañado la reputación empresarial, mientras las cámaras sectoriales y binacionales legítimas se consolidan como brújula y escudo ante la crisis.
Por su parte, la dinámica política impulsada por el movimiento chavismo-gobierno electo-EE UU, coloca al chavismo, en un “estado de alarma” declarado, buscando apoyos en China, Rusia e Irán para resistir la presión de EE UU, cuya presencia naval y sanciones intensificadas actúan como disuasión estratégica. Jorge Rodríguez, tras su viaje a China, intentó asegurar recursos económicos y diplomáticos (y tal vez refugio futuro), pero la corrupción en Pdvsa (filtraciones de sobornos por 500 millones de dólares en contratos con China y Rusia) debilita su posición de posible exilio. Y como complemento, sus tradicionales aliados de la izquierda latinoamericana y vernácula, Brasil, Colombia y México, han sido tibios en sus posiciones frente a la flota “gringa” y se han mantenido lejos de reconocer a Maduro et al como ganador de las elecciones del 28 de julio de 2024.
En paralelo, EE UU respalda con mucha fuerza a María Corina Machado y a Edmundo González Urrutia, líderes del gobierno electo reconocido internacionalmente. Su legitimidad crece, pero la transición enfrenta riesgos de forma y de fondo: desde una salida pacífica (escenario optimista), una resistencia prolongada del chavismo (escenario inocuo), hasta una extracción violenta con conflicto armado (escenario pesimista), pasando por el entramado jurídico con la AN 2015, única autoridad reconocida por EE UU. Para entender la coyuntura venezolana actual, hay que tener claridad en que el verdadero límite del crecimiento y la supervivencia económica está marcado por la energía disponible, y no por los datos oficiales de PIB.
Y eso debe ser una alerta para el nuevo gobierno, pues habrá serias limitaciones para hacer realidad las posibilidades, si rápidamente no se comienza a consolidar la infraestructura de energías primarias, y, como consecuencia, rehacer al sector eléctrico… que es como un elefante, al cual no se lo puede “comer” de un solo golpe, sino en pedacitos… pero hay que comenzar a comérselo desde el día uno. Lo que queda del sector privado empresarial, con y sin fines de lucro, se constituye en la columna vertebral de la economía; y hoy más que nunca, las cámaras sectoriales y binacionales, así como las empresas que las integran son la brújula, la red de seguridad y el escudo ante lo imprevisible… o previsible, pero que asusta.
En situaciones extremas de guerra militar cuasi declarada, con todo el alcance de daños colaterales que la experiencia en otros países nos muestra, es importante seguir buscando e identificando oportunidades que nos exigen mirar donde nadie ve y moverse cuando todos dudan. La hoja de ruta cambió, y, una vez más, habrá que refrescar la estrategia y ajustar organización. sistemas de salud, hambre Un manifestante de la oposición sostiene un cartel que dice "Quiero morir de viejo, no de hambre y sin medicinas" durante una protesta contra la falta de electricidad, medicinas, agua, las malas condiciones de los hospitales y en demanda de salarios más justos, en Caracas el 14 de abril de 2022. Foto: Federico PARRA/AFP La recomendación práctica y general para cualquier tipo de empresa, debe considerar, al menos:
1. Priorizar mercados esenciales y sostenibles:
Concentrar esfuerzos en nichos que sobreviven a “full crisis” (alimentos, farma, servicios básicos), evitando rubros de alto consumo eléctrico o dependencia estatal directa. 2. Asegurar generación eléctrica autónoma: Invertir (si hay capacidad financiera) en soluciones propias de generación eléctrica: plantas, paneles solares u otras alternativas. Negociar contratos de suministro “a prueba de apagones” y pactos logísticos con proveedores resilientes. 3. Gestión rigurosa de liquidez y riesgo cambiario:
Favorecer ingresos y reservas en divisas fuertes, optimizar el flujo de caja, evitar exposición a créditos incobrables o papeles públicos. 4. Adaptación estructural y formatos ágiles: Rediseñar la fuerza laboral para máxima flexibilidad, uso de modalidades remotas y operativas con baja dependencia de insumos importados o cadenas largas. Desarrollar formatos de venta y servicios que se sostengan aún con cortes de luz o restricciones de movilidad. 5. Blindaje jurídico y reputacional:
Cumplir estándares internacionales de compliance, monitorear sanciones, cuidar la huella pública y la relación con clientes/globales 6. Redes y alianzas: coopetition: Priorizar alianzas que permitan sumar recursos, compartir infraestructura crítica y aprender rápidamente de sectores que resisten mejor el entorno adverso. 7. Y, tal vez lo más importante de todo, prepararse para el “día después”, cuando el modelo asistencialista sea reemplazado por un modelo de mercado.
Y no perder de vista que el objetivo diario, independientemente del tamaño y del mercado que tengan, debe ser concentrarse en cerrar cada transacción de negocio que se les presente, evitando la rigidez que suele tenerse en tiempos de normalidad. Hoy estamos en tiempos de excepción. Recuerden que resistir no es aguantar, es adaptar cada decisión a la realidad eléctrica, a la volatilidad institucional y contra intuitivamente buscar la oportunidad justo donde todos solo ven riesgo.
Subsistir hoy es una cuestión de estrategia y de alertas tempranas, y no de aguante ciego, tal como lo demuestra la experiencia de la turbulencia de 2016/17. Cada ola de crisis selectiva termina por abrir –inesperadamente– ventanas de oportunidad para quienes se posicionan con liquidez, flexibilidad y lectura profunda del entorno.
La resiliencia que mencionábamos, no está en la fortaleza de los grandes, sino en la flexibilidad de quienes logran leer las oportunidades ocultas y adaptarse antes de que la coyuntura cambie. “Nunca hubo tantas oportunidades ocultas en Venezuela, pero todas están debajo del radar habitual. No se trata de mirar más; se trata de ver diferente lo que todos están mirando”.
Recomendaciones Para el gobierno chavista (de salida): evaluar los tres escenarios (optimista, inocuo, pesimista) y optar por la salida no violenta que garantice una transición ordenada y minimice el conflicto. Porque el impacto de los tres escenarios en los que ellos están involucrados los debería llevar a tomar la mejor decisión para evitar ser arrastrados a una guerra sin sentido. El escenario Inocuo, según el cual continúan como van, sobreviviendo día a día, sabiendo que es estratégicamente inviable; y que necesariamente derivará en cualquiera de los dos siguientes escenarios: el Optimista, según el cual salen por las buenas evitando daños profundos; o el Pesimista, según el cual “los van” por las malas. Para el gobierno electo (liderado por Machado y González): que, en el proceso de revisión continua y readaptación de planes en tiempo real, le confiera un peso y una prioridad especial al tema de la infraestructura eléctrica… Como algo medular… considerando que ese sistema es la plataforma sobre la que se apoyará la vida diaria del venezolano en todas las dimensiones que se puedan imaginar: sin electricidad no hay PIB, ni hay nada. Para los empresarios honestos y trabajadores (ya no perderé más tiempo con la dirigencia cooptada por el chavismo): desarrollar escenarios y planes para reposicionar cada empresa rápidamente cuando ocurra (días o semanas) la apertura, transición y cambio de ciclo, evitando tomar ahora decisiones que comprometan el futuro estratégico. Así como el equipo de Edmundo González y María Corina Machado están preparados para asumir el día cero en el momento t, cada empresa debe estar lista para ese nuevo horizonte en el momento t+1… Para que realmente sean la ventaja y la diferenciación, y no el obstáculo o el problema.
Fuente: El Nacional