A unos 1700 kilómetros de Buenos Aires, el emprendimiento está en la provincia de Jujuy, en el extremo noroeste del país, cerca de las fronteras con Chile y Bolivia, con los que comparte la ecorregión de la Puna, un bioma de altoplanicies andinas con vegetación tipo tundra.
Costó 390 millones de dólares y es la última prueba del desembarco chino en la economía de América Latina: del gigante asiático vinieron no solamente las dos empresas constructoras sino también la mayor parte de la financiación.
Un pastor indígena que cuida sus llamas o un grupo de vicuñas que huye ni bien ve venir un vehículo son las únicas imágenes que pueden llamar la atención del visitante –según constató IPS en una reciente visita a la zona- en la aridez y la soledad del entorno de Cauchari, que ocupa unas 800 hectáreas en la Puna argentina, a más de 4000 metros de altura.
Hasta este lugar lejano a los grandes centros de consumo eléctrico, donde escasea el agua y cuesta respirar, llegaron entre septiembre de 2018 y octubre de 2019, 2664 camiones con contenedores cargados de tecnología china.
Previamente habían desembarcado en el puerto chileno de Antofagasta, sobre el océano Pacífico, o en el argentino de Zárate, sobre el Atlántico.
“Es el parque solar más grande de Sudamérica en funcionamiento y consideramos que es un gran impulso para el cambio de la matriz energética en toda la región”, dijo a IPS por teléfono Guillermo Hoerth, presidente de la empresa Cauchari Solar, propiedad de la provincia de Jujuy.
“Todavía es muy pronto para decirlo, porque estamos en una etapa de ajustes y dependemos de fenómenos naturales, pero es probable que sea uno de los parque solares más eficientes del mundo”, agregó Hoerth.
El presidente de la planta explicó que la intensa radiación durante todo el año se combina con bajas temperaturas, que ayudan a que los paneles retengan el calor y convierten a la Puna en un lugar extraordinario para este tipo de energía renovable.
Cauchari es el mayor éxito de la Ley de Fomento Nacional para el uso de Energías Renovables destinada al a Producción de Energía Eléctrica, sancionada en septiembre de 2015 por el legislativo Congreso Nacional.
El nuevo régimen modificó la matriz eléctrica de este país del Cono Sur americano que es la tercera economía latinoamericana, construida hasta entonces casi exclusivamente por petróleo, gas natural, grandes represas hidroeléctricas y, en mucha menor medida, energía nuclear.
De acuerdo a información oficial, en Argentina desde 2016 se lanzaron 135 nuevos proyectos de energías renovables, mayormente solares y eólicos. Entre aquellos que ya han ingresado en operación comercial y los que están todavía en construcción, representan 4776 MW (megavatios) de potencia instalada, con una inversión estimada cercana a los 7200 millones de dólares.
El dato más gráfico sobre el ascenso es que las fuentes renovables, que tiene prioridad de despacho sobre las convencionales, aportaron 9,1 por ciento de la electricidad consumida en Argentina en los primeros 10 meses de 2020 y treparon hasta el record de 11,9 por ciento en octubre. La salvedad es que esto se dio en un contexto de baja del consumo eléctrico por la caída de la actividad económica debido a la pandemia de covid.
Así, las fuentes renovables, que hasta hace tres años no representaban siquiera el dos por ciento de la matriz eléctrica argentina, alcanzaron con atraso el objetivo de cubrir el ocho por ciento del consumo eléctrico nacional, que la ley 27191 de 2015 había fijado para el 31 de diciembre de 2017.
La norma fija una segunda etapa del plan, con una meta de 20 por ciento para 2025, pero los especialistas creen que eso será prácticamente imposible de alcanzar.
La crisis económica global y los problemas de financiamiento de Argentina -que este año canjeó casi 66 000 millones de dólares de deuda con acreedores privados y todavía le debe unos 52 000 millones de dólares al FMI- son grandes obstáculos.
Pero ni siquiera son los únicos.
“Argentina es un país grande, que tiene un gran potencial para energía solar en el norte y éolica en el sur”, planteó a IPS el economista Julián Rojo, del Instituto Argentino de Energía General Mosconi, una organización no gubernamental dedicada a la investigación.
