TNS LATAM
Es la primera mujer que preside la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía (CBHE). También ejerce la vicepresidencia para América Latina y el Caribe del Consejo Mundial de Energía. Trabaja desde hace 17 años en Petrobras, donde ocupó la gerencia de planeación y desarrollo de los negocios de su compañía en 27 países. Titulada como ingeniera industrial de la Universidad Gabriel René Moreno, a sus 45 años de edad se desempeña como gerente corporativa de la empresa brasileña. Claudia Cronenbold Harnés sostuvo un diálogo de más de media hora en el Desayuno con…EL DEBER, en el restaurante del hotel Camino Real.
“Mi desayuno es una taza de café y pan francés con mantequilla. Hay épocas en las que me pongo las pilas y como un poco de frutas con jugos verdes, pero me dura seis meses y luego vuelvo a la taza de café con mantequilla. El inicio de mi jornada laboral varía bastante. Tengo teleconferencias con el directorio del Consejo Mundial de Energía a las 4 o a las 7 de la mañana. A las 6:20 ya estoy desayunando con mis hijas para llevarlas al colegio. A veces me da tiempo para hacer un poco de ejercicio y llegar a la oficina entre las 8:15 y 8:30. Entreno voleibol tres veces a la semana. Cuando estoy con energía troto media hora y hago cardio. Duermo poco, no antes de las 12 de la noche o de la 1 de la madrugada”.
Nació en Santa Cruz y es la mayor de seis hermanos, dos damas y cuatro varones. Es hija del excorredor de autos René ‘Chichi’ Cronenbold, un apasionado de las motos que tiene un taller de chaperío, pintura y mecánica. Su madre es Martha ‘Negra’ Harnés, que se casó a los 14 años y la tuvo a los 15. Ella cursó un secretariado y tuvo que trabajar desde muy joven. Más adelante estudió Derecho, influenciada por su padre, Orestes Harnés, quien fue magistrado de la Corte de Justicia y notario. “Mi abuelo me contrataba en mi adolescencia para que le transcribiera los poderes a Bs 1 por página”, comenta la ingeniera industrial, que consiguió su bachillerato en 1991 mediante una beca en el colegio Alemán.
Recuerda que durante la etapa estudiantil era fuerte en matemáticas, física y química, pero que le costaba aprender alemán. “Fue un profesor de matemáticas, muy emblemático en el colegio, quien me metió la idea de estudiar mi profesión. Durante los exámenes me llevaba a su mesa para que no copiaran de mí y me decía que no desperdiciara mi talento. Me aconsejaba que estudiara ingeniería industrial o electrónica, y así fue que me titulé en 1997”.
Inicios en la banca y en Unagro
Fue una de las primeras en entregar tarjetas de crédito cuando trabajaba en el Banco Mercantil Santa Cruz. Cuando se aprestaba a realizar su tesis fue llamada por el ingenio Unagro, que dio becas para una maestría en un proceso de certificación en ISO 9000. “Era una especialidad en gestión de calidad y de certificación. Ayudaba en el levantamiento de procesos, documentación y análisis de recursos para la certificación. No había sueldo, sino viáticos, pero la experiencia era la que valía. La que apoyaba era la consultora de Martín Rapp, que fue mi primer jefe y de quien aprendí mucho”.
Enseguida trabajó durante cuatro años en el Banco Económico, donde llegó a ocupar la gerencia nacional de planificación. Acaba de cumplir 17 años en Petrobras, donde comenzó en el área de planificación y se desempeña como gerente corporativa.“En hidrocarburos se aprende mucho. He tenido la oportunidad de asumir desafíos diferentes cada tres o cuatro años. Fui expatriada a Brasil para ser gerente de planificación y desarrollo de negocios en 27 países y cinco segmentos. Ahí me di cuenta de que tenía valor para no sentirme disminuida. Viví en Río, una ciudad que tenía la población de Bolivia. Creer que uno tiene capacidad hace la diferencia. Después fui a Colombia como directora corporativa y durante tres años hicimos un lindo trabajo de reenfoque estratégico de Petrobras. De ahí quise volver a Bolivia, ya que en la planificación familiar con mi marido decidimos que estaríamos tres años fuera, pero resultaron ocho. Todo ese tiempo mi esposo me acompañó e intentamos que trabajara a distancia en un negocio que pusimos aquí, pero fue difícil. Entonces se dio la oportunidad de retornar como gerente de Transierra, que era un negocio más chico, pero con una visión general”.
