Los científicos estudian cómo aplicar la mejora genética para reducir las emisiones del ganado.
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El ganado de rumiantes (caprino, ovino y, sobre todo, vacuno) contribuye con sus emisiones al calentamiento global en torno a un 4%, similar al impacto mundial de la aviación. El motivo es que los eructos de las vacas —no tanto sus ventosidades— son una poderosa fuente de metano, un gas de efecto invernadero menos abundante que el dióxido de carbono pero mucho más dañino por su facilidad para atrapar el calor del planeta. Una vaca, a lo largo de un año, fomenta el cambio climático de la misma manera que un coche familiar, y todos estos cálculos no contemplan las emisiones derivadas de producir su alimento, que son aún mayores.

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