Ante la falta de doctores y medicinas, los habitantes de San Antonio de Lomerío han tenido que recurrir a sus saberes ancestrales contra el Covid-19. Hoy comercializan la infusión de kutuki, una planta que crece en su territorio, con la promesa de ser un remedio efectivo contra el virus
EL DEBER

Aunque todavía tiene dificultad para respirar, Juan Parapaino asegura que se sanó dos veces del coronavirus tomando una infusión. Hace aproximadamente un mes, cuando los cinco integrantes de su familia empezaron a tener síntomas de fiebre y dolor de cuerpo, reunieron en una olla hojas de paraíso, matico y un poco de miel para una preparación que alivió sus malestares. Sin embargo, cuando él tuvo una recaída incluyó también la planta kutuki en su tratamiento. “No sé por qué me dio de nuevo, tal vez por mi descuido, me puse a hacer cosas muy antes y, como ahora es más complicado, lo estamos combatiendo con el kutuki y una mezcla de hojas y raíces”, dice Parapaino, quien se considera a sí mismo un sobreviviente del Covid-19, esa enfermedad que “es como un resfrío, pero más fuerte”.

Así como él, otros habitantes de San Antonio de Lomerío —un municipio ubicado a 250 kilómetros del departamento de Santa Cruz— empezaron a notar que la infusión de kutuki calmaba sus síntomas. Pronto, la reputación sanadora de este “potente macerado” se extendió por toda la comunidad. “Pensé que, si estaba funcionando, yo podría mejorar su propaganda y hacerle incluso una etiqueta”, cuenta José Parapaino, cacique mayor y hermano de Juan. Casi como un juego, diseñó una suerte de meme y lo subió a las redes sociales logrando una respuesta inmediata de la gente. José comenzó a recibir decenas de mensajes preguntando por el producto. Fue entonces que junto a su familia decidieron producir y envasar el macerado bajo la etiqueta: “Sabor original Kutuki, elaborado en San Antonio de Lomerío”.

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