En Brasil hizo un curso en Ibermec de gestión de negocios internacionales y después hizo otro en la universidad de Harvard, EEUU, sobre liderazgo y gestión.
Una gestión muy participativa
Como gerente corporativa de Petrobras, dice tener el desafío de encarar el día en una diversidad de temas, que van desde la comunicación, el área administrativa, la de tecnologías de información hasta la de recursos humanos. “Lo más importante es entender los desafíos de la empresa y que sean compartidos por tu equipo. En el día a día uno toma muchas decisiones y, si no sabes el objetivo final, es fácil equivocarse. Saber dónde llegar es fundamental en la toma de decisiones y la priorización de temas”.
Hace notar que tiene un sistema de gestión participativo, existe un comité de dirección, pero las decisiones son compartidas al menos por dos gerentes, especialmente en compras y contrataciones. “Para tomar mejores decisiones hay que tener más puntos de vista y contrastar las ideas”, revela.
La criaron sin diferencias
Una de sus claves es haberse sentido capaz en un espacio machista. “Soy la hija mayor y me criaron sin diferencias. Tuve una conexión muy fuerte con mi padre, que me crio como un hijo. Tuve siete primos varones y jugué hasta con metralletas. Nunca sentí la diferencia. Algunas veces he percibido discriminación y otras, no. Con 17 años de experiencia siento aún que tengo que demostrar lo que merezco. Hasta ahora me molesta que digan que porque soy bonita la discusión mejora. Una vez en un directorio respondí todas las preguntas y alguien dijo como halago que era una buena estrategia llevar a explicar a una mujer simpática. Lo tomé como desacreditación a mi calidad profesional. Uno tiene que trabajarse”.
Le queda poco más de un año de gestión como presidenta de la CBHE y dos en la vicepresidencia del Consejo Mundial de Energía para América Latina y el Caribe. También lidera un grupo del Executive Forum. “Me motiva hacer la diferencia, contribuir y tener influencia. El poder es una responsabilidad para lograr cambios y mejorar. Las oportunidades van apareciendo. No es algo que busqué. Yo venía de un perfil técnico y en lo político-gremial lo que más cuesta es desarrollar habilidades blandas como encarar los problemas sin romper puentes”.
Sobre la coyuntura económica de Bolivia, opina que hubo crecimiento, pero hay un contexto diferente del panorama mundial en los años recientes. “Se crece más cuando hay armonía y menos conflictos de intereses, a nivel de países y de la relación de públicos con privados. Sin embargo, cada vez hay una mayor tendencia a las decisiones individuales, como EEUU, que busca proteger su mercado. Cada uno quiere protegerse y eso afecta el crecimiento. Nuestros vecinos tienen problemas políticos fuertes”.
En cuanto a su sector, cree que está en recuperación, ya que el precio del petróleo volvió a subir. “Es un sector robusto con experiencia en ciclos de vacas flacas. Es un negocio que maneja todo el tiempo el riesgo, desde el exploratorio hasta el regulatorio. Estamos con desafíos, pero tenemos capacidad”.
Está casada con el administrador de empresas Marcelo Rivero y tiene tres hijas. Él se encarga del emprendimiento familiar, que es una granja de cerdos para el engorde y otra para la genética. Su pasión es el voleibol, al que dedica el fin de semana dos horas. Los sábados atiende los requerimientos escolares de sus hijas y los domingos son familiares. Una vez al mes se junta con sus amigas de colegio y también comparte con el grupo de amigos de su esposo. Viaja bastante por el Consejo de Energía y dedica vacaciones a su familia y otras solo a su pareja. Habla cuatro idiomas y es hincha del club Blooming.