Hoy, de hecho, son cinco veces más grandes. En simbolismo y nacionalismo sus petroleras emblemáticas tienen una historia comparable con el de Pemex. Sólo que hoy, sin requerir inyecciones de capital desde la hacienda pública, tanto ExxonMobil como Chevron producen bastante más que Pemex en los distintos eslabones de la cadena de valor.
Hasta hace poco, imaginar que una compañía eléctrica superaría en valor a los campeones petroleros de allá era tan absurdo como pensar que CFE rebasaría a Pemex en importancia. Pero la marea energética ha cambiado muy rápido. A pesar del descarado favoritismo de Trump hacia las energías fósiles, es claro que el sector eléctrico –particularmente en torno a energías renovables—ha ganado mucho terreno.
Hoy, NextEra Energy –la compañía que más genera energía eólica y solar en todo el mundo— se ha vuelto también la compañía energética más valiosa de Estados Unidos. ¿Se imaginan como se aceleraría la tendencia bajo una (posible) Administración Biden?
Por lo pronto, acá tampoco hay duda de que el petróleo sea consentido por el gobierno en turno. Es más, en México hay aún más evidencia que la preferencia de una presidente es insuficiente para evitar el encogimiento de esta industria. Desde que Trump asumió el poder, la producción petrolera estadounidense creció. Durante la gestión del presidente López Obrador, la producción petrolera ha bajado.
Pero hasta ahí acaba lo parecido. Acá, es bastante claro que nuestro campeón eléctrico no está precisamente triunfando. La Auditoría Superior de la Federación, de hecho, no considera a la CFE ni competitiva ni rentable. Y, en su reporte más reciente deja muy claro que sólo está empeorando. Para que la CFE fuera un contendiente serio de Pemex, la competencia tendría que ser en riesgos y carencias.
Solo que aquí no aplican las mismas excusas: comparada con Pemex, la CFE es una compañía que hasta hace muy poco no tenía los mismos lastres simbólicos ni deudas financieras. Y no está encasillada en una industria batallando con la percepción de declive.
Es probable que, entre sus propios codazos para desplazar cualquier tipo de competencia, el equipo directivo de CFE ni cuenta se haya dado. Pero se les están escapando, casi completitas, las irrepetibles olas globales de electrificación y transición. ¿No es ésta la peor tragedia? En contraste con el sector petrolero, aquí hay un espacio de crecimiento exponencial –donde los nuevos campeones energéticos, nacionalistas o no, están alcanzando alturas insospechadas. NextEra lo puede atestiguar.
Es tremendamente irónico. Con tan sólo no patalear violentamente para salir de la tendencia, el director general quizás más obsesionado con el nacionalismo en la historia de la CFE habría podido definir ni más ni menos que el nuevo nacionalismo energético mexicano.
Para el profundo pesar de sus muchos detractores, podía haber impulsado al campeón eléctrico mexicano hacia el liderazgo que siempre le ha pertenecido a Pemex como la principal empresa del país. El mítico Manuel Bartlett habría trascendido el mito petrolero mexicano sin activar fuerzas revolucionarias, inyectando nueva vida y éxito al nacionalismo energético mexicano –esta vez en línea con los reclamos sociales legítimos de sustentabilidad ambiental y viabilidad financiera. Auténtica materia de leyendas...
Pablo Zárate - Consultor
Fuente: El Economista