Era una noche clara y fría en el desierto del Sahara y Stephen McGown yacía de espaldas mirando las estrellas.

BBC Mundo

Cubriéndose con una manta rastreaba las constelaciones que aprendió cuando era niño en Sudáfrica.

"Estas podrían ser las vacaciones de mi vida", pensaba, "si no fuera porque soy rehén de al Qaeda".

Era principios de 2017 y el quinto año de cautiverio para este banquero que vivía en Londres.

Cada día, Stephen se levantaba cuando salía el sol para la oración del amanecer, que realizaba arrodillado en la arena junto a un compañero también rehén, Johan, y sus secuestradores yihadistas.

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