Cada bonanza siembra la semilla del próximo derrumbe y el precio de equilibrio propende a llegar al nivel de los productores de bajos costos, es decir, los del Golfo Pérsico-Arábigo, cuyos costos todavía se ubican por debajo de los $5 por barril.
La OPEP enfrenta desafíos mayores para su influencia y relevancia en el mercado: la transición energética hacia una economía verde, la conciencia ambientalista de la sociedad civil, el cambio climático, las nuevas tecnologías e infraestructuras inteligentes, las estrategias estatales y corporativas de conservación y reemplazo de combustibles fósiles, el abaratamiento de las energías renovables, los vehículos eléctricos, etc. Un 70% del consumo mundial de petróleo se destina al sector transporte y el costo de los vehículos eléctricos disminuye.
Ya no existe la vieja percepción de escasez de hidrocarburos, sino que la revolución del petróleo y el gas de lutitas, junto con avances tecnológicos como la exploración sísmica tridimensional, la perforación de pozos horizontales, la extracción hidráulica de yacimientos inaccesibles, el Big Data y los descubrimientos de hidrocarburos no convencionales han determinado una abundancia de suministros económicamente viables.
Las empresas petroleras internacionales se preparan para la era pos-petrolera, invirtiendo no sólo en tecnologías para la mitigación y secuestro de las emisiones tóxicas de efecto invernadero (emisiones cero), sino incursionando en fuentes renovables de energía. Ellas apuntan a la transición de compañías petroleras a corporaciones energéticas.
Sin bien la OPEP ya no tiene la fuerza para fijar altos precios del petróleo (contraproducentes a largo plazo), si debe formular una estrategia común para enfrentar con éxito los retos de la descarbonización de la economía mundial. La transición energética es irreversible. Hay un espacio muy competido que durará unas dos décadas más para que los países exportadores moneticen sus reservas de hidrocarburos y diversifiquen sus economías.
LUIS XAVIER GRISANTI
Fuente: El Universal