"En lo primero, Camisea ha sido un caso de éxito..." (Foto: GEC) Rafael Belaunde Llosa Fecha Actualización 09/09/2024 - 07:00 Paginación
Bajo la prédica ponzoñosa y panfletera de un mal entendido nacionalismo, Evo Morales nacionalizó la industria gasífera boliviana.
Los resultados -previsibles- hoy se confirman en la realidad: Bolivia ha destruido su industria gasífera, agotado sus reservas y dilapidado la descomunal renta que ella generó. Nadie explora, pues a los enormes costos asociados a una actividad altamente riesgosa se suman los impuestos confiscatorios que Evo impuso a la fuerza. Consumidas las reservas, el colapso llegó.
El irónico y cruel final de esta historia será que una de las potencias gasíferas de la región terminará importando gas por los mismos ductos que se tendieron para exportarlo.
Este fue el modelo “exitoso” de nacionalización que más de un político en el Perú propuso como política de gobierno. La experiencia boliviana en política hidrocarburífica sirve como un claro ejemplo del camino que NO debemos tomar. Una actividad que demanda miles de millones de dólares no es algo en lo que un país con limitados recursos como el Perú debería hacer. Es mucho mejor tener un marco tributario que maximice la renta nacional y, a su vez, promueva la continuidad de las operaciones y las exploraciones de nuevos yacimientos.
En lo primero, Camisea ha sido un caso de éxito. El Consorcio paga esencialmente dos tipos de tributos: regalías, que se pagan sobre el valor de la producción, que ascienden a 37.24% y paga el 30% de Impuesto a la Renta. Esto lleva la presión tributaria cerca al 70%. En 20 años de operación, Camisea ha aportado al Estado más de S/47,000 millones entre impuestos y regalías.
Camisea explota dos lotes: el 56, que se destina a la exportación, y el 88 para consumo nacional, garantizando abastecimiento para -por lo menos- 21 años y cuyo precio está regulado por contrato, siendo considerablemente menor al precio internacional del gas (cerca de un tercio).
En total, Camisea produce 1,600 millones de pies cúbicos por día, de los cuales 600 millones se exportan, 600 millones se destinan al mercado nacional y 400 millones deben ser reinyectados porque no hay ductos que alimenten la demanda interna. Gas hay, necesidad para el consumo también; lo que faltan son las redes. Por ello, es importante que el Estado impulse la masificación (se puede comenzar utilizando el Fondo de Inclusión Social Energético-FISE o el Sistema de Seguridad Energético-SISE).
Solo 10 de las 24 regiones de nuestro país cuentan con gas natural. De las que carecen del gas está el Cusco, donde se encuentra el yacimiento; Ayacucho y Huancavelica, por donde pasa el gasoducto; Puno y Apurímac, regiones con enorme potencial para su uso.
La exploración por más gas no se puede detener. Si no, corremos el riesgo de agotar nuestras reservas sin encontrar nuevos yacimientos, tal como ocurrió en Bolivia. Por eso es vital que los peruanos que viven en la zona de donde se extrae el gas y por donde pasa el gasoducto sean beneficiados también con este recurso.
Fuente: Peru 21