Recordaba su legendaria historia, ahora mismo, cuando una voracidad insaciable de presupuesto público convierte a la tantas veces quebrada Petroperú en la empresa estatal Tarrare. Es que esta empresa estatal es la muestra más grande de que el modelo tiene grietas enormes que no permiten abordar lo urgente y necesario, pues mientras se la alimenta constantemente con el dinero de todos los peruanos, mantenemos un déficit enorme de hospitales, colegios, carreteras, puentes y atenciones.
El Ministerio de Economía y Finanzas aprobó una garantía de prestamos por más de 800 millones de dólares al mismo tiempo que se hizo pública la condición de garbanzal que esta empresa era para unos cuantos. ¿Dónde se ha visto que se pague escolaridad hasta los 29 años? ¿Cómo una empresa quebrada puede devorar tanto presupuesto en bonificaciones? ¿Cómo le explicas a los trabajadores que se ganan la vida laburando de sol a sol que en esa empresa se le da un bono para gastos de vacaciones a sus privilegiados empleados?
No hay forma, la sola existencia de esta empresa y conocer cómo opera y cómo alimenta sus privilegios con los descuentos que el Estado le hace a todos los trabajadores del país a través de sus impuestos es indignante. Mientras todos los peruanos deben ahorrar mucho para poder pagarse unas vacaciones, y millones ni siquiera pueden pensar en ellas, Petroperú le paga a sus privilegiados trabajadores un bono por vacaciones, consistente en un sueldo adicional, además de pagarle también el monto equivalente a su alimentación durante un mes. Eso es un insulto para los honestos peruanos que se rompen el lomo trabajando.
Mientras en el país 83 de cada 100 personas que se enferman no son atendidas en servicios de salud públicos ni privados, a nivel urbano y rural, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en esta monstruosa empresa devoradora de impuestos se le paga a padres e hijos hasta los 25 años un programa de atención médica. Una burla macabra e inaceptable.
Mientras 1,7 millones de familias peruanas sin poder acceder a una vivienda digna, los señores de Petroperú cuentan con bonos especiales para poder acceder a viviendas financiadas, convirtiendo lo que es una cifra social crítica en un insulto a la fatalidad de miles de familias que se buscan dignamente un techo para cobijarse decentemente. ¿Puede ser esto racionalmente aceptable? Claro que no, es la mayor prueba de que las desigualdades no surgen de otra cosa más que de algunas infames decisiones de quienes dirigen el Estado.
Qué maravilla esa de que en Petroperú te paguen el 75 % del costo de tus estudios, aunque no sean equivalentes a las necesidades de la empresa; ello, mientras la tasa de matrícula en educación superior para los jóvenes de entre 17 y 21 años en condición de pobreza extrema fue el año 2022 de 9.6 %; mientras que para sus pares con pobreza esta tasa fue de 21.5 %; y el 41 % para los jóvenes no pobres. Una maravilla que excluye a los demás. Conociendo todo eso, es lógico entender por qué es una empresa económicamente inviable que como el francés Tarrare no deja de devorar presupuesto y vomitarlo grotesca e indignantemente en una serie de privilegios para unos cuantos trabajadores que han accedido a ellos mediante mecanismos de negociación colectiva que hasta ahora han mantenido bien ocultos.
Por cosas como esta, los revolucionarios del siglo XXI encuentran en personas como Javier Milei una figura de cambio necesario, mientras cada día más se alistan a una batalla ideológica dispuesta a enterrar los gastos parasitarios del Estado y su casta privilegiada, abrazando las ideas de la libertad y los estados mínimos. Pues esta es una revolución de ideas.
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