La Argentina tiene una oportunidad única de industrializar su energía gracias a Vaca Muerta, pero enfrenta obstáculos estructurales como la alta presión impositiva, la falta de infraestructura y una apertura comercial sin protección.
La industria química y petroquímica , con su rol transversal en casi todos los sectores productivos, se encuentra hoy ante un escenario de grandes oportunidades, pero también de desafíos estructurales que condicionan su potencial de crecimiento. En un contexto global caracterizado por una transición energética cada vez más acelerada , la seguridad del abastecimiento, la descarbonización y la eficiencia competitiva son los tres ejes que marcarán el rumbo del sector en los próximos cinco años.

La química y la petroquímica son la base de las industrias. El 96% de los productos que nos rodean -desde un celular hasta una pintura o un medicamento- tienen insumos químicos o petroquímicos en su composición. Esto habla de su alcance estratégico, pero también de su sensibilidad frente a cambios en el entorno macroeconómico, regulatorio y energético.

El escenario global actual muestra un fuerte excedente de capacidad productiva en países que han invertido agresivamente en sus industrias químicas. China, India y EE.UU. lideran con producción eficiente y costos bajos. Esta realidad genera una presión global sobre los precios y una competencia cada vez más feroz, que obliga a repensar las estrategias locales para ganar -o al menos no perder- terreno en el mercado internacional. Argentina tiene un activo invaluable: Vaca Muerta, una fuente comprobada de hidrocarburos que puede proveer materia prima abundante, competitiva y sostenible para impulsar una nueva ola de inversión petroquímica . Se vio antes que con el descubrimiento del yacimiento Loma La Lata, que en sus comienzos tenía reservas comprobadas por aproximadamente 10 TCF, se logró desarrollar el polo petroquímico de Bahía Blanca.

Hoy, se puede estimar recursos de gas natural por encima de los 300 TCF en Vaca Muerta, lo que abre una posibilidad sin precedentes. Si somos capaces de monetizar el gas y sus líquidos -etano, propano, butano y gasolina natural-, estaremos sentando las bases para una verdadera industrialización energética. Además de exportar petróleo y gas natural hay una excelente oportunidad de monetizarlos localmente y generar valor agregado.

Ahora bien, para que esto se pueda concretar, es necesario resolver cuestiones estructurales que afectan nuestra competitividad. Uno de ellos es la carga impositiva en Argentina que es elevada comparada con otros países de la región y también como aditivo están los impuestos provinciales y en muchos lugares tasas municipales sin ningún tipo de contraprestación.

Otro tema son las retenciones a las exportaciones de productos de origen industrial, que hemos solicitado su eliminación. Es importante subrayar que la industria química y petroquímica argentina es competitiva dentro del "alambrado" . Es decir, nuestras plantas operan con eficiencia y estándares de clase mundial. La dificultas se da cuando salimos: una logística cara, impuestos acumulativos y falta de infraestructura moderna. Es necesario ir resolviendo estos cuellos de botella para incrementar la competitividad

Por eso hablamos de una "apertura inteligente". No estamos en contra del comercio internacional. Por el contrario, creemos en su potencial dinamizador. Pero esa apertura debe estar acompañada de reglas claras que eviten prácticas desleales, como el dumping, y de una estructura arancelaria que promueva la producción local sin cerrar el mercado. Todos los países del mundo protegen sus sectores estratégicos. Argentina no puede ser la excepción.

De cara a los próximos cinco años, los desafíos son grandes, pero también las oportunidades. La transición energética, la digitalización y la economía circular van a redefinir la forma en que producimos y consumimos. El sector químico y petroquímico será clave para desarrollar soluciones sostenibles, desde nuevos materiales hasta tecnologías para el almacenamiento de energía y la captura de carbono. Para eso, necesitamos una visión de largo plazo, con políticas estables, inversión en infraestructura, incentivos a la innovación y una articulación público-privada sólida y transparente.

El futuro de la energía, la química y petroquímica en Argentina tiene los recursos y el talento para ser protagonista. Es momento de alinear esfuerzos, remover obstáculos y construir un marco competitivo que permita que esa promesa se convierta en realidad.

Fuente: El Economista