Tres años antes de su caída y 11 después de su llegada al poder Evo Morales dio inicio a su sueño más ambicioso como presidente: la industrialización del gas natural. Con la inauguración de la planta de urea y amoniaco, ocurrida en la primavera de 2017, el exjefe de Estado celebró a lo grande la gran promesa del proceso de cambio; que el país no sea solo un exportador de recursos naturales, sino que también sumar valor agregado a sus materias primas. Esta fábrica fue la punta de lanza de una serie de proyectos, que pese a la gran inversión que tuvieron no colmaron las expectativas.
Según un análisis realizado por la Fundación Milenio, en base a datos extraídos de la Agenda de Reactivación Hidrocarburífera de Bolivia, del Ministerio de Hidrocarburos, de octubre 2020, el costo de la nacionalización de los hidrocarburos fue de 2.078 millones de dólares.
La investigación, realizada por Carlos Delius, expresidente de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía (CBHE) y empresario del sector, sostiene que pese a la gran inversión; la industrialización del gas natural “no es precisamente una historia de éxitos”.
El documento sostiene que el afán de generar un valor agregado al gas natural generó que los proyectos tengan errores conceptuales, un mal dimensionamiento, fallas en la comercialización y una errada logística.
Fuente El Deber
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