EL DEBER
Antes de que ardiera la Chiquitania, todo parecía encaminado a una victoria de Evo Morales en las elecciones de octubre. En las encuestas de intención de voto le sacaba entre un 11 y un 17% a Carlos Mesa, lo suficiente para ganar en primera vuelta aún sin alcanzar el 50%. Su discurso de estabilidad iba en concordancia con el clima país, en el que la mayoría de los bolivianos expresaba un optimismo moderado sobre el futuro de su economía.
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