El gas natural licuado (GNL) es gas natural que, en lugar de estar a temperatura ambiente y alta presión, se lo mantiene a 162 grados centígrados bajo cero y presión atmosférica. Mediante este procedimiento se puede reducir el volumen del gas natural en unas 600 veces y esto facilita su transporte –en forma líquida–, ya sea para uso vehicular o para su transporte en barco. Posteriormente, puede ser regasificado para ser usado como gas natural, tanto para uso hogareño como para plantas productoras de electricidad.
A diferencia del GNC, muy difundido en vehículos de uso intensivo como alternativa a la nafta y el gasoil, su densidad es mucho mayor, por lo que se obtienen rendimientos muy altos y se puede usar en vehículos pesados de larga distancia. En transporte de cargas, el GNL se posiciona como una evolución frente a los motores diesel, que producen partículas contaminantes con alto impacto en el ambiente (los motores a gas emiten menos dióxido de carbono y no generan el material particulado causante del smog). Los nuevos vehículos pesados diseñados para utilizar este combustible aseguran una autonomía de hasta 1600 kilómetros por carga.
Martín Absi, gerente general de INVAP Ingeniería, le dijo a TSS que la empresa ve una oportunidad en esta tecnología de procesamiento del gas porque su demanda crecerá: “Lo que estamos haciendo actualmente es desarrollar la tecnología y, posteriormente, podremos acomodar la ingeniería de detalle de acuerdo con lo que necesite cada cliente. Puede ser que pidan una microplanta, que puede rondar entre las 2 y las 40 toneladas diarias de producción de GNL y que puede ser modular, para poder moverlas de un yacimiento a otro. También podrían ser más grandes, de 40 a 200 toneladas por día, con lo que ya hablaríamos de plantas fijas”.
“Lo que estamos haciendo actualmente es desarrollar la tecnología y, posteriormente, podremos acomodar la ingeniería de detalle de acuerdo con lo que necesite cada cliente”, dijo Absi. En términos comerciales, dado que el GNL puede ser transportado en barcos, esto abre potenciales mercados de exportación más allá de los conectados por gasoductos. Así, la venta del gas extraído de yacimientos como el de Vaca Muerta, especialmente en los meses de verano, cuando se produce más gas del que se consume en el mercado interno, podría resultar en una oportunidad para la exportación.
La demanda de gas para la generación de energía eléctrica está aumentando en el mundo, ya que reemplaza a fuentes más contaminantes como fueloil, gasoil y carbón, y la forma de comercialización que más está creciendo es en buques de GNL.
INVAP Ingeniería es una subsidiaria de INVAP y se dedica específicamente a las áreas de petróleo, gas y energías renovables. En 1991, cuando el Estado decidió desfinanciar a INVAP y la empresa debió achicarse y reducir considerablemente su planta, muchos de sus empleados formaron empresas privadas alrededor de las áreas de negocio que ya manejaban y una de ellas fue INVAP Ingeniería. En un primer momento, la firma se ocupó de las actividades estratégicas vinculadas al área nuclear, pero posteriormente se orientó a petróleo y gas, con productos y servicios de auditoría. A principios de los 2000 la empresa fue absorbida por INVAP, que se quedó con el 80% de las acciones. El resto está en manos de Sima, una empresa neuquina dedicada a la energía eólica.
La empresa llegó a tener más de 150 empleados, pero con la crisis de la industria de petróleo y gas debió reducirse y muchos de ellos pasaron a la empresa madre, que necesitaba incorporar personal para los proyectos satelitales, de defensa y nuclear. Actualmente, tiene 33 empleados. “El último año sumamos siete profesionales y esperamos seguir creciendo en la medida en que la industria comience a moverse nuevamente”, dijo Absi.
Al igual que muchas otras empresas, INVAP Ingeniería está sintiendo el impacto de la crisis económica desatada por la pandemia. “La crisis del petróleo se acentuó con el coronavirus pero ya venía de antes y eso hizo que la industria se pare. Eso nos golpeó directamente porque, si los equipos no se mueven, los servicios no se solicitan. Nadie sale a inspeccionar un equipo o hace auditoría de una herramienta que no se va a usar. Esto hace que, por un lado, los negocios que ya estaban desarrollados entrasen en pausa y también fuerza a ver qué qué otras cosas se pueden hacer para cuando la industria se vuelva a mover. En particular, hemos aprovechado el tiempo para organizar internamente la empresa y desarrollar otros proyectos, servicios e ingenierías”, agregó Absi.
El GNL puede ser transportado en barcos para su exportación, lo que abre potenciales mercados más allá de los conectados por gasoductos. A fines de los años noventa, la empresa TGS importó aerogeneradores de Estados Unidos para hacer la protección catódica de gasoductos, un método por el cual se evita la corrosión de los caños mediante el uso de electricidad. Pero estos aerogeneradores solo duraron 15 días expuestos a los fuertes vientos de la Patagonia, por lo que INVAP Ingeniería fue la encargada de diseñar un aerogenerador de 4500 watts que pudiera soportar las ráfagas patagónicas.
Con ese proyecto, la empresa ingresó en el área de las energías renovables, al que luego sumó otro aerogenerador de 30 Kw y hoy también tiene la ingeniería básica de un aerogenerador de 2 Mw y turbinas para generación eléctrica hidrocinética aplicadas a ríos caudalosos y a los canales de riego mendocinos. Para completar este último proyecto están esperando la aprobación de un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Sin embargo, el corazón del negocio de INVAP Ingeniería es el área de petróleo y gas. “Del año 2001 a 2003, INVAP Ingeniería desarrolló motores de fondo de pozo a pedido de la empresa San Antonio Pride. Se trató de motores que se usaron en campo y se siguieron usando hasta que hubo un cambio de gerencia en la empresa y volvieron a otros convencionales. También se han desarrollado herramientas de fondo de pozo”, expresó Absi.
En sus trabajos de auditoría sobre herramientas de pozo han tenido logros importantes con la empresa Tecpetrol, ya que redujeron al mínimo la cantidad de fallas. “Cuando una herramienta de pozo falla, lo suele hacer a unos 3000 metros de profundidad, por lo que es necesario retirar toda esa tubería para acceder a la herramienta, cambiarla y volverla a bajar, lo cual implica varios días de suspensión de operaciones, con los costos que eso conlleva”, explicó el gerente general.
Otro de los proyectos en lo que está trabajando la empresa es en el desarrollo de un sensor para medir el nivel de los tanques de almacenamiento de petróleo. A diferencia de los tanques de agua, en el caso del petróleo es necesario saber el nivel y también la composición del contenido, ya que además de petróleo líquido habrá una parte de agua, otra de emulsiones y otra de espuma. Para eso están usando sensores radar que reemplazarán a los que se usan actualmente, que son importados. “Hoy lo que se necesita en Vaca Muerta es reducir costos, así que todo lo que tenga que ver con insumos nacionales permite hacerlo”, afirmó Absi.
Fuente: Agencias - Argentina