El pasado viernes, una nueva mancha oscureció las costas del norte peruano. Petroperú, la empresa estatal de hidrocarburos, confirmó un derrame de petróleo en su terminal submarino de la Refinería de Talara, con hidrocarburos detectados en la playa Las Capullanas al día siguiente. Mientras el crudo alcanzaba la orilla y afectaba al menos cuatro playas de la región Piura, la reacción de la compañía se limitó a un escueto comunicado y medidas de limpieza tardías.
Un desastre ambiental anunciado El incidente ocurrió durante maniobras de embarque en el buque Polyaigos, cuando un error técnico o negligencia aún no aclarada resultó en un vertido que cubrió un área de 10,000 metros cuadrados. Aves marinas, tortugas y especies como los percebes quedaron impregnados de crudo, sumando imágenes de devastación ambiental a un verano que se anticipa perdido para las comunidades costeras.

El alcalde de Lobitos, Ricardo Bancayán, denunció el impacto directo en la biodiversidad y la economía local: “Este derrame no solo destruye nuestro ecosistema, sino también la fuente de sustento de los pescadores y el turismo, pilar económico de la zona.” La Dirección de Supervisión Ambiental del OEFA confirmó los daños, mientras la Fiscalía abrió una investigación preliminar por contaminación ambiental.

Crisis financiera y operativa: ¿Es Petroperú un gigante en caída libre? La tragedia ambiental expone otra crisis, esta vez interna. Petroperú enfrenta una deuda de más de US$ 8 mil millones y una gestión criticada por ineficiencia. La Refinería de Talara, emblemática por su modernización multimillonaria, ha sufrido problemas técnicos que redujeron su capacidad de producción. A esto se suman variaciones en los precios internacionales del petróleo, que golpearon sus ingresos.

La empresa, encargada de explorar, producir, refinar y comercializar hidrocarburos, ha pasado de ser un pilar estratégico para la seguridad energética nacional a un símbolo de las malas prácticas en la gestión pública.

El impacto económico y social de un desastre múltiple Más allá de los daños ambientales inmediatos, el derrame afecta la economía regional y la confianza en la principal empresa estatal del sector. La Cámara de Comercio de Piura advierte pérdidas significativas en el turismo y la pesca, actividades vitales para la región. Además, los costos de limpieza y compensación podrían aumentar la ya insostenible deuda de Petroperú, profundizando su crisis. Mientras tanto, la falta de respuestas claras por parte del gobierno y la empresa estatal alimenta la indignación ciudadana. ¿Es este el reflejo de una empresa incapaz de adaptarse a los estándares de sostenibilidad y transparencia que exige el siglo XXI?

La tragedia en Talara es más que un derrame de petróleo: es un símbolo de la fragilidad institucional y financiera de Petroperú. Como señala un antiguo proverbio, «Quien siembra vientos, recoge tempestades.» El país debe decidir si continuará tolerando la mala gestión de una empresa estratégica o si tomará medidas drásticas para reformarla antes de que sea demasiado tarde.

Fuente: Cuaderno Borrador