El incremento en los precios ocurre en un momento en que las principales petroleras del mundo, en especial las estadounidenses, enfrentan presiones relacionadas con un cambio en la matriz energética que apunte al desarrollo de energías limpias. Los países más beneficiados ante esta situación serían Rusia y Arabia Saudita, quienes prevén una disminución en el desarrollo de yacimientos no convencionales, que les permitiría aumentar su producción para atender la creciente demanda y aumentar su protagonismo en el mercado energético mundial.
Actualmente Venezuela no se encuentra en condiciones de capitalizar la subida de los precios del petróleo. De acuerdo con el informe de la OPEP, según fuentes secundarias, la producción de crudo descendió a 445 mil barriles por día durante el mes de mayo, en comparación con los 528 mil barriles por día reportados por la misma fuente para el mes de abril. Esto pone fin a un incremento en los niveles de producción que había sido sostenido desde finales de 2020 y que respondía, en gran medida, a las compras de crudo venezolano realizadas por China, que se hacía pasar por una mezcla bituminosa producida en Malasia para evitar las sanciones.
PDVSA no sólo enfrenta obstáculos para aumentar sus niveles de producción, sino también presenta dificultades para la comercialización de su crudo. A esto se suma los nuevos impuestos establecidos por China a los crudos diluidos como el venezolano, que entrarían en vigencia a partir del 12 de junio de 2021 que impactarían directamente la competitividad del crudo que se le vende al gigante asiático, debido a que actualmente el margen de comercialización es muy bajo debido a los descuentos que deben ofrecerse como consecuencia de las sanciones, entre otros factores.
Recientemente se conoció información que plantea que PDVSA necesitaría 58 mil millones de dólares para recuperar la producción y llevarla a niveles de 1998, cuando se producía más de 3 millones de barriles por día, esto se haría mediante la celebración de Acuerdos de Servicios en los que los contratistas financiarían el 100 por ciento de las operaciones y recibirían los ingresos incrementales producto de sus inversiones. Sin embargo, el entorno venezolano se encuentra lejos de ser atractivo y las dificultades para la comercialización del crudo producido en Venezuela hacen que estas inversiones sean poco atractivas.
Las empresas extranjeras que aún mantienen presencia en Venezuela limitan sus inversiones a niveles mínimos para mantener las operaciones. En el caso específico de las empresas estadounidenses, recibieron una extensión de la licencia emitida por el gobierno de Trump, hasta el mes de diciembre de 2021, la cual establece limitaciones para realizar actividades de perforación, elevación o procesamiento, compra venta, transporte o envío de cualquier crudo o producto derivado del petróleo venezolano, así como cualquier financiamiento a PDVSA.
Todo parece indicar un avance hacia el proceso de transición energética y un cambio en la matriz energética mundial. En el corto plazo, los países desarrollados y sus corporaciones serían las primeras en dar este importante paso hacia el desarrollo de energías limpias. Sin embargo, esta transición será inmediata y se presentará como una gran oportunidad para los grandes productores de petróleo como Rusia y Arabia Saudita. En el caso de Venezuela, a medida que transcurre el tiempo, se hace cada vez más difícil poder aprovechar el recurso petrolero para la recuperación económica y el desarrollo del país. La dinámica global coloca al país ante una carrera contrarreloj para atraer las inversiones que permitan recuperar la industria petrolera nacional.
Fuente: Venezolana de Televisión