Imagine un paciente de 82 años de edad, que padece las peores enfermedades crónico-degenerativas que pueda usted pensar.
EL ECONOMISTA - MÉXICO

Tiene hipertensión arterial, problemas cardíacos, diabetes y obesidad, entre otras tantas.

Ese paciente se enferma de Covid-19 y el tratamiento que le dan es que siga comiendo alimentos grasosos, con toda la sal que quiera, que se despreocupe por la obesidad y que, a pesar de ser portador del SARS-CoV-2, haga su vida normal, con el mismo desorden habitual.

Es evidente que este enfermo no es tratado por un médico especialista en temas de salud, que quiera preservar la vida de este paciente.

Eso es lo que le sucede hoy a Petróleos Mexicanos. Esta petrolera de 82 años tiene hipertensión financiera; la arritmia de ser la empresa de su ramo más endeudada del mundo amenaza con un ataque fulminante. La obesidad mórbida de cargar con un sindicato que hasta hoy sangra a la compañía; no se sabe de tratamientos efectivos que le hayan aplicado para combatir el cáncer de la corrupción que todos sabemos que le ha azotado históricamente.

Y el tratamiento que le dan, en plena emergencia económica por el Covid-19, es que agrave su salud por capricho presidencial.

Parece, también, que esta empresa no está en manos de verdaderos expertos que quieran preservar la vida de Pemex. Será quizá porque la petrolera está en manos de un agrónomo.

El tratamiento que está recibiendo Pemex en estos tiempos de pandemia, y en general el sector energético mexicano, es exactamente el contrario al que verdaderos expertos de otros países dan a sus propias empresas energéticas.

La baja en los precios del petróleo de semanas pasadas fue histórica. Nunca se habían visto esos precios negativos en la cotización del petróleo mexicano. Eso adelanta que por largo tiempo el mundo no necesitará de esos energéticos ante el tamaño de la depresión mundial que deja la pandemia.

Por lo tanto, las empresas petroleras del mundo empiezan ahora con recortes en sus gastos cercanos a 30 por ciento. Mientras tanto, Pemex, que carga la deuda más abultada del mundo, no sólo recorta 10% de sus gastos, sino que deja activos proyectos tan emblemáticamente inútiles como la construcción de la refinería tabasqueña que tanto quiere el presidente.

Pero no sólo le recetan un bote de helado con galletas de doble chocolate al diabético, sino que además actúan con instinto suicida cuando el Centro Nacional de Control de Energía impide la entrada en vigor de las generadoras de energías limpias, sin importar si están a 100% de su construcción. Es un ataque al corazón de la poca confianza que puede quedar.

Ese acto autoritario de la 4T es solamente para dar ventaja a la generación sucia y vetusta de energía de la Comisión Federal de Electricidad; sí, esa dirigida por el tan arropado por el presidente Manuel Bartlett.

Pemex perdió durante el primer trimestre lo equivalente a todo su presupuesto de este año. Eso hace de la petrolera una candidata a la intubación inmediata y al desahucio, quiebra, en poco tiempo.

El problema es que en las manos actuales el tratamiento para Pemex y el sector energético en general será uno que lo lleve a la inevitable muerte financiera.