Pero “el problema es que para transportar la electricidad a los centros de consumo hacen faltas de líneas de alta tensión, que hoy están cerca de la saturación. Y no existe ninguna intención de invertir en la construcción de nuevas”, puntualizó en un diálogo telefónico.
Rojo consideró que Argentina hoy no necesita generación adicional de electricidad, porque el pico de la demanda se alcanzó en 2017 y que, si la necesitara, cuenta con una importante red de gasoductos que hace que sea más conveniente construir centrales térmicas cerca de los centros de consumo.
Ofrenda a la Pacha Mama por la ampliación
El director de Energías Renovables de la provincia de Jujuy, Marcelo Nieder, dijo a IPS que si se eligió ese lugar tan remoto para construir el parque solar Cauchari no fue solo por la excelente radiación de la Puna sino también porque por allí pasa una línea de alta tensión construida en 1999 para exportar electricidad a Chile.
“Chile la usaba para abastecer el consumo de su industria minera, pero desde 2006 Argentina dejó de venderle, así que existía la posibilidad de aprovecharla”, explicó telefónicamente desde Jujuy, el también nombre de la capital provincial.
A esa línea de alta tensión todavía le queda capacidad de transporte y por eso el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, visitó en octubre Cauchari para hacer una ofrenda a la Pacha Mama, que representa a la Madre Tierra para los indígenas de la región andina, y pedir por una ampliación del parque solar, hasta los 500 MW de potencia.
“Ya hicimos el diseño de la ampliación y apostamos a que la financie China, como sucedió con el parque ya inaugurado”, dijo a IPS por teléfono Felipe Albornoz, presidente de Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado (JEMSE), la empresa que administra Cauchari.
El banco estatal chino Eximbank fue el que financió la mayor parte de la construcción, con un préstamo de 330 millones de dólares que la provincia jujeña debe devolver en 30 años, con una tasa de interés del 2,9 por ciento anual.
Los 60 millones de dólares restantes fueron conseguidos a través de un bono verde emitido en Estados Unidos, cuyos vencimientos hoy la provincia de Jujuy está intentando correr hacia adelante, según informó Albornoz desde la capital provincial.
El presidente de JEMSE detalló que Jujuy tiene la expectativa de vender electricidad al mercado eléctrico nacional por unos 25 millones de dólares anuales. La empresa prevé que Cauchari produzca 840 000 MW/hora por año, que permitirían ahorrar la emisión a la atmósfera de 325 000 toneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalentes, gracias al no uso de combustibles fósiles.
Dos por ciento de las ganancias netas le corresponderán a Puesto Sey, una comunidad indígena del pueblo kolla, que tiene los derechos colectivos de la tierra donde, ahora hay un mar interminable de paneles solares.
La paradoja es que Puesto Sey como las otras comunidades de la zona no reciben la electricidad de Cauchari porque no están conectadas al sistema nacional.
La mayoría de las pequeñas poblaciones de la Puna, mayormente habitada por kollas, se abastece de luz con generadores alimentados a combustible diesel, aunque en los últimos años en algunos se han construido pequeños parques solares locales.
Tampoco Cauchari marca una diferencia hoy en términos de empleo, porque durante la construcción, que duró dos años, trabajaron más de 1500 personas, pero en su operación la planta solo requiere unos 60 o 70 técnicos altamente especializados.
Y tal vez la pregunta más difícil de responder es si alguna vez Argentina u otro país latinoamericano podrán abastecer este tipo de grandes proyectos de energías renovables con tecnología local.
Hoerth aseguró a IPS que la construcción volcó unos 100 millones de dólares al mercado interno de Jujuy, ya que por contrato 22,7% de los componentes electromecánicos de la planta fueron nacionales.
Sin embargo, el presidente de Cauchari, advirtió que la fabricación de tecnología para energías renovables es un sueño que hoy está muy lejano.
“Ojalá pudiéramos desarrollar la industria nacional. Pero es muy complicado porque China alcanzó unos costos tan baratos que inundó el mercado europeo”, puso como referencia.
Fuente: Agencias