CLARÍN - ARGENTINA
Luego los grandes salían a trabajar, los más chicos se iban a estudiar, y el hogar quedaba vacío. Recién al caer el sol, cuando todos volvían, las estufas se prendían otras 4 o 5 horas, continuas o en tramos, para templar el hogar hasta el día siguiente. A veces más, a veces menos, eso era lo habitual en Buenos Aires en los meses más fríos. Y ya así las facturas de gas del invierno, tarifazos mediante, resultaban pesadas.
Pero este año la pandemia de coronavirus cambió totalmente el escenario. En medio de la cuarentena -con escuelas y universidades cerradas, múltiples comercios e industrias sin actividad y mucho home office-, el frío encuentra a buena parte de las familias todo el día en casa, todos los días, con la inédita necesidad de usar los calefactores sin descanso. Algo que, según se estima, podría tener un fuerte impacto en el bolsillo. “En el primer tramo de la cuarentena no eran esperables cambios significativos en los consumos energéticos de los hogares, en gran parte porque fueron meses particularmente templados en gran parte del país, y no fue necesario el uso de calefacción ni refrigeración. Sin embargo, desde mediados de mayo, y con el pronto advenimiento del invierno, eso puede cambiar drásticamente”.
Esta es, en resumen, la advertencia que surge de un paper técnico al que accedió Clarín, titulado Consumos energéticos en tiempos de cuarentena.
El trabajo fue hecho en la Escuela de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), donde llevan varios años “radiografiando” el uso hogareño de la energía en la Ciudad y el Gran Buenos Aires, a partir de datos macro, encuestas a usuarios y mediciones en viviendas. “Si al llegar el frío estaremos más en el hogar, es previsible que también debamos usar la calefacción más de lo habitual. Y hay que tener cuidado porque, si prendemos las estufas varias horas extra cada día, los costos se pueden disparar”, alerta Salvador Gil, doctor en Física especializado en consumos de energía y autor de la investigación. ¿Pero en qué medida podrían crecer?
Para estimarlo, el experto enfocó su análisis en el gas, por ser el recurso más usado y cuya demanda más salta con el frío. Habitualmente, explica, un 56% del gas que consume un hogar en el año se destina a la calefacción, y casi todo ese uso se concentra entre mayo y septiembre, con un pico en julio.
Así, para empezar, el trabajo proyectó cuánto debería pagar en los próximos meses por el gas un hogar medio típico del Área Metropolitana de Buenos Aires -con 3 o 4 integrantes- si su consumo de gas sólo fuera igual al del año pasado, que tuvo temperaturas moderadas. Con las tarifas actuales, eso arrojó boletas hipotéticas de $ 1. 983 para mayo, $ 2. 515 para junio, $ 3. 991 para julio, $ 3. 411 para agosto y $ 2. 159 para septiembre. De media, entonces, se pagarían $ 2. 800 mensuales, lo que multiplica por 3,3 lo abonado entre enero a abril ($ 860 en promedio).
Ahora bien, en el mismo escenario térmico, si el “efecto cuarentena” hiciera crecer el uso de las estufas un 25% (por ejemplo, de 7 horas diarias a casi 9), el costo promedio del gas ya saltaría a $ 3. 300 mensuales de acá a septiembre (3,8 veces el de los meses cálidos). Si la calefacción en cambio se prendiera un 50% más (10 horas y media al día), eso llevaría los cargos mensuales a cerca de $ 3. 800 (4,4 veces los del verano). ¿Y si las estufas se usaran el doble (100% más) que un año atrás? Por ejemplo, 14 horas diarias. Allí, según el cálculo, el hogar típico podría pagar alrededor de $ 4. 800 por mes por el gas entre mayo y septiembre, con un pico de $ 7. 100 en julio. Los costos, así, multiplicarían por 5,5 el promedio de enero a abril.
Todo esto supone, en línea con lo previsto hasta julio por el Servicio Meteorológico Nacional, que las temperaturas serán las normales para la época o algo más benignas. Pero si el invierno llegara a ser crudo, los valores pueden ser más altos. Gil aclara, igualmente, que toda estimación debe tomarse “con mucho cuidado”, por lo difícil que resulta hacer proyecciones en un contexto tan atípico. “En cualquier caso, lo mejor que pueden hacer los usuarios es tomar conciencia y tratar de racionalizar al máximo sus consumos”, agrega el analista, que también es director de la carrera de Ingeniería en Energía de la Unsam.
Ahora más que nunca, indica, es clave bloquear con burletes las grietas y hendijas, y cerrar por la noche las cortinas y persianas. Y si se recambian los artefactos, elegir siempre los menos gastadores, con clase A o superior de eficiencia energética. Otras pautas de ahorro, publicadas por la distribuidora Naturgy, incluyen calefaccionar sólo los ambientes donde haya gente y a no más de 18°, usando los termostatos y sin abrir ventanas para bajar la temperatura. “Estufas y radiadores no deben ser tapados con cortinas ni con muebles. Así se evitan accidentes y se mejora el aprovechamiento calórico”, concluyen.