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Usted y yo estamos sentados sobre una montaña de deuda pública y privada. La cuota alícuota para cada habitante del planeta es de 21.866 euros. Una bola de nieve gigante y voraz. La factura total asciende a 164 billones de dólares, cantidad equivalente al 225% del PIB mundial. Vivir a crédito fue la salida natural de la crisis financiera. Los préstamos han permitido sufragar los desequilibrios de las cuentas públicas y reanimar el crecimiento. Pero conviene no traspasar determinadas líneas rojas. Un nivel de apalancamiento jamás visto desde la II Guerra Mundial es una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento. Argentina e Italia son dos ejemplos recientes de lo fácil que resucitan los fantasmas mal enterrados.
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Usted y yo estamos sentados sobre una montaña de deuda pública y privada. La cuota alícuota para cada habitante del planeta es de 21.866 euros. Una bola de nieve gigante y voraz. La factura total asciende a 164 billones de dólares, cantidad equivalente al 225% del PIB mundial. Vivir a crédito fue la salida natural de la crisis financiera. Los préstamos han permitido sufragar los desequilibrios de las cuentas públicas y reanimar el crecimiento. Pero conviene no traspasar determinadas líneas rojas. Un nivel de apalancamiento jamás visto desde la II Guerra Mundial es una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento. Argentina e Italia son dos ejemplos recientes de lo fácil que resucitan los fantasmas mal enterrados.
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