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Nueve de cada diez, o el 60%, en la más optimista de las estadísticas. El número de start-up que fallan en los pocos años después de su creación varía según los estudios, pero en todos los casos las cifras son aterradoras. No extraña, pues, que en las fases más tempranas del desarrollo de un negocio los canales tradicionales de financiación estén cerrados a cal y canto. “Dada la alta tasa de fracaso que tiene este tipo de proyectos, es perfectamente razonable que un banco no se plantee financiarlo”, asume Javier Megias, business angel —es decir, uno de esos emprendedores que, a su vez, invierten en nuevas firmas prometedoras y las respaldan de cerca, pese al riesgo que ello conlleva— y creador de la plataforma de inversión Startupxplore.
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Nueve de cada diez, o el 60%, en la más optimista de las estadísticas. El número de start-up que fallan en los pocos años después de su creación varía según los estudios, pero en todos los casos las cifras son aterradoras. No extraña, pues, que en las fases más tempranas del desarrollo de un negocio los canales tradicionales de financiación estén cerrados a cal y canto. “Dada la alta tasa de fracaso que tiene este tipo de proyectos, es perfectamente razonable que un banco no se plantee financiarlo”, asume Javier Megias, business angel —es decir, uno de esos emprendedores que, a su vez, invierten en nuevas firmas prometedoras y las respaldan de cerca, pese al riesgo que ello conlleva— y creador de la plataforma de inversión Startupxplore.
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