Jonathan Ruiz Torre
El título pudo distraer de lo esencial: “El director general de Pemex, Octavio Romero Oropeza, presentó el proyecto para la incorporación de un tren de refinación para el procesamiento de 200 mil barriles por día de crudo ligero para producir combustibles (LPG, gasolina, turbosina, diésel y combustóleo), así como producción de petroquímicos en el Complejo Petroquímico Cangrejera”, expuso textualmente Pemex en la página 19 de su reporte trimestral.
Es decir que este proyecto matizado con eufemismos, producirá cosas similares a las que saldrán de una refinería como la proyectada en Dos Bocas, en Tabasco, salvo por algunas diferencias: la llamarán de otro modo, procesará un tercio menos de crudo y allá habrá más residuos como combustóleo a falta de equipo para procesarlo.
Ya entraremos en detalles.
Así continúa el texto oficial divulgado ayer: “Con este proyecto, Pemex podría dejar de importar cerca de 25 mil barriles diarios de naftas, así como incrementar el proceso de crudo en el Sistema Nacional de Refinación para generar productos de mayor valor agregado”. ¿Estaba en la agenda nacional el bajarle a las naftas?
El presidente Andrés Manuel López Obrador y la secretaria de Energía, Rocío Nahle, dan señales públicas de este proyecto al menos desde que arrancó el año, así que su presentación formal no parece ocurrencia y tampoco debe haber más trabas que las del dinero.
Por eso hay preguntas clave: ¿Cuánto costará? En días en que los mexicanos piden camas de hospital, es más importante saberlo. ¿Resuelve problemas urgentes? Sería otra.
Hay antecedentes que pueden responder la primera.
El exdirector de Cangrejera, Pablo Ramírez Romanillos, propuso desde 2008 un proyecto similar y en el mismo lugar hace 12 años requería una inversión de unos 4 mil 500 millones de dólares. Pregunté ayer a un exdirectivo nacional de Pemex y me dijo que en efecto la nueva inversión anunciada, con los detalles conocidos hasta ayer, podría estar en unos 5 mil millones de dólares. Adicionales a los más de 6 mil millones de Dos Bocas, claro, que pronto podrían saltar a unos 10 mil millones.
Hablamos de que como en Pemex no hay dinero, ustedes a través del erario probablemente invertirían inesperadamente en Veracruz 110 mil millones de pesos, que es poco más de la mitad de lo anunciado para invertir en Tabasco.
Todo parte de un problema central: el desdén recurrente de las administraciones previas a la de López Obrador, que golpearon la refinación un punto tal de desorden, que hoy México no anda sin la gasolina de Estados Unidos y el director de Pemex en días de Enrique Peña Nieto está arrestado, inculpado de corrupción.
Eso derivó en al menos un gran lío: no hay en dónde poner el combustóleo sobrante del crudo, saliente de refinerías ineficientes que ahora deben parar por la abundancia de ese chapopote que pocos quieren ante recientes cambios regulatorios globales en el combustible de embarcaciones.
Buena cara mostraría AMLO al revisar la conveniencia de invertir en eso en lugar de otra refinería que producirá más... combustóleo.
Exdirectivos de Pemex me explican la opción de instalar plantas coquizadoras y gasificadoras de residuos en refinerías como la de Tula, que conviertan ese desecho incluso en gas y en electricidad.
En lugar de ello, una suerte de réplica de Dos Bocas podría erigirse en Coatzacoalcos. Al final de sexenio, el presidente podría mostrar que tuvo razón al usar así el dinero de los mexicanos, ojalá.
El riesgo es que al terminar su periodo ocurra lo contrario, que Pemex quede más endeudada por dos refinerías nuevas y otras seis agrietadas cuyos problemas económicos y ambientales hayan crecido.
Pregunten ustedes en la de Tula. Me dicen que este mes a veces sí funciona… en esos días en que alguien logra sacar algo de combustóleo para rematarlo en el extranjero.
Fuente: El Financiero - México