El reciente cierre de consulados ha atizado la pugna entre ambas potencias. La administración Trump culpa a China de la pandemia, de malas prácticas comerciales y de espionaje tecnológico. Entre tanto, la economía del dragón sigue creciendo, mientras que la de EE.UU. se va desplomando.

En junio del año pasado, Donald Trump y Xi Jinping se encontraron en Osaka, Japón. La relación entre ambos pasa por momentos complicados. (AP)
EL COMERCIO

“Nuestras políticas, y las de otras naciones libres, resucitaron la quebrada economía china solo para ver a Beijing morder las manos internacionales que la alimentaban”. El pasado 23 de julio, el jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, no se adornó en sus ataques contra China. Estas palabras solo fueron parte de un bombardeo de críticas elegidas, además, en un contexto especial: durante un discurso en la biblioteca del expresidente Richard Nixon, en California, el mismo que sembró el camino para que las relaciones diplomáticas se normalizaran entre ambos gigantes.

Cuarenta y ocho años después de la histórica visita de Nixon a China -que fue la primera de un mandatario de Estados Unidos desde que los comunistas tomaron el poder en 1949- las relaciones están en su punto más bajo y quizá en uno de no retorno.

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