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Cuando Sebastián Piñera Echenique encuentra en el comercio alguna camisa que le gusta, aunque sea de una sencilla marca nacional, no se compra una, sino una docena del mismo diseño. Las corbatas generalmente se las regalan. Hasta antes de llegar a La Moneda en 2010, los trajes no los confeccionaba a medida, por lo que casi siempre le quedaban anchos y largos. Su peculiar estilo —informal, descuidado, avaro o austero, como quiera verse— da cuenta de un personaje que tiene su cabeza mucho menos enfocada en las cotidianidades diarias —como el vestuario— que en sus dos grandes pasiones: la política y los negocios.
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Cuando Sebastián Piñera Echenique encuentra en el comercio alguna camisa que le gusta, aunque sea de una sencilla marca nacional, no se compra una, sino una docena del mismo diseño. Las corbatas generalmente se las regalan. Hasta antes de llegar a La Moneda en 2010, los trajes no los confeccionaba a medida, por lo que casi siempre le quedaban anchos y largos. Su peculiar estilo —informal, descuidado, avaro o austero, como quiera verse— da cuenta de un personaje que tiene su cabeza mucho menos enfocada en las cotidianidades diarias —como el vestuario— que en sus dos grandes pasiones: la política y los negocios.
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