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La inesperada visita a Bruselas del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, que iba de camino a Sochi (Rusia) para reunirse con Lavrov y Putin sobre Venezuela, donde se celebraba un encuentro de ministros de Asuntos Exteriores de la UE podría parecer un síntoma de buen ambiente y familiaridad entre las dos orillas del Atlántico. Pero, en realidad, lo que demostró es que crece la incomprensión y las divergencias y que los viejos aliados ya no hablan el mismo idioma. O cuando lo hacen, no dicen lo mismo y apenas se entienden.
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La inesperada visita a Bruselas del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, que iba de camino a Sochi (Rusia) para reunirse con Lavrov y Putin sobre Venezuela, donde se celebraba un encuentro de ministros de Asuntos Exteriores de la UE podría parecer un síntoma de buen ambiente y familiaridad entre las dos orillas del Atlántico. Pero, en realidad, lo que demostró es que crece la incomprensión y las divergencias y que los viejos aliados ya no hablan el mismo idioma. O cuando lo hacen, no dicen lo mismo y apenas se entienden.
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